El primer contacto registrado entre las dos zonas geográficas que hoy llamamos México y Alemania fue una exposición en 1520 y un artista alemán quedó fascinado por ella.
Un año antes de la conquista de Tenochtitlán, Carlos I de España hizo exponer en el ayuntamiento de Bruselas los objetos que sus vasallos le habían enviado desde Chalchihuecan (Veracruz). El artista alemán Alberto Durero estuvo ahí y constató en su diario: “En mi vida he visto nada que me haya alegrado más el corazón que aquellas cosas, pues vi piezas asombrosamente artísticas. Me maravilló tanto el sutil ingenio de los hombres de aquellos países lejanos, que no sabría decir qué sentí”.Aunque Durero no menciona directamente a los nativos de México, pocos años después, Christoph Weiditz —otro artista alemán— conoció a un grupo de indígenas en la corte del mismo rey que, tras su coronación como emperador del Sacro Imperio Romano, ya había tomado el nombre de Carlos V. Weiditz nos dejó retratos de los primeros mexicas que pisaron Europa.
PRIMERO VINIERON LOS ALEMANES A MÉXICO
Unos 300 años más tarde, los primeros alemanes comenzaron a asentarse en el territorio de Nueva España, algunos de ellos seguramente influenciados por las expediciones de Alexander von Humboldt. Durante el siglo XIX, unos 3.5 millones de alemanes migraron al continente americano, el 90% de ellos lo hizo a Estados Unidos, el resto a los distintos países latinoamericanos. México fue uno de los países que recibió el menor flujo de migrantes. Este proceso fue a cuentagotas: “en 1824 [la colonia alemana en México] constaba de 25 miembros y en 1870 todavía no llegaba a 200”, escribió Marianne Oeste de Bopp.Después de esa primera oleada de “conquistadores comerciales”, parece que hacia 1880 se inició una migración más sistemática de alemanes a México, y con ellos, su participación en descubrimientos culturales y arqueológicos, así como en empresas cerveceras, periodísticas y tecnológicas, que impulsaron la modernización del país. La migración alemana y su participación en la sociedad mexicana seguramente detonaron la curiosidad de los mexicanos, quienes empezaron a mirar hacia el país teutón como una posibilidad para sí mismos.
Muchos de aquellos alemanes mantuvieron lazos estrechos con sus familias y comunidades, de manera que, cuando sus hijos crecieron, los enviaron a estudiar a su país de origen. Es el caso, por ejemplo, de Rodolfo o Rudolf Dresel, quien nació en Monterrey y estudió medicina en varias universidades de Suiza y Alemania antes de doctorarse en Berlín. Quizá fue el primer migrante mexicano que murió en Alemania en 1890.
LOS PRIMEROS MIGRANTES MEXICANOS EN ALEMANIA
Manuel Eduardo de Gorostiza (1789-1851) fue el primer diplomático del México independiente. Consiguió que Prusia reconociera la independencia y estableció relaciones comerciales con los distintos gobiernos de territorios que hoy conforman Alemania. Todo apunta a que fue el primer paisano de la era independiente en pisar territorio alemán, pues realizó varios viajes a la región entre 1824 y 1832.Hasta donde sé, los primeros germanófilos de México fueron los escritores y traductores Luis Martínez de Castro (1819-1847) y José Sebastián Segura (1822-1889). Pero el primer mexicano que emigró a Alemania —temporalmente, a mediados de la década de 1860— fue el veracruzano Rafael de Zayas Enríquez (1848-1932). Según su amigo Ignacio Manuel Altamirano, estudió filosofía y derecho en Prusia y escribió un texto sobre literatura alemana en Hamburgo. Al parecer no se fue solo, sino que lo acompañaban unos amigos, hijos del gobernador de Veracruz.
A su vuelta a México, Zayas contagió a muchos otros paisanos de su amor por Alemania. Entre ellos destaca Santiago Sierra, quien publicó por primera vez los cuentos de los hermanos Grimm en México en 1874, tradujo obras de Goethe y divulgó la literatura y cultura alemanas.
Con todo, los registros de mexicanos más antiguos que he localizado en Alemania son muy posteriores. A finales del siglo XIX emigró un puñado de jóvenes, entre ellos estaba el poblano Gabriel Ibáñez quien se mudó a Berlín en 1893 para estudiar medicina en la Universidad Friedrich Wilhelm, de la cual se doctoró en 1899. Otro migrante fue el orizabeño, Alberto Villaseñor. Él se matriculó en el Conservatorio Real de Música de Leipzig en octubre de 1897 y el potosino Julián Carrillo hizo lo mismo en octubre de 1899.
La primera visita de Estado de un presidente mexicano tuvo lugar en 1924, cuando Plutarco Elías Calles visitó Alemania, aunque en ese momento estaba recién electo y aún no entraba en funciones. Durante su estancia de mes y medio se familiarizó con la industria y la sociedad locales. En varias entrevistas habló de la migración de alemanes a México, pero no de la migración de mexicanos a Alemania.
Gracias a la popularidad de Elías Calles en Alemania, en la década de los veinte se procuró facilitar la estadía en Alemania a estudiantes mexicanos. El éxito fue modesto, pues la mayoría prefería Francia. Por modesto que fuera, los estudiantes universitarios y de posgrado siguieron representando el grueso de la migración mexicana a Alemania de modo que, a la vuelta de medio siglo, en 1977, los dos países formalizaron un Convenio de Cooperación Cultural para promover el intercambio de estudiantes y expertos.
