Ensayo
Poéticas de género e incertidumbre

Fusión. Instalación participativa.
Foto: Isidro Lambarri

Las “nuevas masculinidades” son hoy en día, más aún en esta época de pandemia Covid-19 en su última fase, puntos de llegada para un tema transversal, tanto a la dinámica de clases, como a las etnicidades en juego y a la pertenencia a grupos de diversa índole.

Por: Augusto Del Valle Cárdenas

Las “nuevas masculinidades” son hoy en día, más aún en esta época de pandemia Covid-19 en su última fase, puntos de llegada para un tema transversal, tanto a la dinámica de clases, como a las etnicidades en juego y a la pertenencia a grupos de diversa índole. Trabajar este asunto desde el punto de vista de una concepción interdisciplinaria del arte, con mayor razón en una sociedad en donde el peso de las tradiciones es determinante, ha sido un reto muy fuerte. En la convocatoria, dos cineastas —Héctor Gálvez y Cathy de Haan, a la sazón también curadora— activaron un seminario/laboratorio para artistas de distintas especialidades sobre este complejo tema. 

En el Perú, esto no es algo común. Estamos, más bien, acostumbrados a una inercia que nos ubica en la propia especialidad a través de compartimentos estancos, entre artistas visuales, poetas, actores y dramaturgos, cineastas y un gran etcétera. Sin embargo, un primer resultado sorprendente del laboratorio antes aludido —sorprendente en la medida que lleva a los interesados al meollo del asunto—, es un “mapa de masculinidades”. Se trata de un dibujo a manera de cartografía. Esboza un territorio imaginario que, mutatis mutandis, vendría a ser el de la misma masculinidad. Se observan lugares —emociones y sentimientos asociados a experiencias— que funcionan como alegorías visuales; esto es, figuras que sintetizan los propios vínculos de género, e incluso de hitos importantes en la construcción de la identidad. Así, nombres como “El campo de los que no toman partido”, “Vallecito de la energía”, “Zona insegura”, entre otros, funcionan como espacios tanto fantásticos como psicológicos, identificados muchas veces como lugares imaginarios en muchas narrativas tradicionales y contemporáneas. ¿Señala esto tanto hacia la identidad como al género, al sexo, al cuerpo y al erotismo?  
 

Obra "La Mapa" en el Centro Cultural de San Marcos Isidro Lambarri



No es mi propósito hablar del proceso de experimentación en el seminario, sino de su resultado: la exposición ¿XY? Nuevas Masculinidades que se presentó en la Sala Humareda del Centro Cultural San Marcos. Allí se mostraron diez “estaciones” de dicho mapa.  Antes de entrar en materia, solo cabría decir que la distribución de estas ocupó, en el espacio de la vieja casona sanmarquina —patrimonio cultural de la humanidad cuya edificación es data de inicios del siglo XVII, en tiempos del virreinato del Perú— el tradicional patio de Jazmines y, frente a este, la actual Sala Humareda. En otras palabras, las “estaciones”, estuvieron expuestas en exteriores a modo de intervenciones sobre el patio, pero también en interiores a través de un display de “obras” en una sala de exhibición. 

En síntesis, la exposición, en tanto modo de mostrar los resultados de un laboratorio de artistas de diversas disciplinas acerca de las “nuevas masculinidades”, debía cumplir con dos retos básicos: resolver el asunto de la forma, es decir, cómo tendría que lucir en el espacio, pero también cómo su contenido podría resultar atractivo, didáctico y vinculante, sobre todo para un público desprevenido.  En este breve ensayo mi propósito es mostrar cómo la exposición, al salir del binario forma - contenido, juntó, de manera multidimensional, algunos aspectos que en nuestro medio suelen estar dispersos, a saber; en primer lugar, lo poético como atmósfera; en segundo lugar, la dimensión crítica del concepto; y, por último, lo performático como espacio de encuentro.



