Música clásica, nueva y antigua en el 2020
El año en que la música fue online
Como en otros ámbitos sociales, la pandemia del Coronavirus tuvo profundas consecuencias en la vida musical de Alemania. En su retrospectiva, Patrick Hahn recuerda qué ocurrió, a pesar de todo, en la música clásica, nueva y antigua, resalta nuevas iniciativas y se pregunta por las perspectivas de la música frente a las incertidumbres actuales.
En abril de este año, el barítono Georg Nigl hizo una distinción muy lúcida para superar emocionalmente este año tan abundante en cambios y cortes profundos. El primer “aislamiento” había empezado seis semanas atrás y la “distancia social” ya no era ninguna descortesía sino un mandamiento del amor al prójimo. “No voy a distanciarme socialmente, por más que ahora nos ordenen mantener la distancia”, reveló Nigl a VAN-Magazin. “Al fin y al cabo, lo que nos caracteriza a los seres humanos y a nuestro arte es el trato entre las personas. Por eso siento que el concepto de distancia social está muy mal pensado. Sería mejor hablar de ‘distancia física’”. El mandato de distancia física hizo que la vida musical pública se paralizara por completo desde el 10 de marzo de 2020. La Orquesta Gürzenich de Colonia transmitió ese mismo día en su página web el primer “concierto fantasma “ del año. Quién hubiera pensado que el sombrío espectáculo de las salas vacías se transformaría en el marco de las funciones de todo este año.
Parkour en la ópera
Este año 2020, el tema de discusión en la escena musical no fueron las arias sino los aerosoles, y se debió profundizar en los conocimientos de virología y aerodinámica para, de a poco, bajo las condiciones de la pandemia, volver a poder hacer música: ¿qué distancia se necesita concretamente para poder tocar juntos “de modo seguro”? La Filarmónica de Berlín fue la primera en abrir el camino. Su concierto del 1 de mayo mostró un método que desde entonces adoptaron muchos organizadores: obras que necesiten pocos músicos, músicos distanciados, ausencia de público. Fue liberador y oprimente a la vez. ¿Sería así el futuro?
Por un momento, el verano nos dio un respiro. Los Festivales de Salzburgo sorprendieron no sólo con Così fan tutte en una función bajo la directora Joanna Mallwitz, también conmovieron con una novísima producción de Elektra. Gracias a una estrategia de tests muy bien ideada –y extremadamente costosa– Salzburgo pudo celebrar su centenario delante de un público distribuido según un modelo de tablero de ajedrez, con cantantes que actuaban casi como en tiempos anteriores a la pandemia y con la Filarmónica de Viena que tocaba apretada en el foso. Sin embargo, el Festival de Bayreuth debió suspenderse, algo que sólo había ocurrido durante las guerras. Como respuesta, el tenor Stefan Vinke celebró su propio festival wagneriano en el jardín entre piscinas para niños y conejeras; el desfile por la alfombra roja no se realizó. En su lugar, se le permitió al compositor Simon Steen-Andersen escenificar en la sala vacía del festival un vertiginoso parkour que llevó a una “reacción en cadena” acústica desde el subsuelo hasta el techo del edificio: The Loop of the Nibelung.
Un cumpleaños suspendido
2020 debería haber sido el gran año de festejos en homenaje a Ludwig van Beethoven. En diciembre se cumplieron 250 años de su nacimiento e instituciones de todo orden se habían comprometido en la celebración del compositor. Una asociación expresamente fundada para tal propósito apoyó con recursos federales la conmemoración considerada “tarea nacional”. Muchas cosas interesantes llegaron a verse a principios de año, como la reconstrucción del Concierto de la Academia de 1808, en el que Thomas Hengelbrock con el Ensemble Balthasar Neumann y el coro Balthasar Neumann hicieron revivir el instante histórico en el que, además de otras novedades, vieron la luz del mundo la Quinta y Sexta Sintonía de Beethoven. En el otro extremo del espectro de festejos, algunas salas de concierto apostaron a honrar la potencia innovadora del homenajeado: por ejemplo, la Filarmónica de Colonia encargó a veinticinco compositores y compositoras que aportaran obras al bthvn projekt. Debido a la pandemia, sin embargo, la mayoría de estas novedades todavía aguarda su estreno: el Año de Beethoven tendrá su tiempo suplementario. El día de bautismo de Beethoven, el 17 de diciembre, no hubo conciertos pero Google Arts y YouTube entonaron una Global Ode to Joy.
Para superar la distancia física y conservar, al menos mediáticamente, la cercanía social, el mundo de la música clásica debió experimentar un acelerado proceso de digitalización. Como virtuoso del teclado de las redes sociales se destacó el pianista Igor Levit, que hizo transmisiones desde su propia sala de estar para una comunidad de fan cada vez más grande: “Se dio una especie de inmediatez y una forma de vivacidad y de cercanía con los y las oyentes, que eran completamente nuevas para mí”, le contó Levit a la joven activista ambientalista Luisa Neubauer. “Es algo absolutamente incomparable, porque pasó una cosa con la que yo había soñado durante años: ver que la historia se ampliaba. El público completaba la historia que se narraba. De pronto era importante quién estaba asistiendo, cuántos eran, por qué estaban ahí, qué efectos tenía todo en ellos. De verdad hubo un sentimiento de participación que nunca había visto.” Durante el “confinamiento”, no sólo las grandes salas de ópera sino también las discográficas como Deutsche Grammophon y las estaciones de radio abrieron sus archivos y permitieron que los aficionados fueran al concierto desde el sillón de la sala.
