Todo el mundo la tiene por favorita. Y difícilmente podría ser de otra manera, pues Aki Kaurismäki es un director especializado en festivales que entusiasma por igual a jurados y público.
En un estilo que fluctúa constantemente entre la tragedia y la comedia, el finlandés lleva más de 30 años narrando paradojas de la sociedad occidental, con particular atención puesta en su país de origen. Su nueva película trata temas más de actualidad que nunca hasta ahora. The other side of hope, en efecto, narra el encuentro casual entre el dueño de un restaurante, hombre de de edad ya avanzada apasionado por el póker, y un solicitante de asilo procedente de Siria. Aunque al principio ambos llegan a las manos, se irán convirtiendo después en amigos y se ayudarán mutuamente, en una situación en que el joven sirio está angustiado por la desaparición de su hermana, que permaneció en Oriente Medio.
The other side of hope se exhibirá el 15 de febrero en preestreno mundial en la Berlinale, después de una sesión previa para periodistas la mañana de ese mismo día. Seis años han pasado ya desde
Le Havre, la película anterior de Kaurismäki. En cierto modo,
The other side of hope es su continuación: ambas películas tratan de refugiados (la de 2011 se centraba sobre un joven africano), y ambas se integran también en algo parecido a una trilogía sobre ciudades portuarias, cuya tercera parte, o al menos así lo afirma el director, va tomando ya forma en su cabeza.
Filmplakat von „The Other Side of Hope“
| © The Other Side of Hope
En ocasiones anteriores, Kaurismaki había insistido ya en que no le interesaban nada las historias de gente rica. En un momento en que el Presidente de los EE. UU. Trump intenta denegar la entrada en el país a refugiados sirios y a personas procedentes de Irán, Irak, Yemen, Libia, Somalia y Sudán, resulta difícil que la política no esté presente en la alfombra roja de la Berlinale. Y habría sido casi imposible que Kaurismäki se contuviera aquí. En 2003 estaba nominado al Oscar a la mejor película en lengua extranjera por
The Man without a Past. Pero decidió hacer boicot a la ceremonia de entrega por la razón de que los Estados Unidos estaban a punto de atacar en Afganistán: “No estamos viviendo una época de glamour. El gobierno norteamericano, llevado de desvergonzados intereses económicos, prepara un crimen contra la humanidad.” Unos meses antes, Kaurismäki había ya rechazado visitar Nueva York tras habérsele denegado el visado a su colega iraní Abbas Kiarostami.
Por suerte, y gracias también al poder del cine, las ideas no necesitan visado para atravesar fronteras. Tienen la capacidad de circular por todas partes. Sea en Berlín o en cualquier otra parte del mundo.