Lo poético como atmósfera

 
Instalación textil "Desprenderse"

Instalación textil "Desprenderse" | Foto: Isidro Lambarri



Una interesante discusión se produce al plantearse cómo trabajar con una museografía que, a través de una idea estética determinada, esté a la altura de los temas complejos que, en la actualidad, las “nuevas masculinidades” plantean a la identidad del sujeto contemporáneo. Para el espectador que acepta el reto que la muestra propone a su mirada, el “arte” interdisciplinario resultante se presenta bajo una atmósfera en la que lo poético se convierte en atributo transversal, aunque lo poético mismo como un logro de toda la exposición requiera de mayor aclaración. Así, en ‘Desprenderse’, esto se presenta a través del sentido participativo del conjunto que invita al visitante a jugar con algún compañerx, elegido al azar, y de acuerdo a ciertas circunstancias planteadas por los artistas. En un audiovisual, cada quien observa cómo, en las calles de Lima, distintos participantes han aceptado el reto de escoger uno de los tantos carretes de lana para, luego, pasarlo a otra persona, mientras la lana se va desprendiendo y entrelazando una con otra. En la exhibición, esto ocurre a través de una suerte de arco, a escala humana, colocado en un corredor. Se trata de un elemento que demanda de la presencia activa de un cómplice. El arco debe ser atravesado por el cómplice, en un proceso abierto, para producir entramados de lana de distintos colores entre dos personas. Esta trama de tejido resultante queda como un residuo para acumularse en el espacio ocupado por esta pieza, el corredor del patio de jazmines de la casona sanmarquina. Un espacio estructurado con habilidad sobre un dispositivo que recibe la trama y para que todo el conjunto marque una pauta de color y  deje al azar configuraciones futuras de tejido. La obra asume también una concepción abierta de la identidad de género del sujetx participante: es más que sabido, cómo la tarea de tejer, en cierto estereotipo, es atribuida a lo femenino. La propuesta rompe con este estereotipo. 


Una concepción abierta que también se encuentra en ‘Fusión’, una instalación  en la que una suerte de altar ofrece al espectador las posibilidades sentimentales y emocionales asociadas a la experiencia del amor. La pieza señala que dicha experiencia busca mostrar un territorio en donde conviven tanto el azar (podemos recoger un amuleto) como el tiempo posterior (dicho amuleto porta un QR, el cual, una vez abierto digitalmente con un dispositivo, arroja una trama sonora). Aquí el amor y la identidad de género flotan, por así decir, sobre sentimientos y emociones que, en última instancia, podrían plantearse como universales. Por último, en la instalación ‘Piconcha’ centrada en el juego con la forma visual asociada al término matemático Pi (π) seguido del aura de la palabra “concha”, asociada en el imaginario popular local al sexo femenino, se distribuyen determinados dispositivos y esculturas en el espacio. Con desenfado y sentido del humor se invita al participante a transgredir la contemplación inicial de la forma escultórica para buscar, en el interior de la ‘Piconcha’, chocolates y otros obsequios. 


En síntesis, en estas tres “estaciones”, a través de invitar a la participación bajo un uso creativo y lúdico de elementos, se despliega una mirada que rompe con los estereotipos sociales de género y asume el reto de señalar hacia territorios existenciales predeterminados, a veces estereotipados y otras veces “nuevos”. Cada una de estas piezas se sostiene en un uso del tiempo del participante: propone tareas a realizar incluso fuera de la exposición: en el interior de tu habitación, o en el lugar que tú elijas. De los comportamientos que se deducen de la manera de realizar las tareas, los planteamientos de las “nuevas masculinidades” que estas piezas portan son, propiamente, líneas de fuga. ¿Y qué de lo poético? La correlación entre colores, sensaciones y acciones (‘Desprenderse’); pedidos de acción, decisiones y sentimientos (‘Fusión’), pero también entre contemplar, mirar en el interior y comer (‘Piconcha’), coloca a la analogía como un espacio de vínculos posibles. Identificar cómo “esto” es “aquello” es un principio de reconocimiento de la mímesis poética que reclama vigencia entre modernos y contemporáneos. Un espacio que se remite a la sinestesia como fuente de una fuerte experiencia de percepción que abre los significados hacia una atmósfera de resonancia multidimensional. La atmósfera poética se adhiere, entonces, a un ámbito productivo y abierto por el deseo ya no entendido como carencia, sino como afirmación.

