Los diez mejores
Los mejores fotógrafos alemanes de arquitectura
A pesar de que la crítica y la fotografía arquitectónica van de la mano, son dos disciplinas esencialmente distintas. Mientras la primera se sirve de las palabras para describir un espacio, un edificio o una ciudad, la segunda atrapa la luz que irradia la arquitectura para documentarla con sobriedad, renunciando a toda subjetividad y relatándola de modo sugerente, con poética fascinación. En el trabajo del crítico arquitectónico Falk Jaeger, el fotógrafo se transforma en un alter ego. A continuación, Jaeger presenta a los mejores exponentes de la fotografía arquitectónica alemana con sus diferentes abordajes y lenguajes fotográficos.
Suele pensarse que fotografiar edificios no es nada complicado: no se mueven y el fotógrafo puede esperar pacientemente junto a ellos a que exista la luz perfecta para retratarlos. La espera, sin embargo, a veces resulta en vano y, a menudo, las condiciones no son tan controlables como en un estudio. La fotografía arquitectónica requiere olfato, saber abordar el motivo, encontrar el momento correcto e, incluso, desarrollar una mirada sensible. Esto es, precisamente, lo que encontramos en el trabajo de los diez fotógrafos escogidos para este reportaje, quienes, una y otra vez, sorprenden con nuevas perspectivas, atmósferas y efectos.
La fotografía arquitectónica es una disciplina en sí misma. A diferencia de lo que ocurre con la moda, los autos o los alimentos, por ejemplo, su objetivo no es captar el mejor ángulo para promocionar su venta. Los edificios, de hecho, ya están vendidos. En su mayoría, los fotógrafos del rubro trabajan para arquitectos que quieren documentar sus obras y que, con frecuencia, tienen una idea muy precisa del tipo de imágenes que quieren captar, así como también del efecto que quieren provocar. Un trabajo arquitectónico aparentemente insignificante puede saltar al estrellato gracias a un profesional cuya instantánea logre transformarse en un verdadero icono de la fotografía internacional. Por otra parte, existen arquitectos que, como niños, se limitan a dar vida a sus proyectos dejando que otros –entre ellos los propios fotógrafos– sean quienes se encarguen de su interpretación.
Llama la atención que, buena parte de las veces, la fotografía arquitectónica prescinda de los usuarios al momento de retratar la obra. Una situación que resulta aún más curiosa considerando que, con frecuencia, los arquitectos insertan en sus maquetas imágenes de personas computarizadas en 3D. Una ausencia que podría semejarse a la de un pintor componiendo un cuadro sobre naturaleza muerta, donde los seres vivos parecieran estar de más. Ahora bien. El hecho de que la mayoría de los arquitectos opte por imágenes sin gente alrededor podría deberse a su idea de continuar con el espíritu de la arquitectura moderna, cuyo afán, desde principios del siglo XX, ha sido perseguir la claridad, la simplificación y la abstracción. La presencia de personas, por el contrario, pondría desorden y vida en las casas, cuestión que cierta arquitectura elitista no soportaría. Podríamos agregar que esto último cuestiona la legitimidad de su existencia, pero esa es otra historia.
Uno de los objetivos centrales de la fotografía arquitectónica es el registro, el intento por dignificar el trabajo del arquitecto, por presentarlo lo más auténticamente posible y volverlo experimentable. La teoría arquitectónica habla de un nivel formal, de una arquitectura de existencia física y topológica que es la materia de trabajo de la mayoría de los fotógrafos. El eje simétrico –en la medida de que exista– es, en este contexto, programa obligado, pero también es importante escoger otros puntos de vista, evitar las deformaciones de perspectiva y esperar la luz ideal. No es casualidad que varios fotógrafos de arquitectura hayan pasado por la escuela de Dieter Leistner en Mainz o la Escuela Superior de Dortmund. El primero perfeccionó el método de la cuidadosa composición geométrica que irradia armonía y equilibrio. Por esta vía se crean imágenes enérgicas de gran precisión, donde algunas veces pareciera, incluso, que la mirada idealizada se separa de la realidad.
