Ser humano, tecnología y futuro de la política
¡Despierten, condenados de esta tierra!
El futuro llega. E incluso llega muy rápido. Es verdad, todavía no vemos robots por las calles, pero hasta los dispositivos más pequeños que llevamos con nosotros son por lo general más inteligentes que las máquinas antropomórficas de la serie Los Supersónicos, que tanto nos gustaba de niños. Sin embargo, cuando las máquinas comienzan a aprender de otras máquinas (conocido como aprendizaje automático) la cosa se pone seria. Aquí y ahora estamos en el punto de despegue de un desarrollo tecnológico exponencial: a 4 le seguirá 8, 16, 32 y sucesivamente. El agradable viento de cambio de los años noventa se convertirá en un verdadero tornado.
De Gerd Leonhard & Tim Renner
No tenemos nada contra la alta velocidad, lo malo es que no tenemos a nadie que conduzca con sensatez y previsión. En el “Control de Misión” del desarrollo tecnológico no hay nadie a quien le hayamos dado nuestra autorización. Por el momento, el futuro lo construyen científicos y empresas orientadas al lucro. Y esto de modo exclusivo: Facebook, LinkedIn, Twitter y Baidu deciden cómo nos comunicamos. Tinder y Parship, cómo nos conocemos y nos enamoramos. Apple, Google and Co. influyen en nuestros intereses. Tesla, Uber, Waymo y demás pronto conducirán nuestros autos. IBM está trabajando en y con computadoras cuánticas, cuyo rendimiento cognitivo es muy superior al de los hombres. Google hace lo propio en creatividad artificial con el. Y esta lista podría continuarse indefinidamente.
La tecnología no tiene ética
Es importante entender que la tecnología en sí no es buena ni mala. Es neutral, es una herramienta. “Las computadoras existen para dar respuestas, los seres humanos para hacer preguntas”, escribe Kevin Kelly, el cofundador de Wired.Dicho de otro modo: la tecnología no tiene ética, ¡nosotros debemos agregársela! Pero ¿la ciencia y el sistema económico están en condiciones de realizar esta tarea solos? ¿Han sido creados para ser una instancia ética? La respuesta es indudablemente: “No”. La ciencia tiene que ser curiosa, pues le importa explorar todo lo posible. El sistema económico debe ser codicioso, pues le importa la eficiencia que maximiza las ganancias. No se les puede hacer ningún reproche a la ciencia o a la economía. Pensar el futuro en términos de la humanidad entera no figura en la descripción de sus deberes laborales.
Dicho de otro modo: la tecnología no tiene ética, ¡nosotros debemos agregársela! Pero ¿la ciencia y el sistema económico están en condiciones de realizar esta tarea solos? ¿Han sido creados para ser una instancia ética? La respuesta es indudablemente: “No”. La ciencia tiene que ser curiosa, pues le importa explorar todo lo posible. El sistema económico debe ser codicioso, pues le importa la eficiencia que maximiza las ganancias. No se les puede hacer ningún reproche a la ciencia o a la economía. Pensar el futuro en términos de la humanidad entera no figura en la descripción de sus deberes laborales.
Muchas personas lo captan o sienten y quieren que el futuro también esté determinado por la política y la sociedad. De otro modo no podría entenderse el ascenso meteórico en Alemania del Partido Pirata en 2011 y 2012. Además de cualquier cantidad de caos interno, los Piratas proponían nada menos que ingreso básico incondicional, protección de datos y planteos contra un derecho de propiedad intelectual anticuado. Como fuera, dieron la impresión de que con ellos la política y la sociedad podrían volver a tener voz en el tema futuro. Se tuvo la esperanza de que aparecerían personas que pensarían lateralmente, cuestionarían, agitarían, como lo hacen los artistas y los filósofos. Se tuvo la esperanza de que aparecerían políticos que le darían importancia al sentido y la significación, a la ética y la estética. El Partido Pirata no pudo dar esto y despareció, pero el deseo quedó.
¿Qué hacer? Despertar sería una medida más que útil. Especialmente los políticos de los partidos progresistas deberían despertar y meterse en el debate. Antes, la socialdemocracia decía querer aprovechar las nuevas posibilidades tecnológicas para el progreso social. Con este objetivo Lasalle y Bebel fundaron el partido socialdemócrata SPD hace ciento cincuenta y cinco años. Sin embargo, hoy se discute con toda seriedad en los comités locales la retirada del partido de Facebook... porque Facebook ya “no es de confianza”. Si bien esto no es del todo falso, la reacción es torpe, conservadora y por eso enteramente incorrecta. El SPD alemán no es un caso aislado. El derrumbe generalizado de la socialdemocracia europea se funda en que esta no ha logrado dar una respuesta al Cambio Tecnológico. Lamentablemente, no hay otros partidos políticos que puedan llenar este abismo.