    
La dimensión crítica del concepto
 
Performance Barrio Colonial

Performance Barrio Colonial | Foto: Carlos Sánchez Giraldo



Dos territorios surgen para marcar la posibilidad de una crítica diferenciada de estereotipos de género provenientes de dos formas de alienación y de desplazamientos distintos: los espacios que han padecido la colonización, por un lado, y aquellos otros que experimentan a diario el reduccionismo de la mirada comercial, por otro. Se tratan de ‘Barrio colonial’ y el ‘Mall del Men’. ‘Barrio colonial’ coloca su énfasis en un concepto de lo “colonial” que funciona como un índice de trasnochados sentidos comunes locales. En este caso, interviene visual y materialmente las antiguas columnas de madera de la vieja casona sanmarquina del viejo y restaurado patio de jazmines con las convencionales cintas amarillas que, en la calle, señalan que hay “¡Peligro!, hombres trabajando”. Por otro lado, en el ‘Mall del Men’ se pone el dedo en la llaga de las campañas publicitarias para mostrarlas, irónicamente, como dispositivos estandarizados de género. Por ello, allí donde ‘Barrio colonial’, mediante la intervención en el lugar, además de una performance —en la que se ve al artista arrastrando literalmente un fardo muy pesado—, desmonta una ideología asociada al poder que normaliza relaciones de sojuzgamiento en el espacio público en el supuesto obligado de género masculino para aquel trabajador que, por ejemplo, se encarga de romper una vereda; allí mismo en el ‘Mall del Men’, a través tanto de la parodia visual como del uso de la estridencia comercial, se vuelven a visibilizar dichos presupuestos de género, solo que esta vez por medio de la densidad y frialdad de la imagen del cuerpo masculino como mercancía.
 
"Mall del Men" (detalle).

"Mall del Men" (detalle). | Foto: Isidro Lambarri




En el actual tiempo de incertidumbre, ambos territorios —el de los valores tradicionales de lo colonizado y aquellos asociados a estereotipos de género— se muestran ya como un pasivo de los tiempos pre pandémicos, lo cual no los hace menos activos, sino todo lo contrario. De manera que el movimiento hacia afuera de aquellos territorios y, por lo tanto, hacia líneas de fuga que señalen hacia “nuevas masculinidades”, sigue siendo un espacio en disputa. En este sentido, tanto ‘Androginezza’ como el ‘Lago del sudor’, son dos instalaciones que muestran dichas líneas de fuga. Mientras que en ‘Androgenizza’ se usa creativamente la ironía y la parodia para desplegar una institucionalizada campaña ficticia e incentivar el consumo de una inexistente hormona, en el ‘Lago del sudor’ se usa la creatividad narrativa para lograr que el espectador se integre a la extraña experiencia del personaje de la narración, quien debe enfrentar a un monstruo en un lago. La “campaña nacional del uso responsable de la ‘Androgenizza’” exhibe un display imaginario (banners, stickers, etcétera) como despliegue publicitario de un Estado inexistente que, a través de un ministerio de salud cómplice, realiza una comunicación personalizada para “androgenizar” a los ciudadanos. Por otro lado, en el ‘Lago del sudor’, propuesto en sala como una instalación de una embarcación flotante, se plantean situaciones al espectador que lo remiten a un relato como metáfora de construcción de la identidad. En conclusión, se trata de dos narrativas concretas en las que surgen, de pronto, diversas identidades de género (queer, trans; en general, LGTB+).