Sin embargo, el abordaje fotográfico de la arquitectura puede hacer también desde el nivel de la apariencia, es decir, desde el aspecto que una determinada obra arquitectónica adquiere a partir de ciertas condiciones atmosféricas, del movimiento del observador o de otras circunstancias que condicionen la recepción. Para realizar tomas panorámicas de las grandes ciudades chinas, por ejemplo, Hans Georg Esch no espera un día sin smog, por el contrario, capta precisamente la poesía que la apariencia borrosa otorga a la imagen urbana. Trabajado a este mismo nivel, otros componen ensayos fotográficos que no necesariamente registran la arquitectura en sí misma, sino únicamente su ambiente.
En un tercer nivel está la imagen, donde la realidad y la apariencia de la forma arquitectónica son el resultado de una experimentación subjetiva que surge en la cabeza del observador. A este nivel trabaja, por ejemplo, Friederike von Rauch, para quien la arquitectura es una materia prima con la que pueden crearse percepciones y sueños.
En resumen: hay muchas formas de acercarse al objeto y, con ello, variados sellos entre los diez mejores fotógrafos de arquitectura.
Zooey Braun
Zooey Braun nació en 1966 en Braunschweig. Cuando llegó la hora de escoger una profesión, asumió por casualidad un trabajo de asistente con un fotógrafo amigo de la familia y le tomó el gusto al oficio. Braun quería fotografiar personas, hacer reportajes fotográficos, todo le interesaba, menos la arquitectura. Y es que sus padres y abuelos eran arquitectos, lo que había jugado un rol importante en la planificación de cada una de las vacaciones familiares. A Braun le parecía horroroso, pero evidentemente también le había agudizado la mirada.Nuevamente por casualidad, o por fortuna, Braun conoció durante sus estudios de diseño fotográfico en Dortmund a los reconocidos fotógrafos de arquitectura Dieter Leistner y Jörg Hempel. Este último fue incluso el profesor guía de su proyecto de título. En adelante, ya no fotografió personas sino edificios.
Un elemento característico en la fotografía de Braun es la calma y la serenidad, la manera en que evita la dinámica y el espectáculo, cómo coteja el equilibrio de los encuadres, cómo escoge expresamente los planos generales cortos para reducir las cosas y concentrarse en una parte del todo y revelar los métodos de composición inherentes a las imágenes. El resultado son instantáneas de gran energía, captadas con la contemplativa y melancólica mirada que solo puede nacer de la serenidad.
Marcus Bredt
“Me gustan los edificios porque se quedan quietos y no son temperamentales…”. Con estas palabras explica Marcus Bredt, nacido en 1968, su afinidad con la arquitectura. Su interés inicial por la arquitectura expresiva de Daniel Libeskind lo llevó a interesarse en la interacción entre los edificios y su ambiente, su entorno y vida cotidiana. De allí surgen, junto a los retratos idealizados propios del trabajo de la fotografía arquitectónica, imágenes estetizantes de la realidad que contienen una importante dosis de discordia. En sus retratos urbanos de Baku, Kiev, Bukarest, Brasília, Belo Horizonte o Manaus, las edificaciones fotografiadas –nuevos estadios de fútbol, en estos casos– se instalan en relación a su entorno. Imágenes en las que suelen aparecer personas –transeúntes, trabajadores, deportistas– utilizando estos espacios como si se tratara de un mundo propio que ha sido intervenido, en el mejor de los casos, para ordenar, apoyar y proponer.Marcus Bredts también se interesa por las transformaciones que una determinada obra de arquitectura puede experimentar en su imagen, por ejemplo, bajo condiciones climáticas extremas o atmósferas luminosas cambiantes. Asimismo, relata las historias de la construcción, los constructores, los obreros y los empleados, sin los cuales las edificaciones no podrían llegar a existir.
