Fotoreportajes El arte de resucitar cosas muertas – Gente reparando cosas en Bogotá
¡No todo lo que se daña tiene que terminar en la basura! En países como Colombia, casi todo tiene arreglo, y para cada objeto estropeado, hay un experto que lo regresa a la vida. Imágenes de maestros reparadores.
Cada día, en el mundo entero, los seres humanos producimos más de 3,5 millones de toneladas de basura. Si tomáramos esos desperdicios y los prensáramos con una máquina de hacer bloques macizos, podríamos reproducir cada par de semanas, una y otra vez, todos los rascacielos de Manhattan, en una especie de pesadilla arquitectónica repleta de altísimos edificios de basura.
Una parte considerable de los desechos que tiramos son objetos de uso cotidiano: ropa usada un par de veces, celulares que aún funcionan, computadores pasados de moda, aparatos eléctricos en desuso… En un mundo obsesionado con “lo nuevo”, el gran problema es que nos hemos convertido en una cultura de “comprar-tirar a la basura-y comprar de nuevo”.
Convencidos de que reparar también es reciclar, en HUMBOLDT reunimos algunas imágenes de personas que se dedican, día a día, a devolverle la vida a cosas aparentemente muertas: gente que repara cosas en Bogotá.
Foto: Victoria Holguín
Buen ojo. Marco Fidel Infante se dedica desde hace 40 años al lento y minucioso trabajo de reparar relojes. Actualmente trabaja en “Cronos”, una relojería en el Centro Comercial Metrópolis, en el occidente de Bogotá.
Foto: Victoria Holguín
Freddy Suescún repera desde hace tres años bicicletas en un local del bario Las Orquídeas. En Colombia, arreglar una llanta pinchada o recortar una cadena para que la bicicleta ande mejor no cuesta –por desgracia para el reparador de bicicletas– casi nada. Pero desde que montar en bicicleta se ha vuelto más popular en Bogotá, el trabajo de Freddy es cada vez más necesario.
Foto: Victoria Holguín
Rubén Solano repara planchas, licuadoras y pequeños hornos eléctricos desde hace 20 años…
Foto: Victoria Holguín
En un país en que los jugos de fruta hacen parte de la dieta diaria, y en el que incluso la ropa interior y los jeans se planchan, el trabajo de Rubén Solano es, como se puede ver, un buen negocio.
Foto: Victoria Holguín
Hace tiempo, Rodrigo Hernández decidió abrir un taller de reparación en su casa, en el bario Villa Magdala. La idea funcionó. Con una antigua pero robusta máquina de coser, repara desde hace siete años todo tipo de maletas y bolsos para los clientes del bario.
Foto: Victoria Holguín
Lo que inició como hobby, es ahora un trabajo. María Cristina Ruiz empezó hace tiempo a reparar sus propios bordados. Gracias a la publicidad informal entre los vecinos de su barrio, María Cristina trabaja ahora desde su casa reparando finos bordados dañados por vejez o después de ser lavados en lavadoras.
Foto: Victoria Holguín
William García repara decenas de teléfonos y máquinas de fax casa mes. Lleva haciéndolo desde hace quince años en su local en el barrio Las Orquídeas. Con el paso del tiempo, ha tenido que adaptarse a los cambios técnicos en su disciplina: de los teléfonos tradicionales a los electrónicos, y de allí a los teléfonos celulares.
Foto: Victoria Holguín
Doce años de experiencia “poniendo bonitas” lavadoras, neveras y congeladores. Ese es el tiempo que Pedro Cifuentes lleva trabajando en su taller del barrio Las Orquídeas. En especial la reparación de neveras implica un dilema: las máquinas antiguas son más nocivas para el medio ambiente que las modernas. Pero su calidad y su promedio de vida útil son superiores a los de los nuevos aparatos.
Foto: Victoria Holguín
En su casa en el barrio La Estrada, Marina López realiza desde hace treinta años “arreglos” a la ropa de sus vecinos: recorta pantalones y toma dobladillos, pone cremalleras y deja como nuevos los uniformes escolares que los niños del barrio usan año tras año.
Foto: Victoria Holguín
Hace varios años Luís Antonio Sierra tenía un supermercado. Un día, decidió dejar las frutas y las verduras y dedicarse a otra disciplina. Desde hace cinco años repara y renueva todo tipo de muebles en madera en su local del barrio Las Orquídeas.
Foto: Victoria Holguín
¡Increíble pero cierto!: un par de zapatos pueden durar una vida entera. Clara Quintero trabaja desde hace dos años en la “Renovadora de calzado”, también en el barrio Las Orquídeas. Gracias al trabajo dedicado de zapateros de barrio como ella, muchas personas pueden usar, una y otra vez durante años, sus zapatos preferidos.