Igual que el mío, hasta que el teatro me abrazó por Leyla Selman
Publicado en: THEATER DER ZEIT SPEZIAL: CHILE (08/2023)
Escribo desde la 8va región de mi país, habito este lugar desde siempre, hoy toma seis horas en bus llegar a la capital, este país es muy largo y angosto, de un extremo a otro puede pasar la vida, alguna vez el tren nos mantuvo más unidos, sigue siendo un proyecto pendiente para cada Gobierno, nosotros, los que estamos fuera del centro o queremos resistir su presión o bien somos arrastrados por esta fuerza centrípeta, sin embargo, en cualquiera de los dos casos lo que reina en el territorio es: el abandono, la provincia siempre es provincia. 1983, tengo 7 años, estamos en tiempo de dictadura, a mucha gente la están fracturando, partiendo, violando, paralelo a mi vida, en el mismo momento en el que me comen a mí, pero yo no tengo idea porque tengo 7 años y mi familia materna con la que crecí está duramente convencida de la legitimidad del dictador, de modo que tengo 7 años y no entiendo nada de lo que ocurre en la tierra larga donde está puesta mi casa y su puerta, mi ignorancia, hasta hoy no puedo perdonarla… debí/podría / qué ganas / debí levantar una piedra y lanzarla con todas mis fuerzas hasta alcanzar y despertar una estrella, una de esas que por montones en esos días dejaron de brillar por mi país… Los monstruos estaban adentro y también afuera.
Marcela: Oscuridad y vergüenza
Escribo desde que soy muy pequeña e inmediatamente después de que un camión me pasará por encima, así, a mi país, Chile, le pasó igual, más o menos en el mismo tiempo, tengo cuarenta y seis años.
Profesionalicé la escritura en la Escuela de Teatro, me hice adicta al diálogo como recurso para comunicar y en eso me va la vida hasta hoy. Sin embargo, nunca pensé que el teatro pudiera tener la fuerza suficiente o el impacto necesario para realmente sanarme, porque no fue la escritura, sino el teatro, quien me dio esa posibilidad. Esto cuando Rodrigo Pérez, actor y director del Teatro La Provincia, decide montar La Ciudad de la Fruta. El montaje de este texto fue realizado entre los años 2018 y 2019, el estreno en Teatro La Memoria, Santiago, Chile; lo que hice dialógicamente fue contar los sucesos traumáticos que viví durante mi infancia, desde más o menos los cinco y hasta los doce años. Yo hoy día me vengo a sanar de cuatro personas que me hicieron daño, el Supermán, el Abuelo, el Maradona y el Almohada; me vengo a sanar a través del teatro, me dijeron que se podía con la representación, eso me dijeron, que se podía sanar el alma, el pensamiento y la voz…
Por eso les agradezco que me estén acompañando.
Cuando comienza con los ensayos, Rodrigo Pérez me pide que incorpore un personaje, Marcela, que es la terapeuta que acompaña a la escritora, terapeuta que nunca tuve… Entonces poco a poco comienza a ocurrir la magia, el diagnóstico, un trastorno límite de la personalidad, es explicado al público en detalle mientras los actores masculinos representan la obra que trata de cuatro parientes que abusaron de ella cuando era una niña y que son alertados de que los sucesos serán publicados, entonces ellos se juntan en una reunión para resolver qué hacer, hasta que se dan cuenta de que la reunión es una trampa. Entonces, la actriz, Catalina Saavedra, que me representa, entra y les hace la pregunta que nunca podría hacerles pero que sí ocurrió en el estreno, ante mis ojos: “¿por qué?”
La definición de cada personaje es un capítulo, un recuerdo muy específico, y entonces comienza a aparecer en paralelo al daño sobre mi cuerpo, el daño que la dictadura militar ofrece rabiosa sobre el cuerpo largo de Chile, los monstruos estaban adentro y también afuera.
