Monumentos controvertidos
Heridas abiertas
En Brasil, las estatuas que se han puesto en el espacio público suelen insistir en la idea de un país blanco, patriarcal y racista, invisibilizando a mujeres y pueblos no hegemónicos. La polémica que involucra al explorador del sertón (o sertanista) Borba Gato, cuya estatua fue recientemente quemada en São Paulo, ha dado lugar a una larga y acalorada discusión.
De Ana Paula Orlandi
A fines de julio de 2021, la imagen de una estatua gigantesca en llamas, en la ciudad de São Paulo, se viralizó y tuvo repercusiones tanto en Brasil como en el extranjero. De acuerdo con el colectivo Revolución Periférica, responsable por la acción, la idea era despertar un debate sobre figuras controvertidas a las que se rinde homenaje en espacios públicos del país, como, por ejemplo, la del bandeirante[1] Boba Gato. "Fue una acción muy exitosa, porque despertó reacciones de todos los bandos, tanto de apoyo como de repudio. La polémica llamó la atención de la sociedad brasileña hacia la necesidad de reflexionar acerca de los monumentos que hay en nuestras ciudades", opina el escritor Abílio Ferreira, activista del Movimiento Negro desde la década de 1980.
No data de hoy la polémica en torno a la estatua inaugurada en 1963 en homenaje a Manuel de Borba Gato, sertanista paulista que vivió entre 1649 y 1718. En 2015, por ejemplo, alguien cubrió la estatua de aproximadamente 13 metros de altura con pintura roja y escribió en su pedestal la frase: "bandeirante ruralista asesino", acuñada por un grupo de activistas no identificado. "La imagen idealizada de los bandeirantes como héroes intrépidos, que a partir del siglo XVI exploraron las fronteras para llevar la civilización a los confines de Brasil, ganó impulso durante la primera mitad del siglo XX", cuenta la historiadora Ana Rita Uhle, profesora de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (Unila) y autora de la tesis de doctorado Monumentos celebratorios: aproximaciones entre arte e historia (1925-1963). Según Uhle, la élite paulista de aquella época eligió a los viejos sertanistas, rebautizados con el nombre de bandeirantes, como un símbolo del afán desarrollista del estado. "Est imagen romantizada empezó a declinar a fines del siglo XX, con el surgimiento de nuevas formas de ver el período colonial. A partir de entonces se empezó a responsabilizar a los bandeirantes por, entre otras cosas, apresar indígenas y perseguir esclavizados negros".
Falta de representatividad
El incendio de la estatua de Borba Gato se inserta en un contexto más amplio, que en tiempos recientes ganó mayor visibilidad por el asesinato de George Floyd, en 2020, en Estados Unidos. La ola de manifestaciones antirracistas que se extendió por el mundo cuestionó la violencia policiaca y los monumentos controvertidos."No obstante, no se trata de un fenómeno nuevo. Para limitarnos a la historia reciente, baste recordar que, en 1992, un grupo de indígenas echó a tierra y decapitó la estatua del colonizador español Diego de Mazariegos en México", prosigue Uhle.
Borba Gato no es la única personalidad controvertida que ha merecido una estatua por parte de la ciudad de São Paulo. Un análisis de la Secretaría Municipal de Cultura muestra que hay alrededor de 40 monumentos que celebran a partidarios de la esclavitud (que en Brasil duró más de 300 años) o de la dictadura militar (1964-1985).
Además hay una gran desigualdad en términos de representatividad en estos homenajes, como lo demuestra el estudio La presencia negra en los espacios públicos de São Paulo. En una primera fase, concluida en 2020, esta investigación contabilizó 200 monumentos que representan figuras humanas: 169 de ellos retratan hombres, de los cuales 137 son hombres blancos. Entre las 24 mujeres homenajeadas, 18 son blancas y sólo una es negra.