Lo que falta es la mezcla de previsión, optimismo y también orientación política
Esta renuncia a renuncia al trabajo y la falta de perspectiva que caracterizan actualmente a los otrora partidos progresistas es un peligro para la democracia. Un futuro impulsado por la digitalización, la automatización, la virtualización y la globalización causa miedo cuando está más allá de la propia influencia o, al menos, de una influencia política. A pesar de la próspera coyuntura económica y el buen empleo se vota a partidos populistas porque tienen una posición clara respecto al futuro: quieren impedirlo. Partidos como el AfD de Alemania, el FPÖ de Austria o el SVP de Suiza insinúan que se podría hacer regresar el pasado en lugar de configurar el futuro. Pero esta promesa reaccionaria no se combate prescindiendo por completo de promesas, ¡sino formulando una promesa mejor!Por eso necesitamos imágenes del futuro que nos hagan mirar hacia adelante con curiosidad y esperanza: las máquinas y los algoritmos inteligentes podrían, por ejemplo, liberar a los hombres del trabajo indeseado. ¡Los investigadores hablan hasta de un 85%! Aquí se trata en primer lugar de trabajo rutinario, de actividades repetitivas que en el futuro podríamos dejar sin temor a la Inteligencia Artificial y a los robots. Dada la garantía de un ingreso, podremos dedicarnos entonces a otras cosas (a otras personas) y producir un trabajo que haga avanzar a la sociedad.
Pero todavía puede ser mejor: las granjas verticales y la carne de laboratorio pueden ayudar a vencer de modo definitivo el hambre y, por lo menos, cumplir con las metas climáticas, por no hablar del bienestar de los animales. La impresora 3D ahorra transportes innecesarios. Mucho de lo que uno cree necesitar sencillamente se imprimirá en casa, por ejemplo, soportes de asientos. Gracias a esto, ya no habrá necesidad de tener recursos disponibles en los depósitos. Y como el auto compartido viajará hasta delante de las casas de modo autónomo, casi nadie tendrá un vehículo propio. La sincronización en la nube y la convergencia de biología y tecnología hará de la medicina algo más sencillo y económico y en todo el mundo la gente estará más sana.
Pero nadie creerá esta historia mientras sólo se narre en Silicon Valley y en China. Por el contrario, en estas tierras y en las películas hollywoodenses se prefiere abundar alegremente en fantasías apocalípticas. El miedo articulado allí no carece de fundamento. Los peligros del mal uso de los datos y las tecnologías exponenciales son, sin duda, enormes. De ahí que esté justificado cierto escepticismo ante una narración del futuro puramente positiva. Lo que falta es la mezcla de previsión, optimismo y orientación social y política. Se necesitan políticos que sean al mismo tiempo escépticos y valerosos.
El futuro está llegando. ¡Despierten y vengan!
Para que el futuro vuelva a ser inspirador, una promesa fuerte, hay que atreverse a pensar en grande, de modo exponencial y no lineal. El cambio que experimenta el mundo será cada vez más veloz y profundo; en un marco de businnes as usual, es decir de procesos y regulaciones normales, no podremos afirmar ningún pilar importante. Por ejemplo, el diputado europeo Jan Albrecht (Partido Verde) tuvo razón cuando dijo que los “datos son el nuevo petróleo” y exigió una mejor protección. El resultado ha sido, sin embargo, una regulación clásica llamada Reglamento General de Protección de Datos. Este pequeño monstruo burocrático llevó a una catarata nunca vista de correos electrónicos, en lugar de generar seguridad de datos y transparencia. Los datos, igual que antes, siguen quedando fuera de la jurisdicción de la UE. ¿Por qué no nos ocupamos de que los datos encuentren un puerto más seguro, con control estatal? ¿Por qué no insistimos en un cloud europeo?Quizás les estemos pidiendo demasiado a los políticos mientras su formación siga siendo estudios de ciencias políticas o de derecho, con un posterior trabajo en un despacho de diputado y/o un lucrativo empleo temporario en una institución estatal o afín a su partido.
