Entrevista con las curadoras
"Queremos sacar a la luz los conflictos"
Las curadoras de la exposición Queer as German Folk, Birgit Bosold y Carina Klugbauer, del Museo Gay de Berlín, hablan acerca de resistencias queer, las voces nunca escuchadas y el arte del debate y la controversia.
De Dr. Oliver Herwig
Las curadoras de la exposición Queer as German Folk, Birgit Bosold y Carina Klugbauer, del Museo Gay de Berlín, hablan acerca de resistencias queer, las voces nunca escuchadas y el arte del debate y la controversia.
¿Qué quieren contar con Queer as German Folk que no haya sido dicho ya sobre el tema tras 50 años de Stonewall?
Klugbauer: Aprovechamos las protestas de Stonewall como un motivo para narrar la historia del movimiento queer en Alemania. Pero, al mismo tiempo, queremos cuestionar cómo es que se construyó esa historia. Stonewall fue un momento en el que algo se desplazó y ocasionó una ruptura. Pero ese gran momento también oculta muchas cosas. También antes y fuera de Stonewall existía ya la vida queer y, por tanto, existían ya la resistencia y el activismo. Eso es lo que queremos visibilizar, pero no como una historia escrita de manera homogénea, como normalmente se hace. Queremos contarlo de una forma nueva: la historia del movimiento en forma de relámpagos.
Bosold: Tratamos de crear momentos sorpresivos. Ver cosas en una combinación que quizá antes nunca se hubiera concebido así: el movimiento gay alemán occidental y los grupos eclesiásticos lésbicos en la RDA, por ejemplo; la primera red alemana de mujeres negras en la década de 1980 y los festivales de cine trans* de hoy. Se trata de destacar los conflictos. Queremos capturar el elemento de revuelta. Todo aquello que se sacudió y se sigue sacudiendo. Darles la palabra a voces que casi nunca se escuchan.
¿A qué voces se refieren?
Bosold: Un punto importante es que le dimos mucha fuerza a la perspectiva de la RDA. Normalmente ese tema es tratado como un capítulo aparte, sobre todo porque existe mucho más material sobre el activismo alemán occidental. Tratamos no sólo de narrar de paso los movimientos queers alemanes orientales, sino de darles un espacio adecuado.
Klugbauer: En muchos relatos sobre Stonewall el foco está puesto claramente en el movimiento gay. Por supuesto, éste desempeña una papel importante en nuestra exposición, pero, además, tratamos de incluir en esta historia a personas, perspectivas e identidades que suelen estar ausentes: la comunidad de gente de color, por ejemplo, las feministas, o también las personas trans* e intersexuales.
¿Fueron los disturbios de Stonewall de 1969 –en su calidad de elementos liberadores– tan importantes para el movimiento queer alemán como lo fueron para el estadounidense?
Bosold: Fueron importantes también en Alemania, pero de una manera totalmente diferente, y con mucha demora. En Estados Unidos pusieron algo en marcha de inmediato, sucedió una especie de descarga. En las dos Alemanias esto no se asumió sino hasta mucho más tarde.
Klugbauer: Fue recién en 1979 que hubo marchas del orgullo gay alemanas explícitamente etiquetadas como tales. Y es que los momentos que tuvieron en Alemania un efecto tan fuerte como Stonewall en Estados Unidos fueron otros: la película de Rosa von Praunheim, por ejemplo; las protestas lésbicas en torno a la “quema de brujas” del proceso de Itzehoe; o también el debate sobre el aborto. La confrontación fue de un tipo diferente en Estados Unidos, mucho más a la ofensiva. En Alemania fue más bien de índole intelectual.
¿Cómo surgió la idea de una exposición “on demand”?
Klugbauer: Para nosotras era importante que la exposición se pudiera mostrar de manera sencilla y en lugares muy diferentes. Los costos de producción son bajos porque no exhibimos originales. De este modo, queremos hacer que la historia del movimiento queer sea accesible para todos, y nuestros estupendos escenógrafos de la agencia chezweitz lo llevaron a la práctica de manera espléndida. Lo que me parece muy enriquecedor es que la gente puede montar su propia exposición en cada lugar, y que los elementos expuestos se pueden posicionar siempre de otra forma, se pueden crear nuevos vínculos entre los relámpagos. Al mismo tiempo, las comunidades locales pueden inscribirse en la exposición con su propia historia.
Bosold: La escenografía es un componente integral de toda exposición y en ese ámbito chezweitz es absolutamente competente. Los objetos por sí mismos no constituyen la exposición, deben presentarse en una forma que cree una atmósfera, que dé el tono básico. Y atinarle a ese tono, que creamos a través de los documentos y la selección de textos, capturar eso en una impresión armoniosa, para eso se requiere gran talento.
¿Cómo fue la colaboración con el Goethe-Institut?
