Agarrar el freno de emergencia en marcha vacía
En el tren equivocado
Goethe, que todavía viajó a Roma en carruaje, no conocía el freno en la misma acepción de hoy en día, pero ya presentía, qué „poco se puede atenuar las máquinas de vapor” y si solamente hubiera vivido algunos años más, incluso hubiera visto el ferrocarril en Weimar. La industrialización progresó rápidamente, y también significó un progreso en tiempo y espacio
En estos días, a veces te tropiezas con metáforas misteriosas, como las que Goethe admiraba en la poesía oriental, en los anuncios políticos más triviales: “eso lo regula el freno de emergencia federativo”, comunicó el gobierno federal alemán en abril del año 2021. Mientras que, desde hace mucho, ya ningún Orient Express le da alas a nuestra imaginación, el “vuelo e impulso” poético del que Goethe creía que “tal vez no le agradaría a los sentimientos del hombre occidental”, en la prosa de la política occidental (que aquí no significa otra cosa que alemana) es trasladado otra vez en el carril.
La pregunta, si la propagación del virus se deja frenar inorgánicamente, tal como una locomotora, queda abierta; al igual que la cuestión, si un freno instalado por el estado pueda regular algo. Se recomienda no enderezar un cuadro ladeado. Es mejor mirarlo así mismo, de reojo, para ver si se puede distinguir algo.
Freno de emergencia con protección bucal del metro de Berlín | Foto: Christoph Hesse
La rueda de la historia, que se mencionó por primera vez en el año de la revolución 1848, de ahí en adelante se giraba como por sí mismo. Las revoluciones, anunciaba Marx, „son las locomotoras de la historia mundial“. No quería saber nada de frenos. Tenía cierta comprensión para obreros que destrozaban máquinas, más no para los burgueses cuyo espíritu fue desenganchado de su negocio.
Mientras los trenes del tiempo se adelantaron, el espectro seguía trasgueando en las piezas de diez recámaras distinguidamente amuebladas y apartadas de la estación del tren. Pero aun ahí pronto se enteraban cómo los vagones rodaban hacia el frente de una Guerra mundial que, por primera vez, también se llevó a cabo de manera aérea.
La historia, para en algún momento proporcionar el fundamento de la felicidad, no debe ser llevada a su fin, sino ser interrumpida por fin. „Quizás“, con estas palabras Benjamin se enfrentó a las locomotoras marxistas, „las revoluciones sean el intento de la humanidad que viaja en este tren de jalar el freno de emergencia.“ Apuntó esto tan sólo pocos meses antes de su muerte, apenas empezada la Segunda Guerra Mundial.
El mundo se volvió a levantar también de su segunda caída, esta vez con doble velocidad. Para Benjamin, el freno de emergencia fue una expresión de desesperación y, al mismo tiempo, de la utopía revolucionaria en toda su imposibilidad. Hoy en día, el discurso de por sí inconsciente sobre un freno de emergencia parece más bien expresión de impotencia; que se les nota abiertamente también a los que están equipados con el poder político. Tal vez síntoma de una incapacidad general para comprender, o por lo menos describir, el mundo en que sorprendentemente seguimos viviendo.
Con el concepto aparentemente contradictorio de una dialéctica parada, Benjamin le dio una expresión filosófica-histórica al freno de emergencia, que él mismo quería dar a entender como imagen. Sin embargo, al transportarla a la actualidad, surge una imagen distinta: El paro, que el mundo se autorrecetó últimamente, pone en evidencia el lado oscuro de una actividad que no quiere poner en duda el principio de su movimiento. Como una parada imprevista en la ruta abierta, después de la cual “el feliz viaje vacío” (Kafka) continua como si nada. El freno de emergencia no puede funcionar por la simple razón de que la locomotora está en el museo. El aparato que podría retratar atinadamente la sociedad y la historia, tal vez lo deberíamos reiniciar.
La pregunta, si la propagación del virus se deja frenar inorgánicamente, tal como una locomotora, queda abierta; al igual que la cuestión, si un freno instalado por el estado pueda regular algo. Se recomienda no enderezar un cuadro ladeado. Es mejor mirarlo así mismo, de reojo, para ver si se puede distinguir algo.