LA MIGRACIÓN DEL AMOR
Durante su visita a México en 2011, el entonces ministro de Relaciones Exteriores alemán, Guido Westerwelle, reconoció que “la historia de las relaciones económicas germano-mexicanas está inseparablemente ligada al ‘vocho’”. Lo mismo cabe decir del papel que Volkswagen ha jugado respecto a la migración mexicana femenina a Alemania por razones afectivas.Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim entienden la “migración por amor” como un resultado de la revolución sexual y la emancipación de la mujer, un fenómeno que, aseguran, comenzó con la globalización de los años noventa.
Sin embargo, en México comenzó mucho antes, cuando Volkswagen y Siemens abrieron sus fábricas aquí a mediados de los años sesenta. En efecto, a aquella primera ola de estudiantes migrantes se sumó una segunda oleada de migrantes por amor, pues llegó al país un gran flujo de ingenieros y técnicos alemanes: se dan “muchos casos de hombres alemanes que han venido a trabajar a México y regresan a su país con una mexicana”.
Especialistas como Yvonne Riaño y Paulina Sabugal Paz han subrayado el papel de la imaginación en el deseo de las mujeres latinoamericanas de cara a sus migraciones a Europa. Si bien Riaño ha centrado su investigación en Suiza, vale trasladar sus conclusiones a Alemania y a Europa cuando dice que el deseo de “igualdad a la que aspiran las mujeres [latinoamericanas] en la vida en pareja y su visión idealizada de los hombres europeos son factores importantes al momento de tomar la decisión de contraer un matrimonio binacional y convertirse en migrantes por amor”.
Riaño señala la paradoja de esta idealización: muchas mujeres, oponiéndose a los roles clásicos de géneros en su país de origen, siguieron a sus maridos a un país arduo, de clima difícil y lenguaje complicado, sin prever que, muchas veces, las dificultades de la maternidad, de la integración y de la carrera profesional las orillaría a repetir –por amor– precisamente el patrón tradicional que habían buscado romper.
LA MIGRACIÓN ECONÓMICA
El Mundial de Alemania 2006 mejoró el imaginario público sobre Alemania, potenció los tipos de migración ya conocidos y dejó listo el terreno para la tercera oleada migratoria. Para muchos mexicanos, el Mundial fue un incentivo personal que los animó a migrar.Sin embargo, Alemania ya venía presentando también elementos objetivos para atraer migración y cubrir carencias de personal y mano de obra en distintas industrias. ¿Y a quién iba a acudir? A sus principales socios comerciales, por supuesto.
En el caso específico de México, la entonces canciller alemana Angela Merkel dio el primer paso en 2007 cuando incorporó a México en una cooperación binacional mediante el Proceso de Heiligendamm. La estrategia dio fruto. Alemania se convirtió en el socio más importante de México en la Unión Europea y México en el socio más importante de Alemania en Latinoamérica. Así lo afirman tanto S.E. Rogelio Granguillhome, exembajador de México en Alemania (2017-2021), como la diputada Dunja Kreisel, actual líder del Grupo de Amistad Parlamentaria México-Alemania.
Como era previsible, el estrecho intercambio comercial, industrial, científico y turístico provocó también un creciente intercambio humano.
Si hubiera que marcar un momento en que los mexicanos comenzaron a migrar a Alemania por motivos económicos diría que fue alrededor de 2012. Quizá la histórica migración neta cero a Estados Unidos de aquel año empujó a aquellos migrantes a buscar suerte en Alemania, como ejemplifica la película Guten Tag, Ramón (2013), algo impensable hasta ese momento debido a la lejanía geográfica, lingüística y cultural de Alemania.
El caso paradigmático de esta tercera ola migratoria es el del personal de enfermería. El entonces ministro Federal de Salud, Jens Spahn, viajó a México en busca de apoyo ante la insuficiencia de personal de enfermería y de cuidado de ancianos. Uno de los pocos estudios que se han realizado sobre migración mexicana a Alemania muestra que el 100% de los cuidadores (en su mayoría mujeres) migraron por razones económicas.
UNA NUEVA ALEMANIA
Si bien la Alternativa para Alemania (AfD) y ciertos movimientos de extrema derecha han ido ganando terreno, el fútbol en verano de 2024 le dio otro empujón al esfuerzo de Alemania por reconocerse como una nación plural donde todos tenemos cabida.Con ocasión de la Eurocopa, Adidas lanzó la campaña Typisch Deutsch para promover el nuevo uniforme de la selección nacional. Con su representación de una nueva Alemania dieron en el clavo. En casi 100 segundos, el anuncio gira en torno a qué es lo típicamente alemán. Los distintos personajes van enumerando y cuestionando rasgos típicamente alemanes para mostrar esa nueva Alemania: se vale tener dos equipos porque los alemanes ya pueden tener dos nacionalidades fácilmente. También vemos a una joven que pide un döner “pero sin picante por favor” (aber bitte ohne scharf), una forma ya típica de pedirlo, aunque no gramaticalmente correcta. Otra secuencia responde a la pregunta sobre los ídolos intelectuales de antaño como Goethe y Schiller con un Thomas Müller saludando desde muchos balcones, por cierto el apellido alemán más común. En rápida sucesión vemos estereotipos alemanes, como la puntualidad, una salchicha tres veces más grande que el pan que pretende contenerla, sandalias con calcetines, los camastros reservados con toallas y hasta una anciana malencarada que exige silencio a gritos, combinadas con mucho humor y un énfasis en la diversidad cultural de la sociedad alemana. Fieles al lema: "Somos mucho más que los clichés con los que nos etiquetan".
En esta coyuntura nos encontramos hoy. Esta es la nueva Alemania.