La lentitud, el alto en las artes tecnológicas
A la conquista del tiempo perdido
Con la introducción del factor tiempo en las artes mediáticas, la inmovilidad se convirtió en posibilidad. Para nuestro dossier, la autora Esther Bourdages habla de este aspecto apasionante de las artes contemporáneas.
Como señala la musicóloga alemana Helga de la Motte-Haber en la monografía Rolf Julius, Small Music (Grau) (1995), fue en el transcurso del siglo XX que las artes entraron en una nueva forma de interactividad. Los cruces y las alianzas entre los medios contribuyeron a la apertura de las fronteras entre las prácticas artísticas y abrieron la posibilidad de incluir el espacio y el tiempo como componentes.De manera similar, las obras de arte están constituidas en el seno de un marco flexible que puede articular todo tipo de temporalidad, hasta el alto total.
Un aspecto del arte que se conjuga con la ciencia y la tecnología le confirió movimiento a la materia —ya sea por influencia de la física o de la química— y, así, engendró el arte cinético, el op art, el arte robótico, el videoarte, las artes digitales, las artes mediáticas, etc. Esas formas artísticas dinámicas se inscriben en el tiempo y en el espacio, mientras que se despliegan en la duración.
Al filo de la historia, a los artistas les emociona distorsionar las máquinas. Es el caso del artista suizo Jean Tinguely (1925-1991), cuyas esculturas cinéticas de metal muestran apariencias absurdas: algunas presentan una repetición constante del mismo movimiento que no desemboca en ningún lado; en ciertos casos, las obras organizan la lentitud o una avería en acción, en otros, los ambientes artísticos están programados para autodestruirse, como en Homenaje a Nueva York (1961). El historiador del arte suizo Jean-Pierre Keller subraya que, a lo largo de su carrera, Tinguely supo realizar las mil y una variantes de una única y misma máquina: ¿la máquina para detener el tiempo?
El tiempo representa un elemento mayor en la creación de Tinguely. A través de algunos manifiestos que escribió, anclados en la democratización del arte, muchas veces pone en primer plano el movimiento como elemento artístico. En marzo de 1959, lanzó sobre la ciudad de Düsseldorf 15,000 ejemplares de su manifiesto Für Statik [Por la estática], una oda para apreciar el momento presente, para quedarse estáticos con el movimiento, pues, según él, es lo único estable:
Un poco después, el mismo año, a través del texto Static, Static, Static, Tinguely sigue uniendo los términos “movimiento” y “estática”, que a priori parecen contrarios, y crea una conexión entre ellos:
Las artes que se afirman en el presente, como el arte cinético, tienen la facultad de mantener despierto el sentido de lo público. A propósito de una sala llena de lentas esculturas cinéticas de Pol Bury, la historiadora del arte Rosalind Krauss cuenta: “…en el silencio, resentimos… el rechinar de las cuerdas… forma un ambiente destinado a mantener despiertos los sentidos". (Krauss, 1997)
Con una estrecha relación entre lo visual y lo sonoro, las obras del artista alemán Rolf Julius (1939-2011) reclaman una atención focalizada en piezas sonoras compuestas de sonidos mínimos que surgen de la materialidad de objetos amplificados. La acústica de los lugares a veces está incluida en sus creaciones, como demuestra Concert for a Frozen Lake (1982): con una economía de medios, se le pide al público que camine sobre un lago congelado de Berlín para escuchar una pieza sonora que emitía música hecha para un lago congelado a través de pequeños altavoces. Esa tranquilidad también se encuentra en la obra Room of Stillness: Julius conceptualizó un espacio tranquilo acondicionado con un entorno de inmovilidad con ayuda del arte o de la música, o de ambas, en donde el espectador está invitado al retiro y al descanso en solitario. Imaginaba que todo el mundo podría estar cubierto de una red de este tipo de espacios de “inmovilidad activa”, zonas de tranquilidad muy sobrias, propicias para experiencias de artes visuales, de escucha y de concentración.