Para que los políticos tengan una contención de seguridad en una acción orientada al futuro se necesitaría un “Concejo de Éticas Digitales” europeo (más información, aquí). Para este organismo debería convocarse a científicos, filósofos, pensadores y artistas de todas las orientaciones políticas. Su tarea constante sería debatir y explicar los desafíos y las posibilidades que se producen en el marco del desarrollo tecnológico. El consejo podría publicar recomendaciones a los estados, gobiernos y a los sectores de la política y la economía y así darle velocidad y dirección al debate. Además, sobre la base de su trabajo también se podrían encaminar acuerdos globales.
Ya conocemos moratorias internacionales en el campo de la química y armas nucleares. Surgieron después de que la humanidad tuviera experiencias desoladoras con diversas tecnologías en la Primera y Segunda Guerra Mundial. Necesitaremos acuerdos similares también respecto a la inteligencia artificial y la tecnología genético. Sin embargo, esta vez no podemos esperar que se llegue a episodios fatales como el de Hiroshima: y especialmente en esos dos campos, si se produjera un pecado original semejante al de Hiroshima, la evolución posterior sería irreversible. Una “explosión de inteligencia” en la Inteligencia Artificial sería definitiva.
En el caso de otras medidas, sin embargo, no se puede esperar ningún apoyo de los Estados Unidos o China. De sus economías, al fin y al cabo, vienen los grandes jugadores del mundo digital: Google, Facebook, Baidu, Alibaba y Tencent. Ellos, igual que lo demás, deberían hacer los méritos para obtener de modo permanente su “licencia para operar” en la medida en que introduzcan medidas efectivas que eviten el uso abusivo de nuestros datos”. No puede ser que las empresas globales con cientos o incluso miles de millones de usuarios sean menos controladas que los medios de comunicación o los bancos. Tampoco tiene sentido permitir que las ganancias de las empresas se disparen por el descenso o la desaparición de costos marginales debido a la digitalización. La tecnología moderna necesita sistemas impositivos modernos.
El futuro está llegando. Está llegando muy rápido, y muchas veces ya está aquí. La cuestión es que no lo reconocemos. Contiene muchas cosas buenas que podemos compartir y aprovechar juntos. Pero esto sólo funcionará para la humanidad si nos metemos y participamos activamente en el diseño del futuro, si decimos cómo queremos vivir y quiénes queremos ser y estamos dispuestos a soñar y luchar para lograrlo.
Caminemos hacia el futuro. ¡Despierten y vengan!
© Gerd Leonhard Gerd Leonhard
Gerd Leonhard es conocido mundialmente como futurista, orador, escritor y asesor. Sus películas sobre tecnología, ser humano y futuro se han difundido en todo el mundo y son muy populares. Más de trescientas empresas líderes de treinta países recurren a Gerd cuando se trata de la comprensión holística del futuro cercano. Después de paradas como músico profesional y productor, y más tarde como emprendedor de Internet en los Estados Unidos, encontró en 2001 su pasión actual: el futuro y el abordaje de las tecnologías exponenciales que ahora en todas partes experimentamos tan de cerca. Gerd ve y describe en ellas tanto las ventajas como las desventajas, pero más bien es fundamentalmente optimista. El mensaje principal de Gerd es que toda tecnología primero debe estar al servicio de la felicidad humana colectiva y que deberíamos saludar a la tecnología sin convertirnos nosotros mismos en ella.
© Martin Becker Tim Renner
Tim Renner es un productor de músico alemán, periodista y escritor. Renner era periodista y trabajaba, entre otros, para la estación NDR, la revista Tempo y la revista urbana Tango hasta que en 1986 se pasó a la industria musical. En 1994 fundó el Universal-Sublabel Motor Music, en 2001 se convirtió en director musical y general de Universal Music Germany. En 2003 fue nombrado por el Foro Económico Mundial “líder global del mañana”. Desde hace años es docente en la carrera de producción musical de la Popakademie Baden-Württemberg, donde obtuvo su propia cátedra en 2009. Es miembro del Partido Socialdemócrata de Alemania y vocal de la junta directiva del “Foro Cultural de la Socialdemocracia”. De 2014 a 2016, Renner fue secretario de cultura de Berlín. En 2017 fue candidato del SPD a diputado nacional en el distrito electoral Berlín-Charlottenburg – Wilmersdorf, pero cayó por poca diferencia ante su adversario del CDU.