Hannah Arendt
Pensar es peligroso

Hannah Arendt, foto de pasaporte, 1933.

“Hannah Arendt: Pensar es peligroso” explora la concepción del pensamiento de Hannah Arendt a través del diálogo, el arte, el performance, el juego, la música y el silencio. Artistas, poetas, escritores, académicos, músicos y activistas que piensan junto a Hannah Arendt mientras exploran cuestiones de soledad, paz, privacidad, libertad, amistad y política en la actualidad.

De Samantha Rose Hill

“No existen pensamientos peligrosos por la sencilla razón de que el pensamiento en sí mismo es ya una empresa peligrosa”, dijo Hannah Arendt en su última entrevista con el escritor francés Roger Errera en la televisión nacional francesa. Errera le preguntó a Arendt qué podría heredar el siglo XX al XXI a modo de recuerdo. Y Arendt, en su estilo habitual, le dio la vuelta a la pregunta para hablar de cómo "nuestra herencia no nos la dejó ningún testamento", citando al poeta francés René Char.

Arendt no era tan presuntuosa como para incluir su obra entre las cosas que pueden pasar de un siglo a otro, no obstante, conocía bien el fenómeno de la fama póstuma; aunque es posible que, al haber ganado cierta fama en vida, se haya descartado a sí misma de este destino. Y sin embargo, Arendt se ha convertido en una de las pensadoras políticas más famosas del siglo XX, y ahora del XXI. Según el patrimonio de su obra literaria, hoy sus libros se venden treinta veces más.

Cuando Arendt murió, en 1975, era conocida sobre todo por su reportaje en torno al juicio a Adolf Eichmann, el cerebro logístico de Hitler. Pero algo cambió en el momento en que Donald Trump fue elegido presidente en 2016. La obra maestra de Arendt Los orígenes del totalitarismo, de 1951, se convirtió en un éxito de ventas. Cuando la gente comenzó a tratar de entender lo que estaba sucediendo en la política estadounidense, recurrieron a su obra de mediados del siglo XX para pensar acerca del mundo actual.

Los orígenes del totalitarismo se publicó en 1951, el mismo año en que Arendt recibió la ciudadanía estadounidense tras haber sido una refugiada apátrida durante casi veinte años. El libro, que en realidad son tres libros en uno —Antisemitismo, Imperialismo y Totalitarismo— documenta la aparición del totalitarismo a mediados del siglo XX como una forma de gobierno radicalmente nueva, basada en las condiciones existenciales del desamparo, el desarraigo y la soledad. Rastrea los elementos que cristalizaron en las fenomenales apariciones del hitlerismo y el bolchevismo a través del ascenso del Estado-nación, las fuerzas gemelas del imperialismo y el colonialismo, y el colapso de lo político, que dio lugar a la política de masas a través de la ideología, la propaganda y la violencia impensable. Es una obra épica.

¿Pero quién era Hannah Arendt?

¿Y puede su obra ayudarnos a entender la condición humana en el siglo XXI? 

Arendt dedicó su vida a comprender las cuestiones políticas más acuciantes del siglo XX: el surgimiento del totalitarismo, la política de la revolución, la pérdida de la libertad, el triunfo de lo social, el auge de la soledad en las masas y el problema del mal.

Pero Arendt no empezó como escritora. Se convirtió en escritora por accidente cuando se vio obligada a abandonar su carrera académica en 1933 y huir de la Alemania nazi tras ser arrestada en la Biblioteca Estatal de Prusia y detenida por la Gestapo durante ocho días. A la edad de 27 años se abrió camino a través de Praga, Ginebra y París, donde aprendió francés, hebreo y yiddish mientras trabajaba para ayudar a los jóvenes judíos a prepararse para la emigración a Palestina.

El mal proviene de la incapacidad de pensar

Tras escapar de un campo de internamiento francés en el verano de 1940 con otras 62 mujeres, Arendt pudo conseguir los papeles de salida con la ayuda de Varian Fry y llegó a Nueva York el 22 de mayo de 1941 con su marido, Heinrich Blücher. Al comenzar su nueva vida, trabajó como ama de llaves, editora, periodista y profesora adjunta mientras comenzaba a escribir Los orígenes del totalitarismo.

Más que nada, Arendt quería entender. En el fondo, su obra no trata de qué pensar, sino de cómo pensar. En 1933 se apartó del mundo del “pensamiento profesional” para convertirse en escritora, porque le horrorizaba la Gleischschaltung, o uniformidad política de sus compañeros. A diferencia de muchos de sus amigos y colegas, ya en 1929 estaba al tanto de lo que ocurría en Alemania. Y cuando vio el incendio del Reichstag el 27 de febrero de 1933, supo que debía actuar. Muchos años después, en una entrevista con Günther Gaus, cuando le preguntaron qué la había llevado a dedicarse a la política, dijo “A partir de ese momento me sentí responsable. Es decir, ya no era de la opinión de que se puede ser simplemente un espectador”.

En La responsabilidad personal bajo la dictadura, Arendt sostiene que el pensamiento fue la diferencia entre las personas que siguieron la corriente de la nazificación de las instituciones sociales, políticas, educativas y culturales de Europa. El mal, según ella, proviene de la incapacidad de pensar.

Una de las afirmaciones centrales de la obra de Arendt es que el diálogo del pensamiento puede abrir un espacio en el que podemos cuestionar la conciencia —el yo moral— y, por tanto, evitar el mal. El pensamiento nos prepara para el juicio y da forma a nuestra manera de estar en el mundo. De acuerdo con Platón, argumentó que como el mal no es una virtud, no puede ser pensado. Por lo tanto, el mal no es pensable. Y esto significa que todo el mundo tiene el deber de pensar. Escribe: “Si la capacidad de distinguir el bien del mal resulta tener algo que ver con la capacidad de pensar, entonces debemos ser capaces de ‘exigir’ su ejercicio a toda persona cuerda, por muy erudita o ignorante, inteligente o estúpida que sea”. El pensamiento no pertenece a un mundo enrarecido de pensamiento profesional, y, de hecho, el pensamiento alejado del mundo, puede alejar a la gente de lo que se está desarrollando justo delante de ellos.

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