Lago congelado | © Shutterstock | rangizzz
Hoy, en la era de lo digital, la tecnología ocupa un lugar importante en lo cotidiano. El planeta tiene una cantidad innumerable de redes que albergan un contínuum de operaciones de datos. Frente a la avasalladora invitación del uso de las computadoras, de los objetos de telecomunicación y de las redes sociales, la artista y autora estadounidense Jenny Odel exhorta, en su obra llamada How to Do Nothing: Resisting the Attention Economy, a desapegarnos de la atención económica. Al contrario, preconiza un regreso al apego al tiempo y al espacio que designa con el término de placefulness, un tipo de espacio-tiempo que pretende ser sensible ante la historia (lo que pasó aquí) y ante la ecología (quién y qué vive o vivió aquí). (Odel, 2019)
Hay organismos culturales independientes que se posicionan frente a la ubicuidad tecnológica. Entre 2019-2021, el centro de artistas feminista AdaX, de Montreal, dedicado a las artes tecnológicas, adopta, con la serie Slow Tech, una postura crítica que se declina en torno a tres ejes: el medio ambiente, la temporalidad y las interacciones (en la medida en que dichas interacciones están conectadas con lugares locales y personas concretas).
Yoojin Lee "slowth (habitats)", 2020. | © Imagen cortesía de la artista y de Titanik | Fotografía de Hertta Kiiski En febrero de 2022, en la presentación de Slow Tech, la artista británica Yoojin Lee compartió sus investigaciones sobre el sueño: motivada por la hiperconectividad desmedida en la que vivimos, propone una reflexión, por medio de videos, de instalaciones y de escritura, sobre las interdependencias entre las personas y las “tecnologías de la luz”. As long as there is time to sleep explora el tema del sueño y su persistencia ilógica en un mundo iluminado sin cesar.
La artista subraya que el acto de dormir se volvió naturalmente incompatible con el mundo interrumpido por la exigencia de no dejar de operar, y que más bien encarna una forma de resistencia individual y universal. Entre otras fuentes, basa sus estudios en la filosofía del autor estadounidense Jonathan Crary, que analiza el “tiempo de la indiferencia”: ese tipo de tiempo de la productividad en el que estamos sumergidos “niega el ritmo frágil y la textura de la vida humana… impone una disponibilidad absoluta, [al tiempo que engendra] una insatisfacción perpetua, etc.” (Lee, 2016)
Lee nos alienta a simplemente reconsiderar el acto de dormir, reconquistar esa actividad con miras a apreciarla. Vuelve a valorar el presente haciendo énfasis en él: “un cuerpo dormido, un ser dormido, es vulnerable e íntimo, pero al mismo tiempo, está muy presente”. A través de las obras tecnológicas que evolucionan en el tiempo, los artistas nos enseñan a tomar consciencia del presente y también a distanciarnos del tiempo lineal de la productividad para involucrarnos en un tiempo-espacio de evasión, aunque esté aislado e inmóvil.
Un aspecto del arte que se conjuga con la ciencia y la tecnología le confirió movimiento a la materia —ya sea por influencia de la física o de la química— y, así, engendró el arte cinético, el op art, el arte robótico, el videoarte, las artes digitales, las artes mediáticas, etc. Esas formas artísticas dinámicas se inscriben en el tiempo y en el espacio, mientras que se despliegan en la duración.
¡El movimiento es estático!
