El trauma que sufrió mi familia con el Golpe es inimaginable. Por eso detesto vivir en Chile. Me habría encantado emigrar, pero no pude hacerlo. Una vez estaba en Newark, New Jersey, y me subí al tren equivocado. Caminé por el vagón y en uno de los asientos estaba Henry Kissinger. Me bajé del tren rápido y me quedé un rato de pie en la estación hasta que su tren partió. Veinte grados bajo cero. Fue un gran momento terapéutico. Ese tren se llevó el miedo, la culpa, la rabia, todo. Y después de eso uno se queda solo, pensando en cómo llenar ese vacío. Hacer teatro, escribir, es lo primero que se viene a la mente. Pero también sumarse al proyecto histórico de la clase trabajadora y construir una sociedad libre. Esto no es totalmente cierto, porque el trauma se carga toda la vida. Pero sí es verdad que tuve mi momento con Kissinger. Se veía serio. Seguramente también carga su trauma. Debe ser difícil aceptar que no pueden matarnos a todos. Extrañamente, por alguna razón seguimos naciendo, por todos lados. Y eso está bien, porque la única alternativa a la barbarie es el socialismo.
