Proyecto comunitario en Ciudad de México
Rebelión en el huerto
El caos y la contaminación de la Ciudad de México desaparecen momentáneamente en el Huerto Roma Verde, un proyecto comunitario que experimenta y busca soluciones sustentables frente a los hábitos de consumo de megaurbes.
De Sofía Viramontes
El Huerto Roma Verde es como un oasis a la mitad del desierto. En lugar de arena, hay coches, ruido, cemento, gente enojada y smog, pero al atravesar la puerta –hecha de decenas de garrafones azules, acomodados en una estructura cilíndrica– todo cambia: crecen árboles, hay caminos de piedritas, paredes coloridas y de materiales orgánicos, y el ambiente se siente relajado.
“Lo que hacemos aquí es generar comunidades que se vinculen a sus entornos locales. Se trata de un espacio de educación ambiental que busca, justamente, conectar a la tierra y a las personas, para poder generar procesos de resiliencia, de autopoiesis y de sintropía”, dice Paco Ayala, quien comenzó con el proyecto del Huerto Roma Verde hace nueve años.
El terreno, de un poco más de 8 mil metros cuadrados, solía ser parte del Multifamiliar Juárez, cuyos edificios desaparecieron con el sismo de 1985. El espacio estuvo abandonado por 27 años y la comunidad lo empezó a usar como basurero. Ayala, quien se define a sí mismo como “hojalatero social”, creció en la zona y quiso darle un destino distinto a ese pedazo de colonia.
Actualmente el Huerto Roma Verde sí es eso, un huerto, pero también es muchas cosas más. Ayala y sus colaboradores empezaron con el mandala, como le llaman al círculo central en donde están las camas de cultivo, y luego el proyecto creció de forma natural. “El mandala te pide que regeneres suelos para las camas de cultivo, entonces: composta”, explica Simón Astorga, coordinador de organización social del Huerto.
Hoy, además del huerto donde crecen toda clase de alimentos, el lugar cuenta con una zona de composteo que usa tres técnicas diferentes; una semillateca; un centro de reciclaje de residuos sólidos; una torre de captación pluvial; una pequeña granja, y varios espacios de convivencia, incluido un anfiteatro.
Retejer la sociedad
Ayala asevera que estamos en el borde de un cambio de paradigma, como el que hubo hace tres siglos con la llegada de la Ilustración. Ahora, explica, es tiempo de empezar a tomar la biología y el conocimiento intuitivo, el sagrado femenino, como la luz que muestra el camino por delante.La manera en la que actualmente funciona el sistema de producción masiva de alimentos está acabando con el planeta. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el 23 por ciento del total de emisiones antropógenas de gases de efecto invernadero (GEI) proviene de la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra. Si a esa esa cifra se suman otras actividades asociadas a la producción como, por ejemplo, la deforestación para aumentar la superficie agraria, el sistema alimentario mundial sería reponsable de más del 30 por ciento de los GEI.
No solo la producción de alimentos tiene un enorme impacto sobre el planeta, sino también el desperdicio. De acuerdo con un informe reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la organización británica sobre residuos WRAP, 931 millones de toneladas de alimentos terminaron en la basura en 2019, lo que representa el 17 por ciento de la producción total de comida en el mundo. En México una persona desperdicia en promedio 94 kilos de alimentos al año, una de las cifras más altas de América Latina.
Sin un sistema eficiente para manejar residuos, la huella ambiental se traduce en peligrosas emisiones de metano y dióxido de carbono a la atmósfera, gases que contribuyen significativamente al calentamiento global. Los números en México tampoco son alentadores: en la capital a diario se generan alrededor de 13 mil toneladas de basura y se calcula que cada persona genera más de un kilo y medio de basura. “Somos una sociedad que genera una cantidad impresionante de residuos sólidos y de residuos orgánicos que debemos empezar a procesar de otra forma. Tenemos que ser responsables de nuestro consumo”, resume Ayala.
