Artur Brauner: Cine contra el olvido
Uno de los productores de cine más prolíficos de Alemania cumplió recientemente 100 años, y sigue activo. Artur Brauner fue una figura clave en el cine de entretención de los años 50 y 60, su legado se centra en una serie de películas sobre las víctimas del nacionalsocialismo, de grandes realizadores y que ganaron varios premios internacionales. Nuestro ciclo de cine de octubre revisa los mejores títulos de esta serie.
Este fiasco fue algo muy amargo, y Brauner decidió entonces tomar otro camino. Se resignó a que el cine “no era un foro para superar el pasado”, y prefirió buscar éxitos comerciales en la época del renacer económico de Alemania. En 1950 fundó sus propios estudios, y fue la gran estrella de la época. Es justamente él a quienes critican los nuevos directores de cine alemán que firman el Manifiesto de Oberhausen, cuando lo tildan de hacer el “cine de papá”. Dentro de esa etapa fue que Brauner también invitó a volver a trabajar en Alemania a grandes directores de antaño, como Fritz Lang o Robert Siodmak. Pero también supo darse cuenta de los cambios sociales que comenzaron a surgir en Alemania. De hecho, el mismo año del Manifiesto de Oberhausen, Brauner escribe que “en nuestro país no se busca la autocrítica, ni de índole política, social ni tampoco personal. Aquí la gente no quiere ver la verdad a no ser que sea color de rosa…”.
Y en sus propias palabras, escritas en el 2000: “Yo he vivido en carne propia lo que significa ser perseguido por el régimen nacionalsocialista y junto con mi mujer, mis padres y mis hermanos pertenezco al grupo de los sobrevivientes, mientras que la maquinaria de destrucción se cobró la vida de 49 de mis parientes. Cuando en los primeros años de la posguerra comencé a producir filmes en Berlín, quise crear un monumento en conmemoración de los perseguidos: Morituri, los condenados a morir. Pero el público rechazó la película, burlándose de los muertos, una experiencia que no he olvidado nunca. Si bien en los años siguientes del así llamado milagro económico me dediqué de lleno a la gestión de los estudios inaugurados en 1950 y los asuntos relacionados con la plantilla de casi 500 personas, el recuerdo de la persecución, la huida y los crímenes perpetrados por los nazis no me dejaba en paz. Tengo la impresión de que el holocausto se va acercando más a mí a medida que pasan los años”.
En los años 80 surgen otros títulos exitosos, como Testimonio de mujer/Die Spaziergängerin von Sans-Souci (1981/1982), de Jacques Rouffio, la última película en la que actuó Romy Schneider y fue seguramente un proyecto de gran importancia para ella, pues había comprado los derechos cinematográficos de la novela homónima de Joseph Kessel años antes. También estrenó Un amor en Alemania/Eine Liebe in Deutschland (1983), dirigida por Andrzej Wadja, con dos grandes estrellas alemanas, Hanna Schygulla y Armin Müller-Stahl, seguida por Hanussen (1986/87) de Istvan Szabo, y la más reconocida de sus cintas, Europa, Europa/Hitlerjunge Salomon (1989), de Agnieszka Holland. Tuvo una enorme resonancia de público y también en la crítica.
Pero aún hubo una amargura más, que no ha superado: su exitosa película “Europa, Europa/Hitlerjunge Salomon” fue rechazada para ser la candidata alemana al Oscar, debido a que chocaba con la imagen alemana de lo que era la superación políticamente correcta del holocausto. De todas formas, la película recibió el Globo de Oro en 1992, ya que los críticos en Estados Unidos no tuvieron la misma opinión.
Feliz cumpleaños, Artur Brauner.