Arquitectura brutalista
De regreso al concreto
Gris, tosca, misantrópica: la arquitectura brutalista no tiene muy buena reputación. Pero esto está cambiando. Los monstruos de concreto de los años 1950 a 1970 se pueden observar y describir de manera distinta: como inconfundibles esculturas monumentales, palpitantes, directas y valientes.
“No hay nada falso en estos edificios. Ellos muestran su material, ya sea concreto, ladrillo o acero, de forma pura y abierta. Aquí nada es hueco, como aquellas fachadas de aislamiento térmico de hoy en día. Aquí no hay nada disfrazado, refinadado o pulido. Esta arquitectura se encuentra en la mitad misma de la vida”, dice Oliver Elser, aficionado al brutalismo y curador del Museo Alemán de Arquitectura en Fráncfort del Meno.
Provenientes del Reino Unido, en la década de 1950 surgieron los primeros edificios brutalistas como respuesta a los repetitivos frentes de vidrio y las fachadas lisas de la arquitectura de la posguerra europea. El brutalismo, sostiene Oliver Elser, es más una actitud que un estilo. Una actitud que hizo de los materiales de construcción en bruto (béton brut) un elemento de diseño. Bordes de contacto, vetas y nudos de las cajas de madera en las que se vierte el hormigón, no son pulidos y por lo tanto son visibles.
Templos espectaculares
Un notable número de iglesias son brutalistas. Por ejemplo el Mariendom (La Catedral de María) de Gottfried Böhm en Neviges, Renania del Norte-Westfalia, una espectacular estructura de concreto plegado que recuerda a tiendas de campaña una dentro de otra, y que tiene capacidad para 6.000 personas. O la Iglesia de St. Agnes de Werner Düttmann en Berlín, con su apariencia de bloque cerrado y que actualmente se utiliza como galería. También se cuentan entre los ejemplos la cúpula de concreto de la Iglesia de Don Bosco de Thomas Wechs en Augsburgo, así como la antigua iglesia de St. Trinitatis en Leipzig, construida por la Academia de Arquitectura de la RDA.Además de iglesias, también se construyeron en gran formato y con un audaz gesto brutalista edificios públicos como alcaldías, centros culturales y escuelas. Detrás de ello se hayaba una estética política: los edificios para los ciudadanos de a pie deberían ser al menos tan monumentales como una vez lo fueron los castillos de los poderosos.
Fábrica de aprendizaje monumental
De esta manera se erigió la Universidad del Ruhr en Bochum entre 1963 y 1970, como faro de una campaña de educación democrática. El arquitecto Helmut Hentrich diseñó la universidad como un “puerto en el mar del conocimiento”: trece edificios de gran altura de hormigón armado, cada uno de nueve pisos de altura y 100 metro de largo, simbolizan barcos transatlánticos que han anclado en este puerto. Debajo de ellos se extiende la red, de varios kilómetros de largo, del sistema de parqueo subterráneo. Escaleras y pasillos cubiertos unen niveles intermedios. No todos los 41.000 estudiantes se sientan cómodos en su universidad, y el diario “Die Welt” incluso describió el complejo como una “fábrica de aprendizaje de sobresaliente monstruosidad”.Tampoco los inquilinos de edificios residenciales brutalistas están siempre entusiasmados con la arquitectura de concreto, como la construyó, por ejemplo, Gottfried Böhm entre 1969 y 1974 en Colonia-Chorweiler. La crítica es: demasiado inflexible, poca consideración de los deseos de los residentes.
Olas de redescubrimiento
Sin lugar a dudas, los colosos grises constituyen impresionantes motivos fotográficos. ¿Pero cuán adecuadamente se puede realmente vivir, aprender y trabajar en edificios brutalistas? “Muy bien”, dice el experto en brutalismo Oliver Elser y nombra como ejemplo el Centro Barbican en Londres o la ya muy codiciada Villa Olímpica de Múnich. “La calidad de la arquitectura brutalista, su carácter drástico, directo, está siendo redescubierto actualmente.” Y por cierto no sólo en redes sociales, libros de fotografía o congresos arquitectura. Un número creciente de propietarios y usuarios de edificios brutalistas sabe apreciar, según Elser, el valor de lo tosco y voluminoso. Esta revalorización forma parte de la “ola de redescubrimiento”, típica de la historia de la arquitectura. Según Oliver Elser, “por ejemplo las calumniadas casas de la Gründerzeit, del tiempo entre 1920 y 1970, son muy codiciadas hoy en día”.En estrecha relación con el regreso del brutalismo se encuentra una nueva visión de su principal material de construcción. Pues mientras que en la década de 1960 el concreto simbolizaba utopía y renovación, ahora se suele equiparar con problemas sociales en las ciudades satélite. “Pero la pésima imagen del concreto está cambiando”, dice convencido Oliver Elser. Al fin y al cabo, el material de construcción no es el culpable de errores urbanos y políticos. Para muchos edificios del brutalismo, sin embargo, esta comprensión llega demasiado tarde: ya han sido demolidos.
Con el fin de salvar edificios en riesgo de desaparecer y documentar la robusta obstinación de esta arquitectura, el Museo Alemán de Arquitectura, la Fundación Wüstenrot y la revista Uncube-Magazi crearon la iniciativa #SOSBrutalism. La pieza central del proyecto es un archivo en línea en constante crecimiento, que actualmente cuenta con cerca de 1.000 edificios de todo el mundo, clasificados, entre otros cosas, por el nivel de riesgo.
También en el caso de los edificios brutalistas, el paso de las décadas de su marca. Deben ser reparados y renovados profesionalmente. En el Mariendorm de Neviges se prueban por ejemplo recubrimientos usados generalmente en puentes y edificios de uso hídrico. Y el saneamiento gradual de la Universidad del Ruhr en Bochum es acompañado por mejoras respecto a la funcionalidad de los edificios. El curador Oliver Elser no siempre está de acuerdo con esto. Pero, en principio, considera que “el lugar de la arquitectura brutalista no es bajo una campana de cristal. Siempre hay seguirla construyendo”.