"La esclavitud es una herida que sigue abierta en nuestra sociedad. Habría que retirar estas estatuas controvertidas y llevarlas a esos espacios de memoria, donde podrá dárseles el adecuado contexto, para evitar que se borre un período histórico".
Historiador Carlos da Silva Jr., profesor de la Universidad Estatal de Feira de Santana, en Bahía
"Esta desigualdad muestra que el proyecto de memoria pública de São Paulo ha fijado la idea de una ciudad blanca, patriarcal, racista y colonizadora, marcando los espacios sociales e imponiendo silencio a las mujeres y pueblos no hegemónicos", afirma Cássia Caneco, una de las coordinadoras de la investigación. "Creo que la quema de Borba Gato es un grito. Hace ya mucho tiempo que los afrodescendientes e indígenas, a quienes les molesta la estatua, han tratado de establecer un diálogo con el poder público, pero no ha habido mayor respuesta".
Herida abierta
La situación no es distinta en otras ciudades brasileñas, según señala el historiador Carlos da Silva Jr., profesor de la Universidad Estatal de Feira de Santana, en Bahía, y presidente de la Asociación Brasileña de Estudios Africanos. En 2020, da Silva Jr. creó, junto con un grupo de investigadores, el proyecto Salvador Esclavista, que hace un registro de las estatuas controvertidas o reparadoras en la capital de Bahía."Aunque se trata de una ciudad cuya población es mayoritariamente negra, Salvador desafortunadamente sigue rindiendo culto en sus espacios públicos a personas como el portugués Joaquim Pereira Marinho, que traficó personas esclavizadas a Brasil durante el siglo XIX", dice Silva.
De acuerdo con el historiador, hace ya tiempo que Brasil debió haber creado museos sobre el período esclavista: "La esclavitud es una herida que sigue abierta en nuestra sociedad. Habría que retirar estas estatuas controvertidas y llevarlas a esos espacios de memoria, donde podrá dárseles el adecuado contexto, para evitar que se borre un período histórico".
"La remoción de estatuas controvertidas o la instalación de estatuas reparadoras tiene que ir acompañada de un proceso de concientización de la población acerca de los motivos que llevaron a tomar esas decisiones. De lo contrario, la discusión no va a avanzar", sostiene Abílio Ferreira, organizador del libro Tebas: un negro arquitecto en la São Paulo esclavista (2019), que trata sobre Joaquim Pinto de Oliveira, autor de varias construcciones del siglo XVIII a quien no se le erigió ninguna estatua sino hasta 2020, en el centro de la ciudad de São Paulo.
Indignación selectiva
En 2020, la estatua de Borba Gato fue blanco del proyecto ¿Monumentos para quién?, dentro de la Jornada del Patrimonio, evento organizado por la alcaldía de São Paulo en el que participaron la artista visual Kelly Carvalho, el artista indígena Denilson Baniwa y el Colectivo Coletores, conformado por los multiartistas Toni Baptiste y Flávio Camargo. A través de la obra Pujanza Editada, estos dos artistas procuraron resignificar la escultura, proyectando sobre ella una serie de imágenes que iban desde el período colonial hasta la actualidad, y que retrataban víctimas de la dictadura y de la violencia policiaca."El arte tiene ese poder transformador, pero no vemos la reciente quema de la estatua como algo más radical que lo que está sucediendo hoy en Brasil, cuya población sufre a causa del desempleo y el hambre", dice Baptiste. "Sin contar los casi 600 mil muertos que ha causado el Covid-19 por la negligencia del poder público. En nuestro país hay una indignación selectiva que hace que la gente se mobilice más por la quema de la estatua de una figura controvertida que por el reciente incendio de la Cinemateca Brasileña", añade Camargo.
[1] Los bandeirantes fueron exploradores que, durante los siglos XVI-XVII, se adentraron en el continente en grupos denominados bandeiras. Sus expediciones buscaban riquezas y subyugaban y cautivaban a los indígenas rebeldes y esclavizados fugitivos.