E-books, aplicaciones para smartphones y plataformas de lectura en línea: el nicho de la publicación digital es diverso y está muy activo. Sin embargo, sigue siendo un nicho.
“El libro es indestructible”, dijo Florian Illies, desde hace poco tiempo director de la editorial Rowohlt y autor de de bestsellers (entre otros, las novelas Generation Golf y 1913), en una entrevista en septiembre de 2018. Pero ¿qué significa esa declaración, que casi suena a una defensa? ¿Qué le está haciendo al libro impreso una competencia tan seria?
Cada año, cuando se hace la Feria de Frankfurt, se dan con prece regularidad los mismos debates. ¿El libro tiene futuro o ya todas las personas prefieren las películas o ver algo en su celular? En el rubro del libro siempre hubo necrológicas, pero desde el cambio de siglo, y todavía más desde la invención del celular y las tablets, muchos predicen el final de la cultura clásica del libro.
Ahora bien, esta división estricta entre libro impreso y contenidos digitales no tiene sentido; y la euforia de los innovadores digitales resulta tan exagerada como la sensación apocalíptica de los amantes del libro. En los últimos años, muchos proveedores que se habían lanzado con bríos a conquistar nuevos mercados y nuevos grupos de clientes se han retirado de los proyectos digitales. Por ejemplo, la plataforma de lectura “SoBooks” o la especializada para estudiantes “PaperC” han desaparecido. Uno de los proyectos insignia, la plataforma de narraciones “oolipo” de la editorial Bastei-Lübbe cerró y, la plataforma de lectura para smartphones “readfy” fue absorbida por Legimi, una empresa online de audiolibros y e-books después de pasar por dificultades financieras. La cuestión es sencilla: con esos y demás proyectos parecidos no se gaban el dinero suficiente. La lista de los proyectos fallidos podría continuarse largamente.
Las ganas de leer desaparecen, el optimismo ha pasado
Esto se debía sobre todo a que en esas plataformas no se ofrecían contenidos suficientemente atractivos, es decir, por los que los usuarios estuvieran dispuestos a pagar. Algunas plataformas de otros rubros, sin embargo, han mostrado cómo ganar usuarios: Netflix, Amazon Prime Video o incluso Spotify son un ejemplo de cómo llegar a los oyentes o espectadores con contenidos digitales a través del celular o la tablet. A esto se lo llama “generación de alcance” y, en última instancia, todos los que en los últimos años han intentando vender libros digitales fracasaron porque precisamente generaron poco alcance.
En las editoriales no hay acuerdo sobre si se puede, y cómo, ganar dinero con productos digitales. Como sea, el optimismo del cambio de siglo ya se diluyó por completo. Los notables crecimientos en las ventas son cosa del pasado. En Alemania la participación de e-books en el mercado editorial creció entre 2010 y 2013 del 0,5 al 3, 9 por ciento, pero desde entonces se ha quedado obstinadamente en el 4,1 por ciento de una facturación total de nueve mil ciento millones de euros.
Los conocedores del sector suponen que, a pesar de los dispositivos mejorados como Tolino, Amazon-Fire y las tablets, se ha alcanzado un grado de saturación y en los próximos años sólo habrá un crecimiento mínimo. Pues el problema fundamental es otro: las ganas de leer están desapareciendo de modo general, más allá del soporte. En los últimos diez años el rubro perdió nada menos que seis millones de compradores y es más que dudoso que pueda recuperarlos por medio de canales digitales.
En Internet aparecen nuevos nichos
Sin embargo, en el mundo infinito de Internet se han desarrollado numerosos nichos que funcionan independientemente de las editoriales tradicionales. Claro está, los grandes literatos siguen quedándose en instituciones como Suhrkamp, Hanser, Rowohlt, Fischer y muchas otras. Pero el ejército de personas que antes esperaban en vano una publicación por fin ha encontrado un lugar de difusión en la autoedición, práctica que hoy lidera Amazon. Este mercado es muy diverso y está activo. Más de uno ya ha ganado dinero con estos contenidos ofrecidos exclusivamente de modo digital y la leyenda que surgió en torno al libro
Cincuenta sombras de Grey, de E.L. James, publicado originalmente como e-book, y que en Europa fue un bestseller y récord de ventas, ha despertado en muchos la esperanza de poder dar alguna vez un golpe semejante. La realidad, más profana, es que hay miles y miles de títulos y que todos compiten entre sí: los mamotretos eróticos de atmósfera voluptuosa y tétrica, las novelas históricas, los libros esotéricos y las memorias. Para al menos llamar un poco la atención, siempre hay ofertas especiales, e-books por 99 centavos de euro o alquiler gratis por unos días.
Aumentos dignos de mención registran solamente los libros especializados: en las publicaciones médicas, jurídicas y de otras ciencias, los formatos digitales han superado a las versiones impresas, debido, entre otros factores, a las actualizaciones constantes. Un denominador común: en el trabajo muchos lectores utilizan libros en formato digital pero para el tiempo libre prefieren el clásico producto impreso. Florian Illies no se equivoca: pasará mucho tiempo antes de que el libro clásico muera.