Desde siempre las bibliotecas han ofrecido a sus usuarios la posibilidad de participar de la memoria cultural y del saber de su época. Aunque esto no ha cambiado con la digitalización, sí se ha transformado el modo en que se transmiten los conocimientos.
Dado que las bibliotecas siempre han reflejado la sociedad a la que sirven, su aspecto también ha sufrido cambios considerables a lo largo de la historia. Pero sea en la opulencia de salas de lectura tradicionales o en el funcionalismo de las bibliotecas municipales de la República Federal, el centro siempre lo ocuparon el libro como medio y la técnica cultural de la lectura. Al personal bibliotecario especializado le correspondía escoger determinada información sobre el fondo de la biblioteca y transmitirla a los usuarios y usuarias. Ahora, sin embargo, Internet está volviendo cada vez más superfluas las bibliotecas en su calidad de “puerta al saber universal”.
Guías en el mar de datos digitales
En lugar de “lugar de préstamo”, ahora se le pide a la biblioteca que sea más bien una guía. Una guía para navegar por el mundo digital en el que los algoritmos funcionan como vigilantes de las compuertas de nuestra experiencia. Por eso la transparencia, la participación y la autodeterminación digital no deben considerarse dinámicas espontáneas, más bien lo contrario. Cada vez son más los indicios de que la desigualdad digital no sólo reproduce la desigualdad social sino que la refuerza, argumenta, por ejemplo, Nico Koenig, del proyecto autogestionado
P2PU (Peer to Peer University), dedicado a las nuevas formas de transmisión de saber. “Si usted tiene la motivación, el apoyo, el acceso y la competencia digital, la digitalización pondrá en la punta de sus dedos toda una biblioteca”, dice Koenig. “Pero si usted no tiene esa capacidad o apoyo, no podrá sacar provecho de la digitalización. Y en algunos casos el saber estará más lejos que antes.” Es aquí donde entran en juego las bibliotecas como transmisores de esas competencias necesarias para no perderse frente a la diaria marea de datos.
Para Jane Kunze que se dedica a difundir esa competencia digital en la Aarhus de Dinamarca, la tarea principal de las bibliotecas siempre han sido los datos y su selección, almacenamiento y transmisión. Hoy, en términos digitales, es importante también otro aspecto. Kunze dice que la cuestión es entender cómo se produce y se difunde la información, cuáles son sus fuentes y motivaciones. Esta es una condición esencial si se quieren tener mejores oportunidades de participar en el el campo social y profesional “sea para descubrir nuevas formas de hacer negocios, para mejorar el rendimiento en la escuela o aumentar la consciencia social sobre un problema local, etc.”
Transmisión de saber por otros caminos
Pocas bibliotecas tienen tanto en cuenta las nuevas realidades digitales y las expectativas sociales como el lugar donde trabaja Jane Kunze: el Dokk1 de la ciudad portuaria de Aarhus, Dinamarca. Inaugurado en 2015, no tardó en ser considerado el precursor de una nueva concepción de la labor bibliotecaria. Pero el Dokk1, la biblioteca pública más grande de Escandinavia es mucho más que eso, pues también opera como una combinación de centro cultural, ciudadano y científico. Y su construcción futurista-funcionalista de concreto rompe, no sólo en lo estético, de modo radical con las clásicas convenciones.
Un objetivo central es capacitar a jóvenes y personas mayores para que puedan interactuar con un paisaje de medios que cambia constantemente. Por ejemplo, Jane Kunze desarrolla formatos didácticos que les permiten a las personas analizar datos, configurarlos y contar historias con ellos. En el consumo diario de medios, dice Kunze, a muchas personas los datos se les caen en una “caja negra” y vuelven a salir como “información”, como
news feed en Facebook, resultado de búsqueda en Google o como visualización de datos. La tarea de las bibliotecas sería abrir esa caja negra. Una vez finalizado el proceso, las personas deberían entender cómo se genera la información a partir de algoritmos y de inteligencia artificial.
En consecuencia, en Dokk1 los libros análogos son sólo un servicio entre muchos otros. En el edificio situado directamente junto a la zona portuaria hay, pues, mucho espacio para encuentros, juegos y eventos de toda clase. Las capacidades prácticas pueden aprenderse en los llamados
Makerspaces, lugares para el trabajo creativo, que ahora también pueden verse en muchas bibliotecas alemanas. De la artesanía a la alta tecnología, allí se elaboran y se ponen a prueba proyectos de modo colectivo, y así se refuerzan esos conocimientos cada vez más importantes en un mundo personal y laboral que se esta digitalizando a toda velocidad.
La función social del aprendizaje
Según Nico Koenig de P2PU, si las bibliotecas ponen el foco en formas colaborativas de enseñanza y aprendizaje, es porque “estos procesos son, en su mejor versión, una actividad social”. Al fin y al cabo, gran parte de nuestro saber lo adquirimos en situaciones sociales o para aplicarlas en ellas. Por eso, ahora más que nunca es más importante entender la biblioteca como lugar donde “se pueden construir relaciones sociales”.
Dokk1 es considerado un precursor y modelo internacional, pero también ha despertado críticas. Por ejemplo, la de que allí todo termina convertido en un “evento”. Sin embargo, la apertura a lo nuevo y la consciencia de los valores tradicionales no tienen por qué excluirse. “Por supuesto”, admite Jane Kunze, “los ciudadanos tienen necesidades muy diferentes”. No todos tienen que convertirse en “analistas de datos”. “De todos modos, el rumbo de las bibliotecas públicas siempre ha sido el mismo: posibilitar un acceso libre, democrático e igualitario y no imponerlo”.
Dokk1 no puede considerarse un patrón para la reestructuración de las bibliotecas porque desde un principio se ajusta exactamente a las necesidades específicas de sus usuarios, que participaron de la concepción y pudieron incluir en el proyecto sus ideas, sus expectativas y conocimientos. A su vez, este aspecto hace de Dokk1 un ejemplo modélico de cómo deben concebirse a sí mismas las bibliotecas que ponen en el centro de su quehacer a las personas y no al material.