Consciente de esas realidades y desafíos, decidió enfocar el trabajo del Huerto Roma Verde en tres objetivos fundamentales: resiliencia, autopoiesis –o autosustentabilidad– y sintropía –reestructuración y equilibrio–. Para alcanzarlos es necesario regenerar el tejido social, y esa es la tarea a la que se abocan actualmente en este espacio: ser una red que ayude a recomponer los lazos destruidos entre la Tierra y los seres humanos.
Rebelarse contra la ciudad
En el Huerto experimentan para encontrar distintas soluciones a la actual crisis medioambiental. Empiezan, obviamente, con la siembra de alimentos. Orgánicos, de temporada, regionales y repletos de nutrientes. Lo que crece en este huerto se vende a restaurantes y vecinos de la zona. Hacen intercambio de semillas que cuidan y germinan para mantener cierta variedad. No usan fertilizantes, pues cuidan que no haya nada que atente contra la vida, ni de la tierra ni de las personas; en la naturaleza se encuentra todo lo que necesitan.Para el manejo de los residuos diseñaron un proyecto llamado Reciclaje Comunitario, en el que vecinos y comercios llevan sus desperdicios, además de los que se producen en el Huerto. “Tenemos la capacidad, a través de nuestras cámaras de descomposición biológica y de nuestros sistemas de composta, de procesar hasta 11 toneladas al mes de desechos orgánicos”, explica Ayala. Lo resultante de esto va a las camas de cultivo, pero también a las jardineras y parques de la colonia. Para los residuos sólidos tienen centros de acopio y transformación, y también se vinculan con otros proyectos que se encargan de darle una segunda vida a los materiales. Al recorrer el Huerto, por ejemplo, se pueden ver las estructuras hechas de tetrapack, de pet comprimido, aluminio reciclado y vidrio.
Por último, están los servicios y aquí es donde el Huerto se rebeló de verdad: “Nosotros decimos que el camino de la verdadera libertad e independencia es la autogestión –apunta Ayala–. Tenemos que romper con el paradigma jerárquico, centralizado, vertical y patriarcal, en donde el gas llega porque hay compañías que nos lo proveen, y las grandes cadenas de alimentos también; somos dependientes de un sistema centralizado. Si empezamos a crear personas y comunidades que sean autogestivas, estamos cambiando el modelo del poder”. A través de la recolección de agua pluvial, uso de energías alternativas y generación de biogás, el Huerto está a punto de independizarse y volverse una isla sustentable dentro de la caótica Ciudad de México.
Y, si bien es un lugar único en su tipo, ya hay intentos de llevarlo a otros puntos de la ciudad y del país. Ayala también está en constante comunicación con personas interesadas en copiar este modelo en otras latitudes y asegura que el Huerto Roma Verde podría replicarse en donde sea, siempre y cuando se tomen en cuenta las necesidades de cada espacio y de cada comunidad.
¿Cómo logramos que nuestro sustento vuelva a ser sustentable?
La comida es una de las cosas más fundamentales para la vida. Sin embargo, nuestro sistema global de alimentación se ha convertido en un problema inmenso. La agricultura y la producción de alimentos están tan industrializadas que ya estamos superando varios límites de resistencia de nuestro planeta a causa de, por ejemplo, la deforestación, el uso del agua, los monocultivos o la contaminación por nitrógeno. La agricultura por sí sola genera alrededor de una cuarta parte de las emisiones globales de gases invernadero. El principal motor es el aumento en el consumo de carne. La mayoría de los animales solo viven para ser sacrificados. Y a diferencia del sector energético, donde hay una alternativa rentable gracias a las energías renovables, la agricultura ecológica sigue siendo un fenómeno de nicho. Sin embargo, hay numerosas ideas y proyectos que intentan diseñar un sistema de alimentación más natural. En nuestros reportajes sobre el tema, nuestros autores examinan más de cerca tres de esas propuestas.