Arquitectura e integración
“Salir de la posición de solicitantes”
La socióloga Ingrid Breckner explica cómo la construcción de viviendas y el urbanismo pueden contribuir a la integración y cómo se pueden evitar los conflictos en la convivencia.
¿Cómo puede promoverse la integración a través de la construcción de viviendas?
Las prácticas habitacionales de otras culturas se diferencian de las nuestras. Muchos arquitectos alemanes no saben qué desafíos se plantean, por ejemplo, cuando se proyecta una vivienda para una familia musulmana. En primer lugar, está la separación de los sexos. A partir de cierta edad los niños deben dormir en cuartos separados. También en la higiene hay otros requerimientos. En Finlandia ya se actuó en consecuencia. Muchos baños de locales públicos ahora están dotados con una ducha de tubo flexible, pues algunos musulmanes consideran antihigiénico el uso de papel. La instalación de esos tubos flexibles en grandes cantidades no cuesta mucho dinero pero tiene gran importancia como señal de que se tienen en cuenta las necesidades de esas familias.
¿Cómo pueden surgir conflictos en la convivencia?
Hay que tener reglas claras para los espacios comunes del edificio. Por ejemplo, debe determinarse quién puede poner qué delante de la puerta, qué uso se dará a los corredores o prestar atención a la circulación de los olores, que suelen ser desencadenadores de conflictos. Yo, por ejemplo, vivo al lado de una familia turca y me encanta la comida turca y sus aromas. Sin embargo, el purificador de la cocina de esa casa descarga el aire en el pasillo del edificio. Si por allí tuviera que pasar alguien a quien no le gusta ese olor, seguramente habrá una disputa.
¿Qué deben tener en cuenta los arquitectos al realizar un proyecto?
Si los arquitectos no reflexionan sobre las diferentes necesidades de los futuros ocupantes, pueden provocar insatisfacción o incluso conflictos. Por ejemplo, a la mayoría de la gente no le gusta que se pueda ver el interior de la casa. Este problema se puede solucionar arquitectónicamente de modo que los habitantes no tengan la sensación de estar bajo observación permanente.
Hablemos del urbanismo, ¿cómo pueden las ciudades hacerles más fácil la llegada a los inmigrantes?
Quienes planean las ciudades deberían pensar sobra la organización del espacio público y, por ejemplo, definir las reglas del uso de los parques. Esto implica también sondear los límites de la tolerancia. En Berlín, por ejemplo, los inmigrantes usan el predio del antiguo aeropuerto Tempelhof para asar carne. Siempre se trata de una negociación sobre qué se acepta y qué no.
El escritor canadiense Doug Sanders también se ocupa del desarrollo urbano y la inmigración: él habla de “arrival cities”. ¿Cómo pueden las ciudades alemanas convertirse en ciudades de llegada, ciudades en las que para los inmigrantes no sea tan difícil establecerse, incluso en el aspecto económico?
Por ejemplo, se pueden instalar espacios de uso comercial en la planta baja de las urbanizaciones. Muchos inmigrantes sólo pueden obtener un ingreso propio mediante actividades independientes. Para eso necesitan instalaciones adecuadas, por las que casi siempre deben pagar. En la proyección de nuevas zonas residenciales se debe tener en cuenta que en la planta baja haya lugar para tiendas, oferta de cursos de idioma, jardines de infantes. No es algo fácil, ya que por la gran presión que hay sobre el mercado inmobiliario cada metro cuadrado se usa para viviendas. Pero así se termina creando urbanizaciones a las que los ocupantes sólo van a dormir. Esto vuelve más difícil la llegada. Lo ideal es un concepto integral, como lo describe Saunders: conjugar la residencia, el trabajo y la educación para que el proceso de integración se acelere. Cada año en no se avanza en la llegada, es decir en integración a la sociedad, es un año perdido. Por otro lado, tengamos en cuenta que quien deje su primera casa y haga lugar para otros recién llegados u ofrezca trabajo en su emprendimiento estará apoyando a la ciudad.
Muchos refugiados viven ahora en asilos transitorios. A la vez hay una falta estructural de viviendas permanentes. ¿Se está haciendo lo suficiente para crear esos espacios?
Tenemos mucho por hacer, pues la construcción de viviendas sociales decreció enormemente dada la reducción de los subsidios federales. Ahora vemos las consecuencias. Necesitamos nuevas ideas. Es realmente lamentable que las construcciones modulares que están proponiendo muchos arquitectos tengan sólo una o, a lo sumo, dos plantas. Precisamente allí donde llegan muchas personas falta superficie para tales construcciones. Tendría más sentido un tipo de construcción que concentrara más gente. Aunque es verdad que existe el peligro de que instalaciones demasiado grandes atraigan protestas de vecinos.
¿Puede dárseles a los inmigrantes la posibilidad de contribuir ellos mismos a la construcción de viviendas?
Todas las oportunidades para incorporar a los inmigrantes deben aprovecharse. Muchos ansían tener una ocupación normal y no quieren estar inactivos durante años. En Hamburgo ahora hay un buen proyecto para que los refugiados se involucren en la construcción de una urbanización. La diaconía de Lübeck emplea a refugiados como traductores y personal de limpieza y así les facilita el acceso a una actividad propia. Esos refugiados pueden salir de la posición de solicitantes.
Ingrid Breckner es catedrática de sociología urbana y regional en la Universidad Hafencity de Hamburgo.