HG Esch
Cuando este fotógrafo, nacido en 1964, no está en su apacible ciudad de Hennef, cerca de Bonn, está recorriendo el mundo con su cámara. El amplio espectro del trabajo de Hans-Georg Esch abarca desde iglesias románicas hasta casonas y puentes en Colonia, pasando por edificios de oficinas en Sydney. En su primera época, le interesaron y fascinaron especialmente las grandes dimensiones de las construcciones humanas, al estilo de lo que puede encontrarse sobre todo fuera de Europa, en las llamadas mega-ciudades: los rascacielos de Dubai, emergiendo de un mar de nubes; la ciudad de Shangai en medio de la bruma de smog como el escenario de una película de fin de mundo; o las aglomeraciones de edificios escalando los cerros en Hongkong. En la actualidad, Esch utiliza las nuevas posibilidades tecnológicas para abarcar en sus documentaciones urbanas las dimensiones de las mega-urbes. Los impresionantes saltos de escala en sus panorámicas transmiten fascinación y angustia, provocan asombro y escalofríos. Esch exhibe sus trabajos en sofisticadas exposiciones y libros de gran formato, de cuya producción se preocupa personalmente.Brigida González
Brígida González nació en 1969 en Stuttgart. Tras estudiar fotografía, se inició laboralmente en el cine como camarógrafa. Su experiencia con la imagen en movimiento no está completamente ausente en su fotografía arquitectónica. Cada tanto utiliza secuencias de material fílmico original, como en el museo de la Mercedes Benz, cuya fachada retrató desde un auto en movimiento, mientras las salas las trabajó con una cámara giratoria.La emocionalidad y la dinámica de las imágenes juegan también un rol en la obra de González. La fotógrafa aborda los objetos con una clara subjetividad e interacciona con ellos de forma personal. En sus instantáneas es posible descubrir juegos y perspectivas nunca vistos que resultan de una interpretación no convencional de los objetos retratados. La luz constituye para Brígida González otro elemento central en la composición. Si lo que busca es reforzar el carácter de un edifico, dotarlo de una escenografía particular que puede incluso acercarse a la estética de la ciencia ficción, seguramente no escogerá un inofensivo cielo azul. Para Brígida González, es importante trabajar con clientes que respeten esa libertad en su abordaje fotográfico.
Roland Halbe
Roland Halbe nació en 1963 en Karlsruhe y estudió fotografía en el Istituto Europeo di Design en la ciudad italiana de Cagliari. Desde los inicios de su quehacer laboral, se dedicó a la fotografía arquitectónica documental, mayoritariamente por encargo de arquitectos. El trabajo conjunto con sus clientes es un componente esencial de su metodología, tanto en la etapa inicial de un proyecto como en el proceso de registro del mundo intelectual del arquitecto y el rastreo de lo que busca poner en imágenes. En Alemania y en Europa –especialmente en España–, pero también en otras regiones del mundo, ha trabajado con los más famosos arquitectos e ingenieros. Halbe busca un registro fotográfico preciso, “honesto” y realiza verdaderos retratos de los edificios. Junto a ello, tiene un especial interés por los detalles y los efectos que pueden descubrirse en toda construcción si se la observa detenidamente. Cuando la mirada precisa y el encuadre adecuado permiten recortar perspectivas sorprendentes de la realidad, que poseen una vida propia como objetos estéticos, esas imágenes de elementos arquitectónicos aislados se transforman en obras de arte autónomas, dignas de ser presentadas en una galería.Florian Holzherr
No es casualidad que a Florian Holzherr lo fascinen James Turrell y Donald Judd, dos artistas plásticos cercanos a la arquitectura que se atrevieron a cruzar el estrecho espacio que separa a estas dos disciplinas. Florian Holzherr nació en Múnich en 1970 y estudió en la Escuela Superior de Diseño fotográfico de la capital bávara buscando un quehacer donde pudieran interactuar sus tres grandes intereses: el arte, la arquitectura y la fotografía.
Holzherr entiende su cuidadosa y calmada manera de fotografiar más como un trabajo artesanal que como un quehacer artístico hipercreativo. Lo que le interesa es captar la precisión de la obra, despertar la imaginación y, a través de ello, facilitar la legibilidad del diseño arquitectónico y la comprensión de la experiencia espacial. Holzherr evita las formas expresivas de moda, puesto que “la documentación arquitectónica y artística aumenta su significación en la medida que envejece y muestra nuestra historia construida”. Comparado con el “colorinche kitsch” de la fotografía arquitectónica de Estados Unidos, Holzherr define su “estilo alemán” de fotografiar como un estilo “seco y replegado” que, a partir de lo que es su experiencia, recibe gran reconocimiento también al otro lado del Atlántico.
