Escritor
Michael Ende
Lo que de verdad interesaba a Michael Ende era crear literatura, esa literatura que le habría gustado haber leído, esa literatura que surgía de las imágenes surreales de los cuadros de su padre y que, a veces, se filtraba de las pesadillas de la guerra.
De Zully Pardo
Vivió su primer bombardeo cuando tenía 12 años. Dijo que había sentido tanta euforia que no podía parar de cantar, se sentía como una polilla ebria ante la luz al ver su calle de Múnich en llamas. En 1943, cuando ya tenía 14 años el impacto fue aún mayor: el joven Michael Ende estaba en Hamburgo, visitando a un tío, y la imagen de los cuerpos calcinados continuó apareciendo en sueños por largo tiempo.
Michael Andreas Helmut Ende nació en Garmisch-Partenkirchen el 12 de noviembre de 1929. Su padre, el pintor surrealista Edgar Ende, jugó un importante papel en su vida: desde pequeño le dio una educación humanista y artística, influenciándolo con ideas visionarias acordes al surrealismo. Esto se ve claramente en El espejo en el espejo (Der Spiegel im Spiegel: Ein Labyrinth, 1983), un libro de relatos inspirado en una serie de imágenes creadas por su padre.
Sin embargo, inicialmente Michael no aspiraba a ser escritor de literatura, sino dramaturgo. Su interés por el teatro surgió a los 18 años cuando, junto con cuatro amigos, fundó el grupo “Teatro de Desván”, en el desván de la American House. Desde entonces escribió obras como Ya es la hora (Denn die Stunde drängt, 1947), dedicada a Hiroshima; El segundo sultán (Sultan hoch zwei, 1950); Los feos (Die Hässlichen, 1955), y La linterna de la peonía (Die Päonien laterne, 1959).
En 1960 publicó Jim Botón y Lucas el maquinista, (Jim Knopf und Lukas der Lokomotivführer) una obra que, tras ser muchas veces rechazada por las editoriales, al fin logró ver la luz en el ámbito de los libros para niñ*s. Sin embargo, Ende afirmaba: “Yo no hago diferencia entre la ‘literatura para adultos’ y la ‘literatura para niños’; no puedo entenderlo, porque yo soy como era hace cuarenta años, sin ningún cambio sustancial”. A pesar de las dificultades para su publicación, Jim Botón recibió el Premio alemán de literatura juvenil en 1961, ha sido traducido a 33 idiomas y cuenta con una segunda parte, Jim Botón y los 13 salvajes (Jim Knopf und die Wilde 13).
“Yo no hago diferencia entre la ‘literatura para adultos’ y la ‘literatura para niños’; no puedo entenderlo, porque yo soy como era hace cuarenta años, sin ningún cambio sustancial”
Michael Ende
La segunda puede definirse como una de las obras más complejas de Ende. Su inspiración surge de diversas fuentes: “Me he basado en La Odisea, en Rabelais, en Las mil y una noches, en Lewis Carrol y también, aunque en menor medida, en Tolkien, con el que me han comparado los críticos alemanes (ciertamente, los dos debemos mucho a las leyendas célticas de la Tabla Redonda). Me he inspirado en pintores (El Bosco, Goya, Dalí), en el antroposofismo y en el budismo zen. La cábala, que da un sentido metafísico a los diferentes sonidos, me sirvió de guía a la hora de elegir los nombres de los personajes”.
Por su parte, Momo (1973) nace como una ópera, pero posteriormente se convierte en una novela; allí se narra la historia de una niña huérfana que, aunque vive en un anfiteatro, cuenta con el apoyo y el amor de sus vecinos, hasta que los hombres grises empiezan a robar su tiempo y Momo queda sola. Su valentía, sus aliados y su buena suerte la ayudarán a recuperar el tiempo robado y a lograr que sus amigos vuelvan a valorar lo que de verdad importa.
La historia interminable, en cambio, trata de dos relatos simultáneos que acontecen en universos paralelos: por un lado, está el de Bastian, un niño al que no se le da bien casi nada excepto leer y e inventar ficciones. Huérfano de madre, acosado por sus compañeros, el chico roba un libro donde acontece el segundo relato que trata sobre un joven de piel verde que debe enfrentar la devastación de la Nada.
“… nada da un poder mayor sobre los hombres que las mentiras”, dice Gmork. “Porque esos hombres, hijito, viven de ideas. Y estas se pueden dirigir. Ese poder es el único que cuenta”.
La historia interminable
Aun así, en un breve fragmento de La historia interminable en el que Atreyu, el joven héroe, habla con Gmork, el hombre lobo, el villano, es posible descubrir ecos de una crítica social, de un rechazo a un régimen y de una postura frente al poder, la manipulación y la guerra: “… nada da un poder mayor sobre los hombres que las mentiras”, dice Gmork. “Porque esos hombres, hijito, viven de ideas. Y estas se pueden dirigir. Ese poder es el único que cuenta”.
Pero lo que de verdad interesaba a Ende era crear literatura, esa literatura que le habría gustado haber leído, esa literatura que surgía de las imágenes surreales de los cuadros de su padre y que, a veces, se filtraba de las pesadillas de la guerra. Pero que, al fin y al cabo, hacían parte del terreno sin límites de Fantasía.