Medio ambiente y destrucción
“Lo que está sucediendo en Brasil es de una ceguera espantosa”
Las tragedias producto de la actividad minera en el estado de Minas Gerais no son excepciones, sino indicios claros de un peligro permanente, señala en esta entrevista el músico, crítico y profesor José Miguel Wisnik.
En Maquinação do mundo, aparecido en 2018, José Miguel Wisnik echa luz sobre la relación de Carlos Drummond de Andrade (1902-1987), uno de los mayores poetas brasileños, con la minería. En esta entrevista, el autor habla sobre su reciente publicación, reflexiona sobre la destrucción de la naturaleza a partir de los crímenes ambientales en las ciudades de Brumadinho y Mariana, en el estado de Minas Gerais, y afirma: “Hay que seguir afirmando el pensamiento de Humboldt y todo lo que sea percepción lúcida de las posibilidades de lo humano.”
En el siglo XIX, Alexander von Humboldt postuló ideas que todavía hoy dan fundamento al pensamiento ambientalista, sobre todo, por ejemplo, cuando señaló que el sistema colonial generaba efectos nefastos para la población local y el medio ambiente. Actualmente vivimos un movimiento opuesto al defendido por el naturalista hace unos doscientos años. ¿Cómo llegamos a este nivel de barbarie?
Existe un impulso fáustico en la Modernidad, simbolizado por el hombre que actúa por la ambición de dominar el planeta, impulso que adquirió una voracidad inédita con la economía capitalista, que es un economía del saqueo. Ahora estamos frente a la explicitación del impacto devastador que tiene la explotación sin límites de los recursos naturales, y en el caso de Brasil, viene siendo encarnado por los efectos de la minería en el estado de Minas Gerais. En el siglo XX, se implantó en el país un modelo de minería que, además de la extracción del mineral, crea represas precarias e inestables para recibir los residuos que constituyen una amenaza permanente para la población y la naturaleza del lugar.
Gran parte de los brasileños creyó que la catástrofe de Mariana, en noviembre de 2015 –reconocida como la mayor hecatombe socioambiental del país y en la que se derramaron residuos de minería acumulados por la empresa Samarco [joint venture de las empresas Vale y BHP Billiton] en el distrito Bento Rodrigues y en toda la extensión del río Doce hasta el mar– era un accidente aislado. Pero ahora, el crimen ambiental de Brumadinho, en enero de 2019, provocado por una represa de la misma empresa Vale, que dejó centenares de muertos y afectó seriamente al río Paraopeba, nos ha mostrado que esos hechos no son excepciones sino indicios claros de un peligro instalado.
Entre los perjudicados por la contaminación del río Paraopeba, debida al lodo de la minería, están los indígenas de la etnia Pataxó Hã-hã-hãe. En el contexto del siglo XIX, Humboldt tenía una visión progresista en relación con los pueblos indígenas y sostenía que no eran "bárbaros" ni "salvajes". ¿Por qué Brasil trata tan mal a su población indígena?
Es muy importante reflexionar sobre esto en el momento actual, cuando el gobierno federal brasileño cuestiona la existencia de las reservas indígenas en el país y hay todo un conjunto de fuerzas que quieren desactivar los dispositivos de protección de esos pueblos. En mi opinión, se trata de una visión brutal y mezquina, típica de esta modernización devastadora, incapaz de contemplar la multiplicidad de posibilidades de vida en nuestro planeta. Lo que está en marcha en Brasil es de una ceguera espantosa. Hay que seguir afirmando el pensamiento de Humboldt y todo lo que sea percepción lúcida de las posibilidades de lo humano.
En el libro Maquinação do mundo, usted afirma que la obra del poeta, narrador y cronista Carlos Drummond de Andrade, oriundo de Minas Gerais, “tocó de modo pionero una herida que está abierta hasta hoy: la degradación del ambiente y de la vida en las áreas afectadas por una minería ciega a sus propias consecuencias". ¿Cómo nació la idea del libro?
Nació en 2015, cuando fui a Itabira por primera vez. En el libro digo que en la ciudad natal de Drummond flota la sensación de que un crimen no nombrado se ha venido cometiendo allí a cielo abierto y a lo largo de los años. Una de las víctimas es el pico de Cauê, sobre el cual Drummond escribió en el poema Itabira, de 1926: “Cada uno de nosotros tiene su pedazo en el pico de Cauê”. Ese marco del paisaje itabirano fue diezmado por una minera, la Companhia Vale do Rio Doce. Durante la visita a la ciudad, las marcas del pasado y las señales del presente despertaron en mí la voluntad de releer la obra de Drummond a partir del recorte de la minería.
¿Cuándo se da cuenta Drummond de los daños provocados por la minería en Itabira?
En la posguerra, la Companhia Vale do Rio Doce se convierte acaso en la empresa de minería a cielo abierto más grande del mundo. En 1948, Drummond, que todavía vivía en Río de Janeiro, visita a su madre gravemente enferma en Itabira y sobrevuela por primera vez la ciudad. Desde las alturas, tiene una visión grandiosa del lugar donde nació, pero también percibe el pico del Cauê, herido por las explosiones de la Companhia Vale do Rio Doce. A mi modo de ver, en aquel momento Drummond tiene una misteriosa intuición del destino contemporáneo, de la emergencia de un mundo movido por la geoeconomía y por la tecnociencia, cuyo apetito voraz es capaz de devorar, entre otras cosas, la ciudad que él conoció en su pasado. Y esa sensación es la que le hace escribir el poema A máquina do mundo, publicado el año siguiente en un periódico carioca y uno de los más emblemáticos de la obra drummondiana.
Poco después, en la década del cincuenta, Drummond comienza a denunciar en sucesivas crónicas periodísticas la explotación descontrolada de Itabira por parte de la Companhia Vale do Rio Doce…
Esa situación se vuelve un tema recurrente para el Drummond cronista, sobre todo en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Drummond escribe que la empresa explotaba Itabira movida sólo por el mero deseo de acumulación y no ofrecía a la ciudad una contrapartida correspondiente. Incluso llega a proponer que la Companhia Vale do Rio Doce lleve su sede administrativa a Itabira, como figuraba en su estatuto fundacional, en lugar de seguir atrincherada en Río de Janeiro, ajena a lo que pasaba en el municipio minero. Pocas veces un poeta tuvo un enfrentamiento tan directo con el poder económico.
¿Drummond era una voz solitaria en esa época?
En los años cincuenta, se unió a un grupo quijotesco de itabiranos, que en el libro llamó “valiente ejército de Branaleone”, para cuestionar y hacer reclamos a la Companhia Vale do Rio Doce. La actitud de la empresa, que consistía en dilatar la cuestión y no responder a las denuncias, fue definida por Drummond como “comedia fraudulenta”. Y lo que hoy vemos al descubierto a partir de los episodios de Mariana y Brumadinho es del mismo orden que lo registrado por Drummond hace unas seis décadas. En esa lucha, él usó todos los instrumentos que tenía a mano y dejó un mensaje muy fuerte, porque, como dice el poeta Waly Salomão, la obra poética de Drummond es “Pico de Itabira que la máquina minera no pudo corroer”.