Werner Huthmacher
Nacido en 1965 en Landau, en el suroeste alemán, Werner Huthmacher estudió con Dieter Leistner y vive actualmente en Berlín. Huthmacher es uno de los fotógrafos alemanes más cotizados entre los arquitectos e instituciones vinculadas a esa disciplina y su obra aparece con frecuencia en publicaciones especializadas y medios para público general. La fotografía de Huthmacher no busca solo la documentación aséptica, la mirada arquitectónica a lo largo del eje simétrico. En sus exposiciones, por ejemplo, le interesa más bien seguir temas, contar historias, crear secuencias.En esta misma lógica, Huthmacher coloca personas en sus imágenes como referencia de tamaño, pero también para confrontar a la obra arquitectónica “muerta” con la vida. En algunos casos, instala también animales, como por ejemplo, en su instalación fotográfica en el Ministerio Alemán de Alimentación, Agricultura y Protección al Consumidor, donde un grupo de cerdos se paseaba por el edificio. Este tipo de subterfugios permite agregar la dimensión temporal a la fotografía bidimensional.
Stefan Müller
Stefan Josef Müller nació en Bonn en 1965. En sus inicios como fotógrafo, e influenciado por el arquitecto Oswald Mathias Ungers –cuya obra fotografió con gran genialidad–, se inscribió en la corriente del racionalismo. Recorrió Italia, la cuna del Racionalismo, tras la búsqueda del pintor Giorgio de Chirico y plasmó su Pittura Metafisica en un lenguaje de imágenes fotográficas que, al igual que las pinturas, muestran casas y calles como escenarios fríos y sin vida.Continuando con la línea de su trabajo inicial, Müller fotografió también la obra de los sucesores de Ungers, captando en imágenes el rigor formal de la arquitectura de Max Dudler, Ortner & Ortner, Kleihues + Kleihues y Schulz y Schulz. Las instantáneas, cuidadosamente calibradas en su composición geométrica, prescinden por lo general de la presencia humana, desplegando así una extraordinaria fuerza sugestiva.
En el último tiempo, se han agregado otras posiciones y estilos al trabajo de Müller. La obra de arquitectos como Barkow Leibinger o Roedig Schopp ha abierto al fotógrafo un nuevo camino y una nueva mirada al mundo arquitectónico.
Christian Richters
Christian Richters nació en 1958 en Münster (Westfalia) y estudió Diseño Comunicacional en la escuela superior Folkwang en Essen. Ya desde muy temprano comenzó con la fotografía arquitectónica, siendo en aquel entonces uno de los pioneros de esta disciplina. Hoy, entre sus colegas, es el de mayor presencia internacional, fotografiando tanto para medios de otros países como para cotizados arquitectos a nivel mundial, entre ellos Rem Koolhaas, Toyo Ito o UNStudio. Desde su hogar en Münster, ha acompañado la llegada a Alemania de la arquitectura holandesa y las consiguientes actividades promocionales. En este contexto, mantiene relación con diversos arquitectos de renombre en Holanda.Richters realiza siempre –como una suerte de programa obligatorio– fotografías de los edificios desde la “perspectiva arquitectónica” ortogonal. Pero como ejercicio libre, le interesa “la magia del primer contacto” con un lugar, su registro y su interpretación visual. Richters se acerca a los edificios y los rodea, documentando ese proceso de exploración y conocimiento. Por esta vía, intenta transmitir tanto la concepción arquitectónica como el carácter de la arquitectura.
Friederike von Rauch
“Yo no soy una fotógrafa de arquitectura”, señala con firmeza Friederike von Rauch, lo que es cierto ya que no realiza documentaciones fotográficas de edificios por encargo. Para esta fotógrafa, nacida en 1967 en Friburgo, la arquitectura es un material de su trabajo artístico. Lo que llama su atención son los espacios, las atmósferas, las huellas de las personas –solo sus huellas, nunca las propias personas–. Las interacciones no le interesan, las deja fuera, la información en sus imágenes se reduce a su mínima expresión. Lo suyo no son los espectaculares edificios nuevos, ella pone su mirada en los espacios, en la luz y las sombras, en texturas y atmósferas. Sus imágenes están compuestas como espacios fotográficos del romanticismo, prescindiendo de lo llamativo, del grito, del dramatismo, del movimiento.La paleta cromática se reduce a los tonos pálidos hasta llegar casi a la monocromía. La luz difusa, que flota suavemente y transmite una calma etéreamente contenida, le otorga a las imágenes una profunda melancolía. Para Friederike von Rauchs, los monasterios silenciosos, los espacios abandonados o los museos vacíos, fuera de su horario de visita, son locaciones privilegiadas. Ella instala la nostalgia en imágenes, es una poeta de la arquitectura detrás de la cámara.