Capítulo: Supermán
Ocurre en la pieza de mi tío José, madera, una ventana, cosas sueltas, respiración, él, es el más querido de todos los tíos, es alegre, el más joven de los cinco hijos de mi abuela, el hermano regalón de mi madre, todos hacen lo que él dice, sabe hablar bien, y reír, es el tío favorito de todos los niños, porque en el patio nos toma de las manos, nos levanta y nos da vueltas hasta marearnos, es genial, nos hace volar… Le decimos Supermán porque levanta pesas y porque se le escapa un pequeño montón de pelos que, agrupados hasta la frente, lo asemejan más al superhéroe. Los veranos de esta ciudad son tremendamente calurosos, mientras la fruta se multiplica mi tío está sobre la cama, yo estoy parada frente a él, me llama, no recuerdo cómo, yo me siento afortunada, el superhéroe me prefiere, me subo a la cama, no está ordenada, me acomodo como una niña, me pide que cierre los ojos y jugamos, me hace chupar los dedos de su mano uno por uno sin abrir los ojos hasta llegar al último pulgar, entonces lo que mete en mi boca no es un dedo sino algo más grueso, más grave, su pene. Lo sé porque lo vi, lo estoy viendo, porque los ojos los abría mientras esperaba el último pulgar para chupar su enorme intimidad intimidante, lo sé porque yo estaba ahí en esa imagen que guardé como una foto, la primera, intacta quedó en mi cerebro, la imborrable.
No tuve una relación directa con la dictadura militar, solo que ellos, el Supermán, el Abuelo, el Maradona y el Almohada apoyaban al golpista y abusaron de mí más o menos desde 1981 a 1989. Fue a los doce años que pude detener todo, coincidentemente, ese fue el mismo año en el que se recupera la democracia, es decir, mi cuerpo y el cuerpo de Chile logran zafarse, pero zafarse no es suficiente. Después de 1989 comencé a sufrir realmente, mi personalidad se trastornó, colapsé mil veces, sobrevivía dentro de un paisaje oscuro, doloroso, confuso, todo se me presentaba cuesta arriba, guardar un secreto terrible, incluso después de liberarlo solo me calma por un momento breve, no dejo de sobrevivir, vivo condenada a los siete años y ahí me quedé por mucho tiempo, nunca tuve, ni ahora, el dinero para acceder a una terapia, siempre viví en una especie de shock postraumático sin resolver, hasta que ocurre La ciudad de la fruta, y aunque parezca extraño y casi imposible, lo cierto es que desapareció toda esa carga de mí, no fue inmediato, pero esa especie de justicia poética me ha permitido experimentar la vida y dejar atrás la sobrevivencia. Le saqué ventaja a Chile, me hice cargo, no sola, con ayuda con mucha ayuda, con Rodrigo a mi lado y un elenco y equipo maravilloso, todo sobre el escenario y mi familia capaz de soportar una osadía de tan mal gusto, y el público que comparte la melancolía de una escena tan triste, y Julio Quiroga, un psicoanalista brillante con el que conversé todo esto. Chile, en cambio, se conformó en 1989, después hubo muy poco trabajo, muy poco de entender la geografía como un cuerpo orgánico real, que respira, que vive, que padece, no, Chile no es un cuerpo sano, quiere pasar por alto sus graves heridas, exige olvido, no enseña a los niños los hechos como fueron, insiste en tratar a los detenidos desaparecidos como parias, como un cáncer, y no entiende que ellos son, al contrario, el remedio, la hierba sacada a mano de la tierra, que limpia y cura, cuerpo y alma, la impunidad trae más impunidad y más violencia … y mira cómo estamos.
La Ciudad de la Fruta / Rodrigo Pérez/ Teatro La Provincia / Catalina Saavedra / Marcela Millie / Catalina Devia / Guillermo Ugalde / Jaime Leiva / Francisco Ossa / Marco Rebolledo/Teatro La Memoria.