“Mi papá tiene una manera particular de hacer teatro, analizar obras, y tiene una posición política y una visión muy clara del mundo... Así como él fue moldeado por esa época del Teatro Lautaro, yo lo fui también al trabajar y actuar junto a él.” (Luis Quintana)
Antes de comenzar un ensayo de “Krankheit der Jugend” en un espacio provisional de ensayo en el centro de Rostock, Luis Quintana está sentado en un banco de madera, rodeado de jóvenes estudiantes. El actor habla en voz baja, es amable y suave. Cuando empieza, su mirada está concentrada, sus ojos brillan de determinación, su cuerpo está tenso. Luis es miembro del elenco permanente del Volkstheater Rostock, que es un lugar especial tanto para él como para su padre, Alejandro: una plataforma para el ascenso profesional, un taller de experimentación y un punto de encuentro de la cultura chilena y alemana, el Teatro Lautaro.
Echemos un vistazo atrás: en mayo de 1974, Alejandro Quintana Contreras llegó a Rostock con su entonces esposa, Angelica. Ambos tenían poco más de veinte años. Sus amigos y colegas ya estaban allí para recibirlos: Omar Saavedra Santis, Teresa Polle, Carlos Medina, Patricio Bunster, Naldy Hernández y otros. Todos ellos habían huido de Chile y llegado a la República Democrática Alemana (DDR) en circunstancias difíciles. Formaron el grupo Teatro Lautaro, cuyo concepto y formato fueron negociados con el director del Volkstheater, Hanns Anselm Perten, funcionarios políticos locales y la organización Antifaschistisches Chile. Perten reconoció que los artistas chilenos aportaban enfoques estéticos inusuales que quería incorporar en su teatro.
Inspirado en el Teatro Nuevo Popular chileno, un concepto de teatro popular comprometido con el trabajo para y con los estratos sociales y culturalmente desfavorecidos, Teatro Lautaro cautivó al público europeo. Activo entre 1974 y 1981, primero sin palabras y luego en alemán y español, produjo obras como “Margarita Naranja”, “La noche del soldado”, “El círculo trenzado”, “Escenas contra la noche” o “Bienvenidos a Amapola”. Estas producciones presentaron una intensidad en el juego corporal nunca antes vista por el público de Alemania del Este. La crítica teatral Christine Gundlach elogió la incorporación de “nuevos colores en la representación artística, por ejemplo, en cuanto al gesto y la mímica” por parte de Teatro Lautaro. Sobre la obra “Escenas contra la noche”, escrita por Omar Saavedra Santis y que recibió la portada y varios artículos en “Theater der Zeit” edición 8/1977, Jochen Gleiß dijo que era un teatro de Ilustración, escenas de “una tradición sudamericana de representación pública comprometida con la expresión de pasiones”.
Los artistas trabajaban y vivían muy cerca unos de otros. Para Luis, nacido en los años ochenta, la comunidad artística chilena era su familia extendida. El “tío” Patricio le enseñó a jugar ajedrez, los hijos de Teresa y Carlos eran sus compañeros de juego. Creció rodeado de reuniones, ensayos, proyectos y actividades culturales que llevaron al grupo a realizar giras en la DDR y más allá. Teatro Lautaro era una autodeterminada resistencia política contra la represión en Chile y un medio para mantener la solidaridad y la empatía. También fue un medio de expresión del dolor y la esperanza de que la ola de violencia en su país natal llegara a su fin. Los artistas chilenos querían aprovechar el exilio en Europa para establecer conexiones y formarse para luego regresar a Chile. Sin embargo, para muchos, Alemania se convirtió con el tiempo en sulugar central de trabajo artístico.
Lo mismo ocurrió con Alejandro, quien desde entonces ha contribuido a la escena teatral alemana. Estudió dirección, fue miembro del Brecht-Ensemble en Berlín, dirigió en los escenarios de Cottbus, Chemnitz y Schwerin, y fue director de teatro en Rostock y Heilbronn. Para el destacado escenógrafo Falk von Wangelin, Alejandro es uno de los directores que más influencia tuvieron en su trabajo. Según von Wangelin, Alejandro tiene el talento de seleccionar actores de primera clase para sus papeles, dirigirlos con empatía, pero firmeza, y utilizar trajes y escenografías expresivas. Ralph Reichel, el actual director del Volkstheater Rostock, afirma que se puede reconocer la influencia del Teatro Lautaro en el ritmo y juego de máscaras de Alejandro.
Alejandro mantiene una estrecha relación con su hijo Luis. Inicialmente, este último se distanció del mundo del teatro en el que creció. Conocía todas sus facetas: las constantes mudanzas y nuevas ciudades, nuevos amigos, estar en el escenario todas las noches. Pero luego encontró una intensidad y un desafío al sumergirse en cada personaje. A los veinte años, Luis se postuló -no por casualidaden la Hochschule für Musik und Theater Rostock. Alejandro lo preparó para el examen de ingreso. Desde entonces, parece haber redescubierto la energía y la corporeidad de su padre. “Luis tiene una energía grande, fuerte y en su mayoría positiva. Y una presencia física enorme... un ritmo en el lenguaje corporal muy distintivo...” Cuando surge la oportunidad, Alejandro y Luis también actúan juntos en el escenario. Además, Luis está trabajando en su primera puesta en escena como director.
Como representante de una nueva generación de artistas que se mueve entre culturas, Teatro Lautaro, originalmente una acción de rescate y solidaridad se convirtió en el concepto de un teatro germano- chileno que promueve ideas de autodeterminación, derechos sociales y responsabilidad por el sufrimiento ajeno.