En lugar de seguir la cadencia de las máquinas, algunos artistas se apropian de la tecnología y proponen caminos que cuestionan el ritmo desenfrenado de la productividad de la sociedad industrial. En ese sentido, este artículo examina las investigaciones artísticas —al margen de la eficacia tecnológica— que hacen énfasis en un tempo lento hasta llegar al alto total.Al filo de la historia, a los artistas les emociona distorsionar las máquinas. Es el caso del artista suizo Jean Tinguely (1925-1991), cuyas esculturas cinéticas de metal muestran apariencias absurdas: algunas presentan una repetición constante del mismo movimiento que no desemboca en ningún lado; en ciertos casos, las obras organizan la lentitud o una avería en acción, en otros, los ambientes artísticos están programados para autodestruirse, como en Homenaje a Nueva York (1961). El historiador del arte suizo Jean-Pierre Keller subraya que, a lo largo de su carrera, Tinguely supo realizar las mil y una variantes de una única y misma máquina: ¿la máquina para detener el tiempo?
El tiempo representa un elemento mayor en la creación de Tinguely. A través de algunos manifiestos que escribió, anclados en la democratización del arte, muchas veces pone en primer plano el movimiento como elemento artístico. En marzo de 1959, lanzó sobre la ciudad de Düsseldorf 15,000 ejemplares de su manifiesto Für Statik [Por la estática], una oda para apreciar el momento presente, para quedarse estáticos con el movimiento, pues, según él, es lo único estable:
"Todo se mueve, no hay inmovilidad. No se dejen influir por las costumbres que sobrevivieron. Dejen pasar las horas los segundos y los minutos. Abandonen cualquier resistencia al cambio. Estén en el tiempo —quédense estáticos, quédense estáticos— con el movimiento."
Jean Tinguely, “Für Statik” [Para la estática], extracto, 14 de marzo de 1959. archives.skafka.net
Un poco después, el mismo año, a través del texto Static, Static, Static, Tinguely sigue uniendo los términos “movimiento” y “estática”, que a priori parecen contrarios, y crea una conexión entre ellos:
"¡El movimiento es estático! El movimiento es estático porque es lo único inmutable, la única certidumbre, el único elemento inalterable. La única certidumbre es que el movimiento es estático." (Jean Tinguely,1959)
Las artes que se afirman en el presente, como el arte cinético, tienen la facultad de mantener despierto el sentido de lo público. A propósito de una sala llena de lentas esculturas cinéticas de Pol Bury, la historiadora del arte Rosalind Krauss cuenta: “…en el silencio, resentimos… el rechinar de las cuerdas… forma un ambiente destinado a mantener despiertos los sentidos". (Krauss, 1997)
Con una estrecha relación entre lo visual y lo sonoro, las obras del artista alemán Rolf Julius (1939-2011) reclaman una atención focalizada en piezas sonoras compuestas de sonidos mínimos que surgen de la materialidad de objetos amplificados. La acústica de los lugares a veces está incluida en sus creaciones, como demuestra Concert for a Frozen Lake (1982): con una economía de medios, se le pide al público que camine sobre un lago congelado de Berlín para escuchar una pieza sonora que emitía música hecha para un lago congelado a través de pequeños altavoces. Esa tranquilidad también se encuentra en la obra Room of Stillness: Julius conceptualizó un espacio tranquilo acondicionado con un entorno de inmovilidad con ayuda del arte o de la música, o de ambas, en donde el espectador está invitado al retiro y al descanso en solitario. Imaginaba que todo el mundo podría estar cubierto de una red de este tipo de espacios de “inmovilidad activa”, zonas de tranquilidad muy sobrias, propicias para experiencias de artes visuales, de escucha y de concentración.
