Nora Krug
Bailar polca en Milwaukee
La ilustradora Nora Krug presenta su nuevo libro “Heimat”, nos cuenta cómo es la vida de una alemana en los Estados Unidos y señala el potencial que tiene la novela gráfica de tintes autobiográficos para superar el pasado histórico.
De Johannes Zeller
Nora Krug, autora e ilustradora, nació en 1977 en Karlsruhe, donde también creció, pero desde hace 20 años vive en un país de habla inglesa. Hoy se siente en Nueva York como en casa. Su libro más reciente Heimat es una novela gráfica de tintes autobiográficos, es decir, una mezcla de novela gráfica, álbum familiar y relato personal, que cuestiona de forma intensa y muy personal qué significó la Segunda Guerra Mundial en el ser, en el sentirse alemán. Cortos relatos escritos a mano, acompañados de ilustraciones, rastrean la historia de su propia familia. Heimat se publicó en otoño de 2018 en Alemania, Holanda, Francia y EE.UU., y pronto se traducirá a otros seis idiomas.
Su más reciente publicación, una novela gráfica de memorias, ¿podríamos llamarla así, verdad?, se publicó en Alemania con otra portada y un título diferente que en los Estados Unidos: en alemán “Heimat – Ein deutsches Familienalbum” (Heimat- Un albúm familiar alemán), y en inglés „Belonging – A German Reckons with History and Home“, ¿por qué razón?
El título de este trabajo siempre fue Heimat, pero la editorial alemana me dijo enseguida que no estaba a favor, debido a las connotaciones negativas. En cambio, a los norteamericanos sí que les gustó. Pero a última hora todo cambió: al final los alemanes se decidieron a apostar por el título Heimat, porque la derecha quiere apropiarse de nuevo del término y pensaron que ya era hora de recuperarla de una vez por todas. Mientras tanto, en Estados Unidos, el departamento de marketing de la editorial prefirió no emplear la palabra alemana.
El libro relata muchas historias de la Segunda Guerra Mundial y además muy personales. En parte tienen que ver con su familia, y en parte surgen a raiz de viejas fotografías y cartas, ¿de dónde proviene esta fascinación por el tema?
Portada de la nueva novela gráfica de Nora Krugs „Heimat“.
| Foto: © Nora Krug / Random House
Como es lógico, en la escuela aprendí mucho sobre la Segunda Guerra Mundial, visitamos campos de concentración y analizamos el tema en profundidad. Y estuvo bien, pero a mí personalmente me faltó apoyo concreto que me enseñase cómo podíamos aprender de la historia. Sí, nos enseñaban a afrontar la culpa paralizante, pero no a contribuir de forma constructiva para preservar una sociedad democrática y tolerante. Tal vez algo así me hubiese ayudado a liberarme del sentimiento de culpa. Al mudarme al extranjero, fue cuando me ví especialmente confrontada con nuestra historia. Hannah Arendt dijo en una ocasión: “Donde sólo hay culpables, nadie lo es.” Si vives rodeado de gente cuyos abuelos simpatizaban con el nacionalsocialismo, es posible que entonces no le des muchas vueltas. En los Estados Unidos, era normal que me preguntarán de qué lado había estado mi familia, ¿qué hacían en la guerra? Durante mucho tiempo no supe qué contestar. De ahí surge la necesidad de responsabilizarme de la historia. Soy alemana y represento la historia de mi país; pienso que la historia forma parte de todos nosotros, y además está viva. Claro que podemos decir “no fue nuestra culpa”, nuestra generación no tuvo nada que ver con la Segunda Guerra Mundial, pero no podemos pretender no tener nada que ver con la historia.
En los Estados Unidos hay inmigrantes que en el transcurso de su vida han llegado a obtener la ciudadanía norteamericana y ahora se consideran norteamericanos cien por cien. En cambio, otras personas estadounidenses de nacimiento, que nunca han abandonado el país, afirman con orgullo ser italianos o irlandeses. ¿Qué les pasa a los norteamericanos de origen alemán?
“I am German”, escucho a menudo. Antes de venir aquí no lo había oído jamás, di por sentado que la persona en cuestión se habría criado en Alemania. Solo después comprendí que se trataba de una identificación cultural. Durante la preparación de mi libro, visité también el Medio Oeste en busca de ciudadanos estadounidenses de origen alemán. En una fiesta de baile en Milwaukee, ¡me encontré con descendientes de los suabos del Danubio! Por cierto, muy orgullosos de su legado cultural alemán, con sus trenzas rubias y bailando polca. A mí me resultó extraño. Y no porque no se deba celebrar la cultura alemana, me molestó la manera con la que se apropiaban de nuestra historia, con absoluta convicción y a la defensiva.
¿Por qué se decidió al hacer “Heimat” por una novela gráfica de memorias?
La ilustración fue siempre un recurso extremadamente político; de hecho, es un atropello cómo se emplea y se abusa de ella a la hora de hacer propaganda. Una ilustración consigue transmitir temas políticos e históricos de una forma muy directa y emocional, que nada tiene que ver con un libro de historia. Heimat se cimenta sobre recuerdos del tiempo de la guerra y la manera que tenemos de relacionarnos con ellos.
Usted ha escrito varios libros y cómics que tratan temas históricos e incluso bélicos, aunque nunca tan relacionados con su propio pasado. ¿Le resultó más fácil al principio concentrarse en historias que podía observar como espectadora?
En cierta ocasión, mi agente me preguntó cómo era posible que todavía no hubiese relatado una historia alemana. En ese momento me di cuenta de que, sí, tenía un conflicto con la guerra, pero solo porque soy alemana. Durante mucho tiempo no me atreví a analizar la guerra desde una perspectiva alemana. No me sentía con derecho. En mi familia no encontrarás criminales de guerra conocidos ni miembros de la resistencia, así que pensé que lo que tuviese que contar no le iba a interesar a nadie. Y la clave está precisamente en entender a los simpatizantes de un régimen. Además, también tenía miedo de que el libro fuese malentendido. No se trata de superar la culpa, ni de dar explicaciones o una excusa, simplemente se trata de analizar mi propia culpa familiar.
Ahora que el libro ya se ha publicado, ¿qué tipo de reacciones ha suscitado?
Por el momento, reconozco que no ha sido malinterpretado. Lo he presentado ya en varios ferias del libro judías, y ha sido muy bonito ver la reacción positiva de la gente, incluso por parte de supervivientes del holocausto. La única crítica recibida hasta ahora viene de la extrema derecha y, si he de ser odiada, que sea por ellos, por favor.
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