Un joven fotógrafo colombiano recorrió zonas del campo colombiano donde se han reunido temporalmente guerrilleros desmovilizados de las FARC, y recolectó fotos de los grafitis que se encuentran en paredes de las construcciones de la zona.
Las siguientes imágenes hablan del pasado de la guerra en Colombia, del presente, donde la paz aún es nueva y delicada, y de un futuro incierto, lleno de temores y esperanzas.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Viajar de Cúcuta hacia el Catatumbo me recordó mi infancia. Después del río Zulia, la Policía de Tránsito se mueve en tanquetas; los que van en moto llevan fusiles, cascos y chalecos antibalas.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Por las carreteras y en los pueblos, los puestos de policía están cubiertos de trincheras, ningún militar descuida nunca su espalda y las viviendas están marcadas: ‘EPL’, ‘ELN’. Rayones impersonales de aerosol negro que parecen acabados de pintar por la misma persona.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Viajé al Catatumbo y a Puerto Asís (departamento del Putumayo en el suroccidente de Colombia) con el proyecto “Un mundo sin hambre”, de Cerosetenta y FESCOL. Este proyecto priodístico investiga la seguridad alimentaria en el área de influencia de las Zonas Veredales Transitorias de Normalización, donde se encuentran reunidos los guerrilleros de las FARC tras la firma del Acuerdo de Paz con el Gobierno.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Este viaje me recordó la vereda donde crecí. Poco antes o poco después –estaba muy pequeño, igual– del final del Proceso de Paz del Caguán, muchas casas de la Cuncia, una vereda de Villavicencio, amanecieron rayadas.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
“Autodefensas Unidas de Colombia” (AUC). “Bloque Centauros”. “Fuera sapos de las FARC”. Los recuerdos de infancia me dicen que en los muros del jardín de mi casa escribieron “ELN”, pero eso no parece tener sentido. Probablemente escribieron “AUC”.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Ese grafiti es una marca de guerra, como las marcas de orina dejadas por los perros. Un “aquí mando yo” de los grupos armados.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
El sol y lluvia del Piedemonte Llanero fueron borrando las letras, pero durante años nadie –ninguno de nosotros– se atrevió a tocarlas.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Sólo volvimos a pintar nuestras viviendas cuando la humedad reemplazó el aerosol y fue evidente que no corríamos peligro.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Pasaron casi 15 años para volver a ver paredes así.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
En Puerto Asís, Putumayo, los únicos grafitis que se encuentran son de los frentes 32 y 48 de las FARC. Cada vez más desteñidos, son una metáfora del apaciguamiento del conflicto en esa región.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Por el contrario, en las montañas entre Tibú y El Tarra, pasacalles de Año Nuevo muestran que el Catatumbo vive un momento distinto.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Incluso hay caminos con avisos que alertan sobre zonas minadas. El conflicto está vivo y hay una fuerte presencia de grupos armados ilegales.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Durante mis viajes traté de detenerme para fotografiar esos símbolos de este momento crucial y ambiguo de Colombia. Algunas veces no me atreví a bajarme de la moto, así que hay fotos mal encuadradas o lejanas.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Esta también es una serie incompleta: en el mismo Catatumbo decidí no fotografiar viviendas completamente rayadas por el EPL por temor a mi seguridad.
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Foto: Gabriel Corredor Aristizábal
Además, no he estado en el Urabá o el norte del Chocó, donde las paredes dicen “AGC”, por las “Autodefensas Gaitanistas de Colombia”, quizás la pieza más compleja y menos presente en los medios de este rompecabezas que es la historia de la violencia en Colombia.
* La version original fue publicada en: Revista Cerosetenta (cerosetenta.uniandes.edu.co).