David Rieff
Contra la memoria

David Rieff
© Internaz, flick

Para el periodista, ensayista y politólogo estadounidense David Rieff, la memoria histórica es tóxica para una nación. Hablamos con este influyente pensador acerca del recuerdo colectivo y la necesidad del olvido.

En su libro Contra la memoria (2011), David Rieff cuenta que aprendió a detestar la memoria, pero sobre todo a temerle, en las colinas de Bosnia, cuando en 1992 cubría como periodista la guerra en ese país. En Bosnia, escribe, vio cómo “la memoria colectiva lograba que la propia historia no pareciera otra que más que un arsenal de armas necesarias para continuar las guerras o para mantener una paz endeble y fría”. Lo mismo observó en Ruanda, en Kosovo, en Israel-Palestina y en Irak. Rieff plantea una alternativa: separar la moralidad del acto de recordar y propone el olvido como una opción, también moral, para una sociedad que ha vivido guerras o dictaduras.

Los judíos han hecho un trabajo juicioso en lograr que el mundo no olvide el Holocausto. ¿Por qué no recordamos de la misma manera lo que hizo Stalin en la Unión Soviética?

La diferencia entre stalinistas y nazis es que la mayoría de gente, en las clases educadas alrededor del mundo, piensa que el comunismo fue una buena idea que se distorsionó en su aplicación real, mientras creen que el nazismo fue una idea espantosa. Entonces, un crimen cometido por un sistema indudablemente malvado es, de alguna manera, más pavoroso que un crimen cometido por un sistema que, se cree, fue originalmente una buena idea.

Entonces, ¿hay ideas que justifican el asesinato

Muchas ideas. Pero la memoria también justifica el asesinato. Particularmente la memoria de las víctimas, porque las víctimas creen que por haber sido víctimas pueden hacer cualquier cosa. Usted lo ve en muchas sociedades. Los israelitas son así, por ejemplo, cuando bombardean Gaza. Los Tutsis de Ruanda son así. También grupos de víctimas en otros lugares del mundo son así. Grupos étnicos en los Estados Unidos buscan su cuarto de hora. Pero eso significa que el resto del mundo tiene que quedarse callado. Y eso es totalitario. La victimización conduce a cierta manera totalitaria de ver el mundo. Claro que no debemos reproducir viejas certezas. Pero creo que no hay nada más peligroso que una víctima con algo de poder.

La comisión de la verdad instaurada en Colombia para examinar crímenes de guerra hará entrega de una verdad histórica negociada. ¿Negociar una verdad no implica, también, manipular la historia?

Por supuesto.

¿Cuál es su opinión sobre eso?

Bueno, yo creo que toda realidad es manipulada, empecemos por ahí. Creo que depende del grado de manipulación y para qué se usa. Por ejemplo, permítame utilizar el caso argentino. Creo que fue muy bueno que los Kirchners, cuando llegaron al poder, reiniciaran los juicios contra los generales de la dictadura y que los llevaran a la cárcel porque era posible, seguro y justo hacerlo. Por otro lado, creo que su política de construir memoriales sobre lo que pasó y los argumentos que los museos y memoriales construyen son de una total vergüenza y deshonra, es una propaganda peronista del peor alcance. Y uno puede comprobarlo en el Parque de la Memoria en la Universidad de Buenos Aires. Ahí están todos los nombres de las personas asesinadas o desaparecidas bajo la dictadura. Pero la lista no empieza con los asesinados tras el inicio de la dictadura, en 1976. Empieza en 1970 o incluso en 1969, con los montoneros que fueron asesinados por un poder perfectamente legítimo y en combate. Ellos no fueron torturados hasta morir en la Escuela de Mecánica de la Armada, ESMA. Murieron por leyes de guerra, el gobierno tenía el derecho de matarlos y aún así hay memoriales.

Entonces regresando a la pregunta: el mutuo acuerdo depende de qué tanto hay de mutuo acuerdo y de qué tanto hay de distorsión. Siempre va ha haber algo de acuerdo y algo de distorsión. Primero porque la gente pocas veces es toda buena. Lo que aprendí en Ruanda, y no sabía hasta que estuve allí en 1994 al final del genocidio, es que las víctimas de hoy son, muy probablemente, los victimarios de mañana. Eso parece ser lo que la historia nos enseña más a menudo. Esto no genera empatía hacia las narrativas del progreso histórico o hacia la idealización de las víctimas.

Si entendemos el olvido como un imperativo moral, ¿deberíamos empezar a enseñarlo en los colegios, en las universidades, en los hogares?

No creo que olvidar siempre sea un imperativo moral. Lo que argumento en mi libro es que, por definición, no es moral recordar e inmoral olvidar: esa es mi diferencia real con el movimiento de derechos humanos. Si yo tuviera control sobre el sistema educativo, diría que recordar y moralidad podrían divorciarse. La filosofía sería más contingente: algunas veces es bueno recordar, algunas veces es bueno olvidar, todo dependiendo de la situación. Ese es mi punto de vista, más que un imperativo categórico.

¿Es posible olvidar y pasar la página cuando hay impunidad? ¿O primero los crímenes deben ser juzgados para que el olvido pueda llegar?

Después de grandes crímenes, averiguar qué pasó parecería ser lo mínimo. Pero eso no es justicia, es algo más: es verdad. El siguiente paso, que sí es la justicia, es subjetivo, y creo que entre más dividida esté la sociedad más problemática se vuelve la justicia, y ciertamente se vuelve más problemática cuando los dos lados son culpables de atrocidades. Siempre he sido escéptico –aunque admito: soy un completo ignorante de la historia de Colombia– de pensar que en Colombia la justicia suponga verdad. Precisamente porque los dos lados [el ejército y la guerrilla de izquierda, además de los grupos paramilitares de ultraderecha] cometieron crímenes terribles. Entonces, la idea de tener cualquier tipo de régimen de justicia que fuera útil requeriría un milagro, y por eso siempre he pensado: verdad sí, pero si usted quiere reconciliación, justicia no.
 

David Rieff (Boston, USA, 1952) es autor, entre otros libros, de: Una cama para una noche: el humanitarismo en crisis; Matadero: Bosnia y el fracaso de Occidente; Un mar de muerte (una crónica íntima y conmovedora sobre la muerte de su madre, Susan Sontag), Contra la memoria. También es colaborador en diferentes periódicos y revistas en Estados Unidos y Europa.

* La version original de este texto fue publicada en: Revista Cerosetenta (cerosetenta.uniandes.edu.co).

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