Artista visual
Gerhard Richter
La obra del renombrado pintor y artista visual alemán abarca varios géneros visuales y estilos, en los que se puede, de cierta manera, leer la historia del arte pictórico de toda una época.
De Jhon Mesa
Imagine llegar a un buen restaurante. En la mesa está todo muy bien preparado: servilletas, cubiertos, un mantel fino, una silla cómoda. El mesero, que usa guantes, ofrece el menú y, luego de tomar su orden, le trae todos los platos al tiempo. De repente, comienza a mezclarlos unos con otros: los ingredientes de la entrada se confunden con la ensalada, el acompañamiento se revuelve en la sopa. Los colores y las formas que eran perfectamente distinguibles comienzan a confundirse, ya no es fácil decir qué era qué. El mesero utiliza un recipiente para poner todo mezclado y, con un gesto tranquilo y a la vez ordenado, retira el mantel, deshace la costura del dobladillo, mueve los cubiertos y derrama el contenido sobre la mesa. Finalmente, quita con cuidado tornillos, puntillas y la mesa queda desarmada.
Ese es el efecto que transmiten algunas obras del renombrado pintor y artista visual alemán Gerhard Richter. Una pintura tan temprana como Tisch/Mesa (1962) muestra ya tanto el efecto figurativo de la pintura como la abstracción de los colores, las formas, evidencia sus materiales y revela su carácter de ilusión pictórica. Se trata de acercarse a la obra para ver cómo está construida, como si bajo el efecto de una lupa se vieran todos los pixeles de una gran pantalla electrónica. Así es, por ejemplo, su obra 4900 Farben/4900 colores, en los que cada cuadrado tiene un color diferente, primero de manera estructurada, separada, luego juntándolos todos en un solo “objeto” desmembrado.
Los colores y las formas que eran perfectamente distinguibles comienzan a confundirse, ya no es fácil decir qué era qué.
El camino para llegar a ser un artista consagrado se remonta a principios de los años cincuenta, cuando decidió estudiar en su natal Dresde, en la Alemania oriental. Allí recibió una formación académica clásica, que le permitió dominar con maestría la técnica precisa del color y la textura. Para finales de los 50, buscando liberarse a la vez de la represión de la DDR y del academicismo rígido, Richter decidió inscribirse luego en la Kunstakademie-Düsseldorf (1961-1964), considerado entonces como el bastión del arte informal y experimental.
En una época en la que la pintura se realizaba solamente en cuadros, Richter comienza a expandir el espacio del trabajo pictórico, por ejemplo, hacia la fotografía. Interviene con el óleo fotografías impresas, incorpora el trabajo con espejos, reflejos y vidrios para distorsionar no solo la realidad representada, sino la técnica misma: ¿Dónde termina la figuración y dónde comienza la abstracción?, se pregunta la curadora Dorothée Brill, encargada de la exposición. La descomposición de los elementos de la pintura llamada tradicional le sirven para componer de nuevo obras y construir, sobre todo, nuevas experiencias visuales para el espectador. Las obras de Richter permiten pensar el pintor como un compositor, por una analogía con la música: el artista ya no “pinta” la realidad, sino que toma elementos de ella para componer una visión, una imagen, ensamblarla con elementos que recoge de aquí y allá.
En palabras del reconocido curador Udo Kittelman, director de la Nationalgalerie de Berlín, la obra de Richter hace énfasis en el acto de pintar, y permite pensar “no solo qué es la pintura, sino cuáles son las posibilidades de la pintura” y también, dónde comienza y dónde termina la realidad representada. Richter, como toda una generación de artistas alemanes, vivió la guerra y la politización del arte, pero que también logró sobrevivir este periodo para proponer nuevos enfoques más conceptuales, más desprendidos de una vinculación política. De ahí la variedad de una obra panorámica, en la cual también se pueden leer, en cierto sentido, momentos históricos del arte alemán. Por eso la exposición Panorama conserva una estructura cronológica, no porque la obra de Richter “evolucione”, sino porque descubrir sus tránsitos y sus búsquedas puede dar pistas para una historia de las formas pictóricas en el contexto del arte alemán.
Las obras de Richter permiten pensar el pintor como un compositor: el artista ya no “pinta” la realidad, sino que toma elementos de ella para componer una visión, una imagen.
Su pintura, por otro lado, es a veces denominada como una imagen sin marco. De las galerías y las casas de subastas, pasa fácilmente a su estudio y a su archivo fotográfico Atlas, que en sí mismo ha merecido exposiciones. Para Richter, el autor es un archivista de imágenes y por eso Atlas no es solo el nombre de un archivo, sino una obra en proceso. Sus fotografías de nubes y paisajes son a la vez registros y elementos de creación, elementos que pueden yuxtaponerse para crear sentidos nuevos de la imagen y reflexiones sobre el acto creativo. Entre lo abstracto y lo figurativo, entre la generalidad del panorama y la descomposición de los materiales, Richter nos recuerda otros modos de ver, de sentir y de experimentar la realidad.
Encuentra algunos libros de y sobre Gerhard Richter en la biblioteca del Goethe-Institut.