Sobre el concepto de solidaridad   La base sobre la que descansa el edificio

Sobre el concepto de solidaridad © Ricardo Roa

Las sociedades democráticas están basadas en normas y valores compartidos, así como en derechos y deberes válidos para todos. ¿Qué significado tiene en este contexto la solidaridad entre sus miembros? ¿Se trata de un componente fundamental de una comunidad funcional o sólo algo lindo, pero accesorio? Leonhard Emmerling investiga un concepto polémico.

En 1793, un noble francés fue guillotinado en la Place de la Concorde: Olympe de Gouges (1748), quien había tenido el valor de comparar el feminismo y la demanda de igualdad de las mujeres con la exigencia de la abolición de la esclavitud. Un año después, murió en París el primer presidente de una república democrática en suelo alemán: Georg Forster (1754), quien había participado en la segunda circunnavegación del globo de James Cook y adquirido un vocabulario anticolonialista durante el viaje. Forster se tomó la Ilustración en serio: no sólo luchó por la democracia como presidente de la efímera república de Maguncia, sino que, junto con el Kant tardío, debatió las consecuencias de la ética del Kant temprano y rebatió sus declaraciones racistas. Casi doscientos años después, en otro continente, un rabino nacido en Polonia, Abraham Joshua Heschel (1907-1972), participó junto con el defensor de los derechos civiles de los negros, Martin Luther King Jr. (1929-1968), en la Marcha de Selma a Montgomery. Para ambos (Heschel y King), el compromiso con los derechos humanos y civiles de todos exigía la superación de las identidades étnicas, religiosas y lingüísticas. Los tres ejemplos tienen algo en común: la universalización y, por lo tanto, la superación de algo concreto o particular. Las acciones de esas personas estaban basadas en la convicción de que en una sociedad en la que se le nieguen la libertad, la igualdad y la dignidad a un sólo individuo, nadie será libre de verdad y de que la experiencia individual de la injusticia lleva necesariamente a que la desigualdad y la injusticia deban ser combatidas más allá de toda frontera individual, de toda frontera étnica, cultural, religiosa e identitaria.

¿A dónde lleva esa universalización? ¿Cuáles son sus consecuencias? ¿Qué concepto sociológico podría aplicarse a este fenómeno de la universalización de lo particular?

Lo que solidifica una sociedad

Lo lógico es recurrir al concepto de solidaridad. Y, si bien no hay que confiar mucho en las derivaciones etimológicas, quizá la raíz de "solidaridad" sí nos indique de qué podría tratarse esto: en latín, solid-us/a/um significa "sólido". En arquitectura, se refiere a la base en la que descansa un edificio. Así, la solidaridad es lo que solidifica o mantiene unida una sociedad; aquello en lo que está cimentada.

Sería falso afirmar que este concepto goza de una popularidad desmedida en la actualidad. Eso tiene que ver, por un lado, con que cada vez se usa más como consigna fácil de lucha (¡Solidaridad con Nicaragua!), y, por el otro, con que la coyuntura de las identidades interseccionales ha sustituido la imagen de una sociedad estructurada según las diferencias de clase. Aún se practica la solidaridad dentro de los límites interseccionales, pero el concepto de "sociedad" (en contraste con "comunidad") como un término central que motive la acción política ha caído en gran medida en el olvido. A medida que la sociedad se diversifica, también lo hace el fenómeno de la solidaridad.  El mundo se volvió demasiado complicado como para que uno pueda declararse solidario con cualquier grupo, por muy honesto que este parezca.

Y, además, ya no es como si la "solidaridad" fuera un concepto completamente positivo, pues no sólo las buenas personas la reclaman... y no toda sociedad sólida es una sociedad libre. Muy por el contrario: los Estados donde los actores políticos convierten modelos rígidos y verdades talladas en piedra en fundamento de sus actos (y a los ciudadanos les falta el aire en la camisa de fuerza de la solidaridad obligatoria) suelen ser sitios más violentos e inhumanos que las sociedades donde se reconoce y se admite la necesidad de la duda, la libertad de acción y la posibilidad de cometer errores. Así que más vale tener cimientos un tanto inestables...

No obstante, en la actualidad, uno se siente tentado a decir que se está explotando a nivel global una estrategia política de la división, de la polarización, de la desolidarización, que hace que parezca sensato brindarle un poco de atención a la polvorienta solidaridad. ¿Cómo sería concebible un concepto sensato de solidaridad?

Una herramienta para acercarse al ideal de la igualdad

Se ha relacionado la solidaridad con ideas de fraternidad/sororidad y de amistad. También se la ha derivado de ideas de benevolencia y de la virtud de la misericordia. Sin embargo, todas esas relaciones y derivaciones presentan debilidades: los paralelos con hermanos y hermanas implican vínculos familiares o parentescos. Sin embargo, la idea de que las sociedades tan sólo son versiones agigantadas de la familia siempre ha sido un cortocircuito intelectual que lleva a apagones. La amistad, por su lado, está acoplada con la simpatía y la empatía; mientras que la misericordia implica una diferencia de poder: sólo puedo solidarizarme con alguien que sea más débil y esté más necesitado que yo si disfruto de ciertos privilegios que les estén vedados a los demás. Entonces, la solidaridad, como paternalismo pseudoamable, cimienta las diferencias de poder en vez de eliminarlas. ¿Y si comprendo la solidaridad como el resultado de la "individuación por medio de la socialización" (Habermas) y, por otro lado, entiendo a la igualdad no como una condición previa, sino como el objetivo de la solidaridad? La individualización a través de la socialización señala que el individuo solo existe en conexión con la sociedad, con la cual y contra la cual se constituye. Es lo que es como un ser socializado. Si se quiere expresar de una manera algo más elaborada: Mi solidaridad con la sociedad y sus miembros es, en cierto sentido, solidaridad conmigo mismo. Y además, un yo plural (como escribe Whitman: "I am large; I contain multitudes"): con lo que he llegado a ser a través de mi socialización y con lo que considero el valor de una buena vida en esta sociedad. Interpreto que el objetivo de la solidaridad es mi igualdad con todos aquellos que, al igual que yo, se convirtieron en individuos en esta sociedad; es decir: con los demás.

Además,
 
Cuando uno entiende la individuación por medio de la socialización como individuación en la sociedad mundial en la que ahora vivimos, la piedra de toque de lo que significa la solidaridad es la solidaridad con el desconocido, con el extraño lejano al que no conocemos, pero del que sabemos que —aunque diferente— es como nosotros.
La solidaridad no es un ideal honorable, sino una herramienta para acercarnos a un ideal, al ideal de la igualdad. Para poder tener a la mano esa herramienta, se requiere estar dispuesto a cambiar de perspectiva y ser capaz de traslapar varios puntos de vista. Uno ve mejor cuando ve doble...

Literatura recomendada

A manera de introducción: Kurt Bayertz (ed.), Solidarität. Begriff und Problem, Frankfurt am Main, 1998. 

Jürgen Habermas, «Individuación a través de la socialización», en El pensamiento postmetafísico, Frankfurt am Main, 1988, pp. 187-241.

Y, más reciente: David D. Kim, La solidaridad en Arendt, Stanford, 2024.

 

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