Proemio al laboratorio Mnemofilia y Lotofagia
Con este texto el abogado Alejandro Valencia Villa dio inicio al laboratorio Mnemofilia y Lotofagia. Una reflexión sobre la manera en que distintos pueblos indígenas de América entienden el pasado, el presente y el futuro.
En castellano los verbos se conjugan en cuatro modos: indicativo, subjuntivo, condicional e imperativo. El modo subjuntivo se utiliza para expresar conceptos que son hipotéticos, por ejemplo: “Es posible que mañana recuerde”. El modo condicional se utiliza para expresar incertidumbre, por ejemplo: “Si yo recordara más, sentiría menos nostalgia”, (no es probable que recuerde más). El modo imperativo expresa una orden, solicitud o prohibición, por ejemplo: “¡Recuerda! ¡Olvida!” El modo indicativo se utiliza para describir el mundo de la realidad: qué es (presente), qué era (pretérito), qué será (futuro). Por ejemplo: “Yo recuerdo una historia” (presente), “Qué pasó” (pasado), “La próxima semana lo olvidaré” (futuro).
Los verbos y sus tiempos están vinculados con la memoria y el olvido. Quiero traer a colación tres referencias de los pueblos indígenas americanos, una sobre la memoria y el olvido y las otras dos sobre cómo viven el tiempo, el modo indicativo, esas culturas. Adrede una es de un pueblo indígena de Norteamérica, otra de un pueblo indígena de Centroamérica y la última de un pueblo indígena de Sudamérica, buscando una representatividad regional en la diversidad. Está por hacerse una investigación sobre el tema del tiempo, la memoria y el olvido de nuestros pueblos indígenas.
La primera referencia es de un pueblo indígena que me fascina por las historias que me contaba mi papá de niño: los piel rojas. La segunda es de los pueblos mayas, en cuyas tierras he vivido y trabajado para intentar esclarecer graves violaciones de derechos humanos. La tercera es de un pueblo indígena del Amazonas, selva que he podido conocer e incluso navegar por sus ríos, aunque siempre con ganas de vivirla más. Estas tres historias nos hablan de luz y oscuridad, del atrás o el adelante, y de la inmediatez.
Primera referencia: un antiguo dicho de los lakotas, tribu del pueblo sioux, a la que perteneció en sus tiempos de gloria Nube Roja, el único líder piel roja que derrotó al ejército de Estados Unidos en una guerra, y obligó al gobierno a procurar la paz bajo los términos impuestos por el jefe indio. Dice el proverbio: “La memoria es como cabalgar por un campo de noche con una antorcha encendida, la antorcha arroja su luz solo hasta un punto y, más allá, todo es oscuridad”.[1]
Segunda referencia: hemos sido educados bajo las consignas de que el pasado está atrás y que el futuro está adelante. Para los indígenas mayas tojolabales de Chiapas, región donde surgió el EZLN, el pasado, como tiempo vivido, tiempo visto, está al frente, no atrás, mientras el futuro, como tiempo no vivido, tiempo no visto, está atrás, no al frente.[2]
Tercera referencia: el pueblo indígena piraha, en el amazonas brasileño, tiene uno de los idiomas más complejos del mundo. La lengua piraha está en peligro, ya que la tribu piraha también lo está: su supervivencia como pueblo está amenazada. Su idioma presenta uno de los conjuntos de sonidos o fonemas más reducidos del mundo. Su cultura es tan sencilla que se dan el lujo de tener tan pocos sonidos porque no necesitan más. Su lengua resulta imposible de comprender sino se estudia su cultura. El principio de la inmediatez de la experiencia condiciona la gramática piraha.[3]
Nunca hablan de cosas que no hayan experimentado, como acontecimientos del pasado o el lejano futuro o temas ficticios, parecen centrarse siempre en el presente y en la experiencia inmediata. Los enunciados piraha contienen únicamente afirmaciones directamente relacionadas con el momento en que se habla, tanto si se trata de una experiencia personal del hablante como de un hecho presenciado por un contemporáneo del hablante.
Solo emplean el presente, el pasado y el futuro simples, pues todos ellos se refieren al momento en que se habla y por tanto carecen de los tiempos verbales perfectos, que aprendimos en el colegio. Los tiempos perfectos son los que presentan una acción ya terminada, por ejemplo, “Los participantes del taller de Oliver Grosstet construyeron un monumento”. El verbo ‘construyeron’ se refiere a una acción que ya se terminó. Los piraha no tienen mitos de creación, ni leyendas tradicionales, relatos de ficción o cualquier otra narración que exceda la experiencia inmediata del hablante o el testigo presencial del acontecimiento al que el hablante se refiere. Cualquier historia exige la necesidad de que haya un testigo presencial vivo en el momento de la narración. Como las historias piraha deben ejemplificar la inmediatez de la experiencia, es imposible traducir los textos de las religiones e incluso hablar de las religiones, porque no queda vivo ningún testigo presencial de esas historias.
Estas son las tres referencias que quería compartir con ustedes. La luz y oscuridad de los lakotas no enseñan que debemos avivar las antorchas encendidas para que expanda su luz de memoria y así iluminar la oscuridad del olvido. La posición de los tiempos es diferente como lo creemos, dicen los tojolabales de Chiapas, solo lo visto puede estar al frente, y pareciera que la violencia nos dice que el pasado está al frente y pareciera que la esperanza nos dice que el futuro está atrás. El principio de la inmediatez de la experiencia de los piraha significa que las historias que uno cuenta son irrelevantes si no las ha vivido directamente o si no hay un testigo presencial.
El testimonio que vamos a escuchar sería una antorcha encendida para los lakotas, un tiempo visto y vivido que está al frente para los tojolabales, el principio de la inmediatez de la experiencia para los piraha.
Vamos a escuchar el testimonio de una víctima. ¿Por qué el testimonio de una víctima? A las víctimas se las debe escuchar. Quien cuenta es quien acaba haciendo historia, por eso son las víctimas quienes la deben contar. Hablar en nombre de otro es robarle su voz, su palabra y su silencio. Nadie puede hablar en lugar de la víctima. Nadie le puede usurpar su palabra. El modo ético de acercarse a la víctima no es tomar la palabra en nombre de la víctima, sino escucharla. Nosotros todas y todos los que estamos en esta sala vamos hacer de ese testimonio un primer ejercicio ético con un resultado poético.
Esta antorcha encendida, este tiempo visto y vivido y la inmediatez de la experiencia, no son metáforas, son formas y procesamientos de memoria y olvido, de mnemofilia y lotofagia, que tenemos a disposición nuestra, que somos testigos y hacedores de este ejercicio.
[1] Tom Clavin y Bob Drury, El corazón de todo lo existente, Capitán Swing, Madrid, 2015, pág. 283.
[2] Mario Humberto Ruiz, “Maya: un pasado de olvidos, un futuro de memorias”, en Memoria e Historia, seminario internacional en homenaje a Myrna Mack, ponencias, Guatemala 26 – 30 de septiembre de 2005, Avancso, Guatemala, 20006 pág. 296.
[3] Daniel L. Everett, ‘No duermas, hay serpientes’ vida y lenguaje en el Amazonía, Turner, Madrid, 2014.