Todas estas propuestas -lo planteo como hipótesis- identifican un concepto biopolítico, ya sea asociado a una hipotética acción del Estado a través de una sustancia (‘Androgenizza’), o de la acción de un contexto externo que determina un proceso subjetivo de cambio al que podríamos llamar trans (‘Lago del sudor’), pero también la posibilidad de marcar líneas de fuga de una identidad de género signada por la colonialidad (‘Barrio colonial’), y, todavía, por el estereotipo sexista y binario de la industria cultural (‘Mall del Men’). La dimensión crítica de estas “estaciones” abre el juego hacia la articulación de diferentes disciplinas artísticas (artes visuales, teatro, cine, comunicación audiovisual, literatura, entre otras) para tematizar asuntos complejos, como el de una masculinidad nueva. Una masculinidad capaz de plantear un horizonte de futuro y de absorber las críticas provenientes tanto de conceptos y argumentos propios del feminismo, como de las ciencias sociales y del pensamiento contemporáneo, a las relaciones de poder desigual (patriarcal) entre los sexos y al reduccionismo que asume que existen única y exclusivamente dos identidades de género (el llamado binario sexo-genero). 

Lo performático como espacio de encuentro 
 

Performance "Desmembramiento" Foto:Isidro Lambarri



Dos propuestas de intervenciones y performances, ‘Desmembramiento’ y ‘Zona Rosa’, recogen este elemento interdisciplinario para plantear una mimésis poética, esto es, una imitación de acciones que suponen el uso de una violencia normalizada contra la disidencia. Mientras en ‘Desmembramiento’, al menos como se escenificó en la pileta del patio de jazmines de la vieja casona sanmarquina, una persona de identidad de género no-binario, era el centro de referencia performativo para que los participantes, mediante de la lectura de un poema, dieran testimonio de la violencia cotidiana padecida por este, a través de una experiencia emocional de identificación con la víctima. En ‘Zona Rosa’, escenificado en la misma pileta, el participante, de pronto, era hostigado con insultos (¡Maricón!, ¡Loca! y otros) por el solo hecho de existir en una situación de disidencia sexual y de género, mientras leía un poema (Hola, soy Rosa/ soy simplemente una Rosa./ No tengo género./No soy ni hombre ni mujer./ No soy lo que tú crees,/ ni lo que han dicho de mi). 

Ambas propuestas de intervención, bajo un acondicionamiento mínimo de una pileta colonial, supieron construir, junto con su escenario performativo, un interesante espacio de encuentro entre el público participante e identidades de género no binario que muestran sus heridas pero, sobre todo, la irracionalidad del perjuicio.


Final

La exposición —si bien se ha apropiado de diversas estrategias y tácticas para estar en el espacio de una casona colonial— inaugura un campo interdisciplinario para producir conocimiento a través de elementos materiales y visuales que amplían aquello que solo se puede dar a través de la escritura y de las palabras, principal medio del conocimiento académico. Sobre todo, si uno se fija en un haz de conceptos que, desde la publicación de Gender Trouble de Judith Butler, traducido al español recién en 2007, plantean un importante reto para la cultura y la sociedad en América Latina, pero también para el caso peruano. No en vano el presente está marcado por la crítica del feminismo dentro del feminismo (incluso de la propia Butler) que pasa por el activismo y los discursos de Paul B. Preciado, en esta última década del siglo XXI. Pero, sobre todo, por los movimientos sociales y los sujetos subalternos que, en América Latina, apelan a discursos descoloniales tan diferentes como, por ejemplo, los de María Galindo, y todavía de Silvia Rivera Cusicanqui, por citar a dos de las más reconocidas pensadoras desde esta zona sur del planeta: una asociada a la cultura urbana y la otra a la rural. Entre nosotros tanto el papel de las “mujeres” como de los “hombres” y, dentro de ellos (ya de salida del binario como ahora suele decirse), las “nuevas masculinidades” están siendo continuamente replanteados y reformulados, por el riesgo y la incertidumbre en que nos ha tocado vivir. En la exposición, la cartografía de masculinidades de estas diez “estaciones”, en tanto arte interdisciplinario, ofrece un lugar de reflexividad que, al integrar, poesía, concepto y performance como espacio de encuentro, incide en la elaboración de un saber múltiple que quiere salir de la paradoja de hablar desde el cuerpo, con palabras y sin palabras.
 

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