Miedo al marasmo
El estancamiento en Goethe
La circulación se consideraba ideal; el estancamiento, amenaza. En tiempos de Goethe había muchas cosas que circulaban o se estancaban: dinero, mercancías, ideas, sangre y otros fluidos corporales. Y también la poesía.
Mientras que en el siglo XVIII se recurría a los autómatas —aparatos y mecanismos de relojería muy finos— como metáforas para describir sistemas y en el XIX se hizo lo mismo con las máquinas y su mecánica, hasta el siglo XVII, el cuerpo y sus órganos fueron el modelo para comprender el complejo funcionamiento de muchas partes en un todo más grande. El estancamiento de los humores implicaba el marasmo y la muerte.
La circulación sanguínea fue descrita en el siglo XIII por el médico árabe Ibn an-Nafis. Sin embargo, cuando su colega inglés William Harvey la redescubrió en Europa en 1628, se volvió de conocimiento general allá y se convirtió en una metáfora a la que no tardó en recurrirse para describir otros sistemas complejos. La circulación de la sangre motivó el desarrollo de teorías nuevas en otras ciencias, por ejemplo, la de la circulación mercantil y monetaria. En un diccionario del siglo XVIII, la entrada “circulación” dice: “La circulación de la sangre, su flujo, movimiento, tránsito. La circulación de dinero, pues es común que pase de una mano a otra; el flujo, el movimiento. Una mercancía entra en circulación cuando se compra y revende mucho”. (Dixit. Johann Christoph Adelung)
La primera representación del ciclo económico, hecha en 1758 por François Quesnay, médico personal de Luis XV y fundador de la economía política fisiocrática, fue asimilada con entusiasmo. Incluso los conceptos de teoría de la comunicación y de los medios masivos que surgieron en el siglo XX estaban basados en la concepción anatómica y luego económica del ciclo, de un intercambio cerrado.
El llamado de Friedrich Schiller a “poner en circulación el dinero estancado” antecede a la idea marxista de un ciclo pecuniario que se puede estancar. “En los inicios de la división del trabajo”, comenta Adam Smith en La riqueza de las naciones, “el intercambio a menudo debió haber sido aún muy lento y proclive al estancamiento”. Por lo tanto, el estancamiento no solo se refiere al proceso de intercambio verbal y financiero, sino también al intercambio de bienes en general, e incluso se relaciona con el intercambio —ni siquiera a la circulación— que representa la unidad mínima del proceso circular.
Según Adelung, estancarse significa: “Dejar de moverse y ponerse espeso, lo que por lo común resulta en coagulación o cuajado de los fluidos”. Al hablar del efecto de impedir el intercambio cuando se impide el movimiento, Adelung hace evidente el significado comercial de este concepto: “Dejarse de mover. El agua se estanca cuando no fluye. [...] Sobre todo figurado. El dinero se estanca cuando no circula, cuando se detiene su circulación o su ciclo. Causar estancamiento en la circulación del dinero”.
En los siglos XVIII y XIX había muchas cosas que circulaban: dinero, mercancías, ideas, sangre, otros fluidos corporales y expresiones verbales.
Quienes te quieren incitar son los espíritus. Lo que hace interesante este fragmento del Fausto de Goethe es, sobre todo, su referencia a la teoría de los humores. En tiempos de Goethe, esta teoría floreció, junto con la de los temperamentos (Adolph Freiherr von Knigge, Christoph Wilhelm Hufeland), como medicina humoral. Además, el estancamiento está correlacionado con la soledad, con una violación del deber de socializar de ese entonces. Ese espesamiento, cuyo extremo es el estancamiento, se expresa como constitución melancólica o flemática en correlación con la soledad, entre otras cosas.
En el ámbito fisiológico, el estancamiento es tan fatal para el organismo como lo es para la economía política en el ámbito mercantil o para la sociedad en el verbal: “Toda la sangre se reúne en los grandes vasos, el pulso se estanca, el corazón se satura y no se puede mover libremente. Por lo tanto, se interrumpe la importantísima empresa de la circulación”. (Christoph Wilhelm Hufeland). Para Hufeland, el “estancamiento” “acorta la vida”. A causa de las analogías que hemos mostrado, no debería ser sorpresa que, según Bernd Mahl, Hufeland fuera un “smitheano entusiasta”.
La muerte y el estancamiento suceden por sí mismos; ambos son independientes del sujeto activo, sucesos autónomos. El sujeto vitaliza y pone en marcha, mientras que el objeto, por el contrario, es pasivo. Así, el estado de reposo de lo inanimado y lo estancado parecen ser lo natural, lo dado, como lo que sucede por sí mismo, sin injerencia externa.
Lo estancado es lo natural, “lo realmente estancado y bárbaro” (Goethe), y, por lo tanto, lo inculto, donde no sucede ningún intercambio. “El ser humano ama el cambio [...]; la quietud [...] es aburrimiento [...]”. Y el aburrimiento genera “estancamiento de la sangre” (Hufeland). ¡Un círculo vicioso! “La naturaleza inanimada cambia demasiado lento”. (Christian Garve)
Por eso, la sociedad mete mano de forma artificial: movimiento y cambio están relacionados con intercambio. Se trata de un fenómeno cultural. El estancamiento, por el contrario, se considera en interacción con la naturaleza. El estancamiento, como riesgo del intercambio y por su función comunicativa, también es una amenaza cultural.