Bosold: Para decirlo en pocas palabras: fue un sueño. Para empezar, resulta notable que una institución tan importante inicie una exposición sobre la historia del movimiento queer. El hecho de poder mostrarla en todo el mundo. Y este concepto no fue algo que se nos haya ocurrido en nuestros gabinetes solitarios. Fue un ir y venir intensivo, se dio un auténtico intercambio de ideas.
Klugbauer: Se dio una verdadera cultura del debate. Y amamos el debate.
Klugbauer: Aprovechamos las protestas de Stonewall como un motivo para narrar la historia del movimiento queer en Alemania. Pero, al mismo tiempo, queremos cuestionar cómo es que se construyó esa historia. Stonewall fue un momento en el que algo se desplazó y ocasionó una ruptura. Pero ese gran momento también oculta muchas cosas. También antes y fuera de Stonewall existía ya la vida queer y, por tanto, existían ya la resistencia y el activismo. Eso es lo que queremos visibilizar, pero no como una historia escrita de manera homogénea, como normalmente se hace. Queremos contarlo de una forma nueva: la historia del movimiento en forma de relámpagos.
Bosold: Tratamos de crear momentos sorpresivos. Ver cosas en una combinación que quizá antes nunca se hubiera concebido así: el movimiento gay alemán occidental y los grupos eclesiásticos lésbicos en la RDA, por ejemplo; la primera red alemana de mujeres negras en la década de 1980 y los festivales de cine trans* de hoy. Se trata de destacar los conflictos. Queremos capturar el elemento de revuelta. Todo aquello que se sacudió y se sigue sacudiendo. Darles la palabra a voces que casi nunca se escuchan.
¿A qué voces se refieren?
Bosold: Un punto importante es que le dimos mucha fuerza a la perspectiva de la RDA. Normalmente ese tema es tratado como un capítulo aparte, sobre todo porque existe mucho más material sobre el activismo alemán occidental. Tratamos no sólo de narrar de paso los movimientos queers alemanes orientales, sino de darles un espacio adecuado.
Klugbauer: En muchos relatos sobre Stonewall el foco está puesto claramente en el movimiento gay. Por supuesto, éste desempeña una papel importante en nuestra exposición, pero, además, tratamos de incluir en esta historia a personas, perspectivas e identidades que suelen estar ausentes: la comunidad de gente de color, por ejemplo, las feministas, o también las personas trans* e intersexuales.
¿Fueron los disturbios de Stonewall de 1969 –en su calidad de elementos liberadores– tan importantes para el movimiento queer alemán como lo fueron para el estadounidense?
Bosold: Fueron importantes también en Alemania, pero de una manera totalmente diferente, y con mucha demora. En Estados Unidos pusieron algo en marcha de inmediato, sucedió una especie de descarga. En las dos Alemanias esto no se asumió sino hasta mucho más tarde.
Klugbauer: Fue recién en 1979 que hubo marchas del orgullo gay alemanas explícitamente etiquetadas como tales. Y es que los momentos que tuvieron en Alemania un efecto tan fuerte como Stonewall en Estados Unidos fueron otros: la película de Rosa von Praunheim, por ejemplo; las protestas lésbicas en torno a la “quema de brujas” del proceso de Itzehoe; o también el debate sobre el aborto. La confrontación fue de un tipo diferente en Estados Unidos, mucho más a la ofensiva. En Alemania fue más bien de índole intelectual.
¿Cómo surgió la idea de una exposición “on demand”?
Klugbauer: Para nosotras era importante que la exposición se pudiera mostrar de manera sencilla y en lugares muy diferentes. Los costos de producción son bajos porque no exhibimos originales. De este modo, queremos hacer que la historia del movimiento queer sea accesible para todos, y nuestros estupendos escenógrafos de la agencia chezweitz lo llevaron a la práctica de manera espléndida. Lo que me parece muy enriquecedor es que la gente puede montar su propia exposición en cada lugar, y que los elementos expuestos se pueden posicionar siempre de otra forma, se pueden crear nuevos vínculos entre los relámpagos. Al mismo tiempo, las comunidades locales pueden inscribirse en la exposición con su propia historia.
Bosold: La escenografía es un componente integral de toda exposición y en ese ámbito chezweitz es absolutamente competente. Los objetos por sí mismos no constituyen la exposición, deben presentarse en una forma que cree una atmósfera, que dé el tono básico. Y atinarle a ese tono, que creamos a través de los documentos y la selección de textos, capturar eso en una impresión armoniosa, para eso se requiere gran talento.
¿Cómo fue la colaboración con el Goethe-Institut?
Bosold: Para decirlo en pocas palabras: fue un sueño. Para empezar, resulta notable que una institución tan importante inicie una exposición sobre la historia del movimiento queer. El hecho de poder mostrarla en todo el mundo. Y este concepto no fue algo que se nos haya ocurrido en nuestros gabinetes solitarios. Fue un ir y venir intensivo, se dio un auténtico intercambio de ideas.
Klugbauer: Se dio una verdadera cultura del debate. Y amamos el debate.