En América Latina, la muerte tiene un lugar importante en la vida cotidiana: en el arte popular, en fiestas y ritos excéntricos. Imágenes de la especial relación del continente con el más allá.
Una de las canciones más alegres del grupo de salsa Gran Combo de Puerto Rico le canta a la muerte. “¡Huye que te coge la muerte!”, repite el coro, mientras las trompetas y los timbales se contagian del ritmo desenfrenado de la canción. Aunque en muchas culturas entregarse al baile para burlarse de la muerte podría ser visto como un acto algo macabro, al parecer, en la cultura latinoamericana la paradójica relación entre vida y muerte no pueden desligarse. En palabras del poeta mexicano Octavio Paz: “Una sociedad que niega la muerte, niega también la vida”, y es así como en toda Latinoamérica encontramos lamentos y despedidas que se convierten también en fiesta y celebración.
Ya sea por medio de carnavales que funcionan como analogía de lo pasajera que es la vida, ritos que celebran el recuerdo de los muertos o amuletos: la muerte ocupa un lugar central en la idiosincrasia latinoamericana. Tal vez esto suceda porque, diariamente, la realidad de los latinoamericanos se ve invadida por actos violentos que, de alguna manera, han normalizado su presencia en medio de la cotidianidad. A pesar de esto, la vitalidad que encierran estas costumbres parecería dejar de lado las despedidas dolorosas para celebrar la esperanza de una resurrección o de una mejor vida después de la muerte.
Calaca – México: Estas sonrientes calaveras que bailan, cantan e incluso montan en bicicleta son iconos poderosos de la cultura mexicana. Surgieron de la imaginación del artista José Guadalupe Posada (1852-1913) y se han convertido en protagonistas del “Día de los muertos”. En México, esta fiesta parte de la idea de que ningún alma quiere ser recordada con lamentos, pues después de la muerte hay una vida mucho más feliz. Así, el Día de los muertos es una fiesta, y las coloridas calacas son pieza central de hermosos altares.
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Imagen: José Guadalupe Posada
Santería – Cuba: Uno de los principios básicos de la “santería”, practicada en Cuba desde la época de la esclavitud africanos en el Caribe, es “Ikú Lobi Osha”: “El muerto parió al santo”. De aquí surgen muchas ceremonias tradicionales de esta religión, resultado del encuentro entre las deidades de los esclavos yorubas y el catolicismo impuesto por los europeos. Para la santería, el culto a los ancestros muertos es prioritario y debe hacerse por medio de altares y ofrendas.
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Imagen: Gottheiten der Santería
Joselito Carnaval – Colombia: El personaje principal del Carnaval de Barranquilla, al comienzo de cada año, nos recuerda que la vida y la fiesta son efímeras. Después de cuatro días de celebraciones se da entierro a “Joselito”, quien muere borracho de tanto bailar y gozar. Los barranquilleros salen a la calle con ataúdes, cientos de hombres se disfrazan de mujer para convertirse en las viudas del difunto. Pero esta muerte es la antesala de los preparativos de la fiesta del próximo año, pues Joselito “resucitará” para dar inicio a las nuevas celebraciones.
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Imagen: Gabriel Quintero, imageshack.com
N.N. – Puerto Berrío, Colombia: El municipio de Puerto Berrío se encuentra a orillas del Río Magdalena. Sus habitantes, que han sufrido bajo el conflicto armado por décadas, practican una extraña costumbre con los cuerpos “N.N.” (anónimos), que a menudo flotan por el río. Los lugareños entierran a los muertos, marcan sus tumbas con la palabra “escogido”, y les llevan flores al cementerio. A cambio, los campesinos le piden a los N.N. pequeños milagros como los números ganadores de la lotería o el regreso de un amor perdido.
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Imagen: Aus dem Film „Requiem NN“, Juan Manuel Echavarría
Plañideras – Caribe: Una antigua tradición caribeña es la de contratar “plañideras” que lloran durante los funerales. Esta costumbre ya está registrada en textos del siglo XVII y surge de la creencia de que entre más se llora a un muerto, más se muestra lo excepcional de su carácter y lo bondadoso que fue en vida. Esta costumbre persiste en países como la República Dominicana, donde los asistentes al funeral dejan que las plañideras se lamenten mientras ellos beben y juegan naipes toda la noche.
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Imagen: @ Antonio Briceño
Lumbalú – San Basilio de Palenque, Colombia: El “lumbalú” es un ritual funerario celebrado en San Basilio de Palenque en el caribe colombiano. Durante las nueve noches siguientes a la muerte de una persona, la comunidad se reúne para despedirla por medio de danzas, cantos y bailes originarios de Angola y que llegaron a América de la mano de los esclavos. Los hombres tocan tambor y las mujeres realizan una danza alrededor del cadáver. Esta tradición es considerada Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la UNESCO.
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Imagen: efe
Día de los difuntos – Ecuador: En la madrugada del 2 de noviembre, en los cementerios de Ecuador se ofician los más suculentos banquetes. En esta noche las familias ofrecen a sus muertos comida, como un gesto para recordar los buenos momentos que se pasaron junto a ellos. La tradición es el resultado de la mezcla de costumbres católicas e indígenas, y se ha convertido en una forma de preservar muchas recetas tradicionales de la gastronomía ecuatoriana.
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Imagen: @ elcomercio.com
San La Muerte – Paraguay: Conocido también como “El señor que todo lo puede” y “El santo prohibido”, la imagen de San La Muerte es venerada en Paraguay y en el noreste de Argentina. Inspirado en la vida de un monje jesuita que durante el siglo XVI atendía a leprosos, el amuleto muestra una calavera encapuchada que sostiene una guadaña. Para sus creyentes, la figura protege de desgracias y atrae la buena fortuna a cambio de ofrendas que pueden ser whiskey o cigarrillos.
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Imagen: Andiar, CC BY-NC 2.0
El tío – Bolivia: Desde el siglo XIX los mineros de Potosí rinden culto a esta deidad, mitad hombre, mitad cabra. Cada año, habitantes de aquella ciudad en el sur de Bolivia hacen un festejo en donde se encomiendan al “Tío” para pedir protección dentro de la mina. Según la leyenda, el Tío tiene un apetito voraz. Por esta razón, los mineros sacrifican llamas y corderos y se los entregan al “Señor de la muerte” para que se alimente con estas ofrendas y no desate su ira contra ellos.