Freno de emergencia con protección bucal del metro de Berlín | Foto: Christoph Hesse
Las locomotoras de la historia mundial
Goethe, que todavía viajó a Roma en carruaje, no conocía el freno en la misma acepción de hoy en día, pero ya presentía, qué „poco se puede atenuar las máquinas de vapor” y si solamente hubiera vivido algunos años más, incluso hubiera visto el ferrocarril en Weimar. La industrialización progresó rápidamente, y también significó un progreso en tiempo y espacio, la locomotora no sólo era el medio de transporte revolucionario de su tiempo, sino al mismo tiempo también fue su símbolo.La rueda de la historia, que se mencionó por primera vez en el año de la revolución 1848, de ahí en adelante se giraba como por sí mismo. Las revoluciones, anunciaba Marx, „son las locomotoras de la historia mundial“. No quería saber nada de frenos. Tenía cierta comprensión para obreros que destrozaban máquinas, más no para los burgueses cuyo espíritu fue desenganchado de su negocio.
Mientras los trenes del tiempo se adelantaron, el espectro seguía trasgueando en las piezas de diez recámaras distinguidamente amuebladas y apartadas de la estación del tren. Pero aun ahí pronto se enteraban cómo los vagones rodaban hacia el frente de una Guerra mundial que, por primera vez, también se llevó a cabo de manera aérea.
Jalar el freno de emergencia
„Una generación, que todavía iba a la escuela en carruaje de caballo“, escribió Walter Benjamin veinte años después, ya desde su exilio en Paris, „se paró bajo el cielo abierto en un paisaje, en que nada se quedó sin cambio más que las nubes, y debajo de ellos, en un campo de fuerza de corrientes y explosiones, el cuerpo humano diminuto y vulnerable.“ Sabía que el ferrocarril, que él mismo había tomado algunos años atrás para viajar a Moscú, la Roma de la revolución mundial del proletariado, en esta época, nueva otra vez, ya “empieza a anticuarse”; y que el progreso de la sociedad -como bajo un mal augurio-, palpable en sus fuerzas de producción económicas y técnicas, es una catástrofe perpetua, que ni siquiera el socialismo incipiente puso evitar.La historia, para en algún momento proporcionar el fundamento de la felicidad, no debe ser llevada a su fin, sino ser interrumpida por fin. „Quizás“, con estas palabras Benjamin se enfrentó a las locomotoras marxistas, „las revoluciones sean el intento de la humanidad que viaja en este tren de jalar el freno de emergencia.“ Apuntó esto tan sólo pocos meses antes de su muerte, apenas empezada la Segunda Guerra Mundial.
Una dialéctica parada
Lo que décadas después fue considerado como una rotura de civilización, no fue en detrimento de aquel progreso: uno que se lleva mejor con cualquier barbarie supuestamente superada que con un progreso que realmente fuera un progreso de la humanidad y por ello ya no necesitaría de esa denominación fanfarrona.El mundo se volvió a levantar también de su segunda caída, esta vez con doble velocidad. Para Benjamin, el freno de emergencia fue una expresión de desesperación y, al mismo tiempo, de la utopía revolucionaria en toda su imposibilidad. Hoy en día, el discurso de por sí inconsciente sobre un freno de emergencia parece más bien expresión de impotencia; que se les nota abiertamente también a los que están equipados con el poder político. Tal vez síntoma de una incapacidad general para comprender, o por lo menos describir, el mundo en que sorprendentemente seguimos viviendo.
Con el concepto aparentemente contradictorio de una dialéctica parada, Benjamin le dio una expresión filosófica-histórica al freno de emergencia, que él mismo quería dar a entender como imagen. Sin embargo, al transportarla a la actualidad, surge una imagen distinta: El paro, que el mundo se autorrecetó últimamente, pone en evidencia el lado oscuro de una actividad que no quiere poner en duda el principio de su movimiento. Como una parada imprevista en la ruta abierta, después de la cual “el feliz viaje vacío” (Kafka) continua como si nada. El freno de emergencia no puede funcionar por la simple razón de que la locomotora está en el museo. El aparato que podría retratar atinadamente la sociedad y la historia, tal vez lo deberíamos reiniciar.