Lago congelado | © Shutterstock | rangizzz
“Slow Tech”
Por su parte, el alto total se encuentra en la pantalla blanca que no muestra nada y anuncia así la desaparición de la imagen. Jugando con la dualidad del presente y de la ausencia de imágenes, las series fotográficas Theaters y Drive-In (1978- ) del artista japonés Hiroshi Sugimoto (1948- ) exhiben pantallas de cine y de autocinema que dan la ilusión de ser vírgenes. De hecho, las imágenes de pantalla blanca muy brillantes revelan la realidad del objetivo fotográfico que captó en un mismo cuadro todas las imágenes de una película proyectada. El tiempo acumulado, comprimido en una imagen, permite ver una obra ausente que dejó una huella de luz.Hoy, en la era de lo digital, la tecnología ocupa un lugar importante en lo cotidiano. El planeta tiene una cantidad innumerable de redes que albergan un contínuum de operaciones de datos. Frente a la avasalladora invitación del uso de las computadoras, de los objetos de telecomunicación y de las redes sociales, la artista y autora estadounidense Jenny Odel exhorta, en su obra llamada How to Do Nothing: Resisting the Attention Economy, a desapegarnos de la atención económica. Al contrario, preconiza un regreso al apego al tiempo y al espacio que designa con el término de placefulness, un tipo de espacio-tiempo que pretende ser sensible ante la historia (lo que pasó aquí) y ante la ecología (quién y qué vive o vivió aquí). (Odel, 2019)
Hay organismos culturales independientes que se posicionan frente a la ubicuidad tecnológica. Entre 2019-2021, el centro de artistas feminista AdaX, de Montreal, dedicado a las artes tecnológicas, adopta, con la serie Slow Tech, una postura crítica que se declina en torno a tres ejes: el medio ambiente, la temporalidad y las interacciones (en la medida en que dichas interacciones están conectadas con lugares locales y personas concretas).
Yoojin Lee "slowth (habitats)", 2020. | © Imagen cortesía de la artista y de Titanik | Fotografía de Hertta Kiiski En febrero de 2022, en la presentación de Slow Tech, la artista británica Yoojin Lee compartió sus investigaciones sobre el sueño: motivada por la hiperconectividad desmedida en la que vivimos, propone una reflexión, por medio de videos, de instalaciones y de escritura, sobre las interdependencias entre las personas y las “tecnologías de la luz”. As long as there is time to sleep explora el tema del sueño y su persistencia ilógica en un mundo iluminado sin cesar.
La artista subraya que el acto de dormir se volvió naturalmente incompatible con el mundo interrumpido por la exigencia de no dejar de operar, y que más bien encarna una forma de resistencia individual y universal. Entre otras fuentes, basa sus estudios en la filosofía del autor estadounidense Jonathan Crary, que analiza el “tiempo de la indiferencia”: ese tipo de tiempo de la productividad en el que estamos sumergidos “niega el ritmo frágil y la textura de la vida humana… impone una disponibilidad absoluta, [al tiempo que engendra] una insatisfacción perpetua, etc.” (Lee, 2016)
Lee nos alienta a simplemente reconsiderar el acto de dormir, reconquistar esa actividad con miras a apreciarla. Vuelve a valorar el presente haciendo énfasis en él: “un cuerpo dormido, un ser dormido, es vulnerable e íntimo, pero al mismo tiempo, está muy presente”. A través de las obras tecnológicas que evolucionan en el tiempo, los artistas nos enseñan a tomar consciencia del presente y también a distanciarnos del tiempo lineal de la productividad para involucrarnos en un tiempo-espacio de evasión, aunque esté aislado e inmóvil.
Referencias
- Helga de La Motte-Haber, Rolf Julius, Small Music (Grau), Heidelberg 1995, Kehrer Verlag, p. 18.
- Jean-Pierre Keller, Tinguely et le mystère de la roue manquante, Ginebra, éditions de l’aube, p. 41.
- Jean Tinguely, Für Statik [Por la estática], fragmento, 14 de marzo de 1959.
- Jean Tinguely, Static, Static, Static, noviembre de 1959.
- Rosalind Krauss, Passages: une histoire de la sculpture de Rodin à Smithson. París 2000, Macula, p. 233.
- Jenny Odell, How to Do Nothing: Resisting the Attention Economy, Brooklyn 2019, Melville House, p. XVIII.
- Yoojin Lee, As long as there is time to sleep, publicación independiente, 2016. Libro en línea.