Cercanía virtual y distancia real
Sin importar la edad o el género al que pertenecen, los músicos exploraron los programas de edición de videos –con éxito diverso, no todos los resultados fueron tan brillantes como el Quarantificat de la Orquesta Mozarteum de Salzburgo y Riccardo Minasi–. Incluso los talleres de música se mudaron a Internet, como lo hizo el ensemble de música antigua Capella della Torre: gracias a ensayos llevadas a cabo por videoconferencia pudieron superar el delay propio de la tecnología. También algunos primeros compositores lograron sacar provecho de las propiedades del medio, como el compositor Francesco Filidei en su pieza questo è tutto. A su vez, otros como Alexander Schubert, desarrollaron una simulación social: en el videojuego de vida real virtual Genesis, el público pudo colaborar en la construcción de un pequeño mundo en un galpón industrial vacío dirigiendo a los personajes músicos que vivían allí por siete días o simplemente observándolos. Pero no sólo la escena de la nueva música clásica reaccionó con soluciones innovadoras. Uno de los conciertos más trascendente del año se dio en el marco del Festival Bach de Leipzig: un trío dirigido por el tenor Benedikt Kristjánsson dio forma a la Pasión según San Juan en una versión muy singular para tenor, percusión y clavecín. Las partes corales se ejecutaron desde todas partes del mundo, con la Bach-Community reunida virtualmente alrededor de la tumba del compositor en la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig. Además de esta ejemplar forma de compartir vivencias musicales en los nuevos medios digitales, de este año quedaron también en la memoria imágenes y situaciones como la que iniciaron músicos de Volkenroda y Stuttgart y ahora proponen muchos músicos en toda Alemania: se encuentran un músico y un espectador para un concierto de diez minutos a una distancia segura de diez metros. Las ganancias son en beneficio de la Fundación de Orquestas de Alemania. Pero las donaciones que se reciben son una gota en el desierto. Nadie padece tanto como los músicos independientes bajo las actuales limitaciones. En la mayor parte de los casos, los programas de ayuda implementados para trabajadores autónomos no tienen en cuenta las necesidades de los artistas y, vistas las implicancias existenciales que tienen las restricciones continuas, el gestor cultural y de conciertos Folkert Uhde ha exigido un Nuevo Pacto Cultural: “Con consciencia y autocrítica, abierto a lo nuevo. Para lograrlo necesitamos quitar las fachadas y atrevernos a mirar qué hay detrás”. Durante la crisis del coronavirus se ha intensificado la percepción de problemas ya existentes y esto también puede observarse en la escena musical, donde la propia relevancia se está debatiendo con una urgencia diferente. El debate está acompañado de una consciencia creciente de la pluralidad del concepto de cultura: en una jornada en el Radialsystem de Berlín, el Goethe-Institut planteó la pregunta de si no es momento de “descolonizar” la música clásica y los simposios Curating Diversity in Europe de la Academia de las Artes de Berlín y Afro-Modernism in Contemporary Music del Ensemble Modern ampliaron a su modo este interrogante.
Con la decisión del gobierno federal alemán y los primeros ministros de los estados federados de profundizar y extender el confinamiento hasta por lo menos el 15 de febrero de 2021, las esperanzas de un final de año conciliador que tenían los artistas y organizadores desaparecieron definitivamente. Dejando de lado las profundas conmociones económicas y emocionales que acompañan este segundo confinamiento, pueden destacarse también nuevas tendencias. Los formatos online con que las diferentes escenas musicales hacen sus propuestas, estarán cada vez más adaptados a las posibilidades que brinda cada medio, las ofertas pagas serán más numerosas y más sencillas, y se intentará monetizar por nuevos caminos las ofertas digitales, valiosas pero hasta ahora en su mayoría gratuitas. También es muy probable que el teatro online acentúe una tendencia que se ha visto también en los conciertos de los meses pasado: las fronteras entre los géneros son más flexibles, dramaturgias que yuxtaponen lo nuevo y lo viejo están reemplazando a los eventos sólo de interés para puristas, surgirán nuevas formas mixtas. Los espectáculos “especializados”, como el recientemente celebrado 40 aniversario del Ensemble Modern, serán cada vez más infrecuentes. Por ejemplo, cuando la Orquesta Estatal de Stuttgart comparte su concierto online con figuras del pop urbano y de la música electrónica y lo convierte en un evento que va más allá de las diferentes escenas musicales, no sólo surgen nuevos lazos solidarios sino también lazos estéticos. El show debe continuar online.