Artículo
Algunas reflexiones sobre las operaciones
Apuntes finales del laboratorio “Territorios desplazados”. ¿Qué provocan las acciones? ¿Intervienen, dialogan, interrumpen, irrumpen...?
Dijimos, en la primera parte, que el abismo entre los artistas –sus materiales– y el territorio que se han propuesto abordar es el centro del problema en una experiencia como esta. Podríamos pensar este abismo desde asuntos tremendamente concretos como la diferencia entre la propagación del sonido de un dispositivo dentro de una sala y como lo hace al aire libre, pero, también, el abismo abre preguntas de orden mucho más complejo respecto de los objetivos de la acción. Fue centro de la discusión durante todo el laboratorio y en algún momento se abordó directamente: ¿qué hace la acción? ¿Interviene, dialoga, interrumpe, irrumpe, etc.?
Desde la perspectiva geográfica, es decir, la simple ocupación de un territorio, parece ser más fácil la resolución, la complejidad ingresa con la idea de comunidad asociada a ese recorte geográfico. En ese sentido, diríamos que las acciones tuvieron un impacto simbólico en los artistas como momento final de la configuración de su propia comunidad, más no en la comunidad que habita el parque. Tampoco llega a producirse la emergencia de una nueva comunidad, relaciones, vínculos, diálogos. El frío generó que quienes habitaban el parque en ese momento fueran principalmente los niños que se reúnen en torno a sus coreografías, sumados a algunas pocas personas que transitaban a través del parque y sus alrededores o que fueron convocadas a presenciar las acciones. Aquellos bailarines, que podemos pensar como los principales habitantes de ese espacio, poseen no solo una potencia performativa que se impone, sino, además, una potencia específicamente sonora que caracteriza e invade el parque en su totalidad.
Habría que volver, entonces, sobre otra interrogante surgida en el trabajo del laboratorio: ¿para quién son estas acciones? ¿Para quién la memoria? Para esto habría que insistir en preguntarse por la naturaleza de esta acción. El tiempo reducido del laboratorio obliga a que las acciones no provengan de un trabajo vinculante con la comunidad como pudo haber sido en un trabajo de residencia, relaciones con juntas de vecinos, agrupaciones de estos jóvenes, etc. Se trata, por lo tanto, de una acción que debe ser evaluada según su eficacia performativa, en vínculo al performance art, el site-specific o la intervención. En ese sentido, se trata de una acción que debe ser autosuficiente en su potencial transformador y todo indica que no lo fue. Ocurre, entonces, que la infinidad de cruces posibles no emerge desde la experiencia de la acción sino del trabajo previo. Haber sido testigo de la experiencia completa del laboratorio permite identificar todas esas potencias que no necesariamente se activaron en el abordaje del parque.
Sin embargo, habría que ser enfáticos en la necesidad de ponderar con mesura estos resultados. El proyecto “El futuro de la memoria” y el laboratorio Territorios desplazados evidentemente no persiguen la consagración “espectacular” de los vínculos que se establecen; al contrario, propicia espacios de diálogo que ponen el énfasis en la circulación de reflexiones y experiencias en torno a la memoria de estas violencias compartidas. Cabe preguntarse, entonces, por el valor de esta experiencia interpretada como un encuentro y el potencial que revierte el registro en este sentido. Así como los múltiples y variados archivos compartidos han venido a dar cuenta de proyectos, realidades y elaboraciones artísticas en torno a la violencia, es también el archivo que propicia el registro audiovisual de la experiencia un elemento central en la circulación y elaboración de estas memorias. En ese sentido, por ejemplo, resulta más sugerente imaginar los usos posibles de las imágenes de este grupo de artistas haciendo propias las palabras de María da Penha que la propia acción en sí.
Entonces, la elaboración estética de los archivos compartidos y su incorporación al territorio a través de acciones acordadas de forma colectiva, exige ser abordada, también, desde los propios lineamientos expuestos como parte del laboratorio. Si se propone una idea de temporalidad donde lo que ya fue sigue siendo y lo que será vibra en el pasado y el presente, no sólo habría que entender al margen de una linealidad temporal el problema de la memoria, sino, además, la propia lógica de circulación de reflexiones y materiales. Estas acciones, entonces, no han sido sólo un segmento de tiempo factible de recortar para un análisis estrictamente performativo. Han sido, además, la intensificación performativa de un cuerpo infinitamente mayor de experiencias y elaboraciones en torno a la violencia. En las acciones laten esos cuerpos disciplinados, torturados, asesinados, resuenan esas voces infantiles, adultas, silenciadas, que cantaron, cantan y cantarán, emergen esos territorios sitiados, bombardeados, invadidos, demolidos, reclaman aparecer los sonidos de esos traumas porque, de algún modo, superpuestos y desplazados, siguen sonando.