La circulación sanguínea fue descrita en el siglo XIII por el médico árabe Ibn an-Nafis. Sin embargo, cuando su colega inglés William Harvey la redescubrió en Europa en 1628, se volvió de conocimiento general allá y se convirtió en una metáfora a la que no tardó en recurrirse para describir otros sistemas complejos. La circulación de la sangre motivó el desarrollo de teorías nuevas en otras ciencias, por ejemplo, la de la circulación mercantil y monetaria. En un diccionario del siglo XVIII, la entrada “circulación” dice: “La circulación de la sangre, su flujo, movimiento, tránsito. La circulación de dinero, pues es común que pase de una mano a otra; el flujo, el movimiento. Una mercancía entra en circulación cuando se compra y revende mucho”. (Dixit. Johann Christoph Adelung)
La primera representación del ciclo económico, hecha en 1758 por François Quesnay, médico personal de Luis XV y fundador de la economía política fisiocrática, fue asimilada con entusiasmo. Incluso los conceptos de teoría de la comunicación y de los medios masivos que surgieron en el siglo XX estaban basados en la concepción anatómica y luego económica del ciclo, de un intercambio cerrado.
El estancamiento como amenaza
En tiempos de Goethe (alrededor de 1770-1830), el intercambio era considerado lo normal en todos los ámbitos. Cualquier desviación, es decir, el estancamiento del proceso de intercambio, se consideraba un suceso importante, una amenaza. Los distintos ciclos siempre están amenazados por el estancamiento. De hecho, casi nunca se llega al extremo: una conversación estancada se considera una imposibilidad social, una violación a una norma importante. Ante el peligro de la interrupción de la comunicación, esta se lleva a cabo de una forma particularmente veloz e intensa.El llamado de Friedrich Schiller a “poner en circulación el dinero estancado” antecede a la idea marxista de un ciclo pecuniario que se puede estancar. “En los inicios de la división del trabajo”, comenta Adam Smith en La riqueza de las naciones, “el intercambio a menudo debió haber sido aún muy lento y proclive al estancamiento”. Por lo tanto, el estancamiento no solo se refiere al proceso de intercambio verbal y financiero, sino también al intercambio de bienes en general, e incluso se relaciona con el intercambio —ni siquiera a la circulación— que representa la unidad mínima del proceso circular.
Según Adelung, estancarse significa: “Dejar de moverse y ponerse espeso, lo que por lo común resulta en coagulación o cuajado de los fluidos”. Al hablar del efecto de impedir el intercambio cuando se impide el movimiento, Adelung hace evidente el significado comercial de este concepto: “Dejarse de mover. El agua se estanca cuando no fluye. [...] Sobre todo figurado. El dinero se estanca cuando no circula, cuando se detiene su circulación o su ciclo. Causar estancamiento en la circulación del dinero”.
En los siglos XVIII y XIX había muchas cosas que circulaban: dinero, mercancías, ideas, sangre, otros fluidos corporales y expresiones verbales.
Por todo el ancho mundo,
dejando de estar solo,
donde se estancan humores y sentidos,
te quieren incitar.
dejando de estar solo,
donde se estancan humores y sentidos,
te quieren incitar.
Quienes te quieren incitar son los espíritus. Lo que hace interesante este fragmento del Fausto de Goethe es, sobre todo, su referencia a la teoría de los humores. En tiempos de Goethe, esta teoría floreció, junto con la de los temperamentos (Adolph Freiherr von Knigge, Christoph Wilhelm Hufeland), como medicina humoral. Además, el estancamiento está correlacionado con la soledad, con una violación del deber de socializar de ese entonces. Ese espesamiento, cuyo extremo es el estancamiento, se expresa como constitución melancólica o flemática en correlación con la soledad, entre otras cosas.
Lo estancado es lo natural
Y, naturalmente, la edad también importa. Cuando “el invierno de nuestra vida nos cubre el pelo de nieve y la sangre corre más lenta por las venas” (Knigge), se acerca el estancamiento. Con el alentamiento del torrente sanguíneo y la tendencia al espesor de los humores, la disposición y la capacidad de intercambio disminuyen. Sin embargo, en los ámbitos biológicos, el estancamiento real es la muerte. Según Adelung, “coagular” y “caducar” están relacionadas con “podredumbre” (leche) y “muerte” (sangre): “Interrupción del intercambio entre los estímulos internos y externos, entre el alma y el mundo”. (Novalis)En el ámbito fisiológico, el estancamiento es tan fatal para el organismo como lo es para la economía política en el ámbito mercantil o para la sociedad en el verbal: “Toda la sangre se reúne en los grandes vasos, el pulso se estanca, el corazón se satura y no se puede mover libremente. Por lo tanto, se interrumpe la importantísima empresa de la circulación”. (Christoph Wilhelm Hufeland). Para Hufeland, el “estancamiento” “acorta la vida”. A causa de las analogías que hemos mostrado, no debería ser sorpresa que, según Bernd Mahl, Hufeland fuera un “smitheano entusiasta”.
La muerte y el estancamiento suceden por sí mismos; ambos son independientes del sujeto activo, sucesos autónomos. El sujeto vitaliza y pone en marcha, mientras que el objeto, por el contrario, es pasivo. Así, el estado de reposo de lo inanimado y lo estancado parecen ser lo natural, lo dado, como lo que sucede por sí mismo, sin injerencia externa.
Lo estancado es lo natural, “lo realmente estancado y bárbaro” (Goethe), y, por lo tanto, lo inculto, donde no sucede ningún intercambio. “El ser humano ama el cambio [...]; la quietud [...] es aburrimiento [...]”. Y el aburrimiento genera “estancamiento de la sangre” (Hufeland). ¡Un círculo vicioso! “La naturaleza inanimada cambia demasiado lento”. (Christian Garve)
Por eso, la sociedad mete mano de forma artificial: movimiento y cambio están relacionados con intercambio. Se trata de un fenómeno cultural. El estancamiento, por el contrario, se considera en interacción con la naturaleza. El estancamiento, como riesgo del intercambio y por su función comunicativa, también es una amenaza cultural.